Capítulo 14

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Me pasé por el comedor de la oficina para rellenar mi taza de café antes de la reunión que tenía aquella tarde, pero el sexo volvió a cambiar mis planes.

Bueno, la verdad es que no fue el sexo, sino Laura, que me miró con expresión picara y me dijo en voz baja:

—¡Ya lo tengo!

Me indicó que me acercara. Estaba sentada a la mesa del fondo, y supuse que, o acababa de meterse un montón de cocaína, o había vuelto a comer donuts. Al ver las delatoras manchas en la servilleta, busqué con la mirada el envoltorio, pero Laura era una experta y lo único que podía incriminarla eran unas cuantas migas.

—¿Qué es lo que tienes, aparte de un atracón de azúcar que no has compartido?

—No —lanzó una rápida y elocuente mirada hacía el suelo, y añadió: —Ya sabes.

Tenía una bolsa a los pies. Era marrón y no tenía ninguna marca, era de ésas en las que suelen enviarse las revistas porno.

De repente, me di cuenta de que era el Blackjack. Teniendo en cuenta todo lo que he hecho a lo largo de mi vida, debería ser incapaz de ruborizarme, pero por desgracia, me pongo roja como un tomate a las primeras de cambio. Sentí que el rubor se extendía por mi pecho, mi cuello, y mi rostro.

Laura se echó a reír, y me dijo:

—Es fantástico, hasta te he comprado pilas nuevas.

—Gracias, pero seguro que podría haber esperado hasta llegar a casa.

—Quería que pudieras utilizarlo cuanto antes. Qué mona, estás roja como un tomate.

—Genial —dejé sobre la mesa las carpetas que llevaba y agarré el paquete, que era más pesado de lo que esperaba. Al igual que la bolsa en la que lo había traído, no tenía ninguna marca identificativa. De repente, se me pasó una idea por la cabeza, —No lo has... probado, ¿verdad?

—¡Claro que no, Jen! ¡Qué asco!

Me eché a reír al ver su cara de repugnancia, y le dije:

—Tenía que preguntártelo, por si acaso.

—¿No vas a abrirlo?

—Aquí no.

—Jo, venga...

Laura debería ser catalogada como una fuerza de la naturaleza, es imposible resistirse a ella cuando está empeñada en algo. Con sólo lanzarme una de sus miradas, consiguió que mis dedos empezaran a abrir el paquete.

—¿Es que sabes usar el truquito Jedi para controlar mentes?

—Mmm... Obi Wan está para comérselo.

—Dios, eres una pervertida —le dije, mientras abría la tapa de la caja.

—Es que Ewan McGregor está muy bueno... ¡venga, sácalo!

Recorrí la sala con la mirada, pero seguía estando vacía. Tampoco se oía a nadie en el pasillo. Bajé la mirada hasta la caja, y acabé de abrirla. El Blackjack estaba envuelto en plástico de burbujas. No parecía demasiado sexy; de hecho, si no hubiera sabido de antemano lo que era, habría pensado que se trataba de una vela grande o algo parecido, en vez de un juguete sexual.

—¡Sácalo!, ¡vamos a verlo! — dijo Laura, entusiasmada.

—Creía que ya lo habías visto —le dije, mientras apartaba el plástico.

—¡Oh! Es tan elegante, Jen... igual que tú.

—¡Laura;los vibradores no son elegantes!

—Éste sí.

Dentro y Fuera de la CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora