Capítulo 3

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Capitulo 3

—Josh Hutcherson.

Su nombre estaba impreso en cuidadas letras negras en un fondo de color crema. La tarjeta parecía cara, elegante, y no dejaba entrever el lado juguetón que él me había mostrado en la confitería.

Esperé una semana antes de llamarlo, porque él había dicho «la próxima vez» como si no hubiera ninguna duda de que íbamos a volver a vernos. Verlo tan confiado me había molestado un poco, pero lo que más me molestó fue percatarme de que quería volver a verlo. Quería sentir sus caricias, llegar al orgasmo con él dentro de mí.

Me daba miedo querer todas esas cosas. El hecho de saber su nombre y dónde trabajaba de poder entrever aquella parte de su vida gracias a algo tan íntimamente anónimo como una tarjeta profesional, hacía que me pasara noches enteras dando vueltas en la cama. Intentaba encontrar algo de alivio con mi mano: me acariciaba el clítoris con suavidad mientras me imaginaba su rostro y su aroma. Me corría con fuerza, sola, jadeante e insatisfecha. Era consciente de que él tenía razón al decir que iba a haber una próxima vez, a pesar de que tardé siete días en rendirme.

Su secretaria contestó, y pasó la llamada. Me pareció oír en su voz una mezcla de petulancia, curiosidad y celos. Me pregunté si se acostaba con él, si creía que yo era una clienta, o una compañera de trabajo, o una hermana, o una amante. Sólo me preguntó mi nombre, y si el señor Hutcherson sabría a qué se debía mi llamada. Cuando le dije que sí, me puso con él de inmediato.

—Hola, Jen —me saludó, con voz cálida. —Ahora mismo estaba pensando en ti.

—¿Ah, sí?

La puerta de mi despacho estaba cerrada. Me recliné en la silla, jugando con el cable del teléfono, y cerré los ojos.

—Sí.

—¿Y qué es lo que estabas pensando?

—Que no ibas a llamarme.

El sonido de su voz hizo que me estremeciera, y sonreí al oír aquellas palabras. Me parecía increíble que se hubiera planteado la posibilidad de que no lo llamara.

—Sabías que lo haría.

—De eso nada, creía que te habías olvidado de mí.

Su tono de voz reflejaba una sonrisa, y me imaginé la cuna de sus labios.

—Claro que no me he olvidado de ti.

—En ese caso, vamos a comer juntos hoy mismo.

Mostraba la misma seguridad que al darme su tarjeta, así que no tenía sentido que me hiciera de rogar.

—De acuerdo.

—Perfecto.

Me dio la dirección de un restaurante, y yo empecé a escribir a pesar de que ya sabía dónde estaba. El bolígrafo dejó a su paso trazos fluidos, a pesar de lo mucho que me temblaba la mano. Cuando colgué, no era consciente de cómo había acabado la conversación. Al mirar la hoja de papel, me di cuenta de que había escrito su nombre una y otra vez, y que la caligrafía apenas se parecía a la mía.

Josh Hutcherson.Josh Hutcherson. Josh Hutcherson...

La Belle Fleur era un restaurante con un nombre bastante pretencioso, pero estaba situado entre nuestros respectivos despachos y la comida era buena. Tardé un cuarto de hora en llegar en taxi, después de decirle a mi secretaria que cambiara el horario de mis compromisos de la tarde.

—¿Es usted la señorita Lawrence?, ¿ha quedado con el señor Hutcherson? —me preguntó el maître, sonriente, en cuanto entré en el local.

Supongo que se dio cuenta de que me había sorprendido, porque miró a su alrededor y bajó la voz como si estuviera revelándome la receta secreta del chef.

Dentro y Fuera de la CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora