Harry: El perrito y la cerveza me parecen bien, pero no hay nada de que hablar.
Andy: Si tú lo dices... pero la oferta queda abierta para cuando quieras.
Harry: Ya lo sé, papá. Y te lo agradezco -pasó el brazo por los hombros de su padre-. Vamos a comer. Me estoy muriendo de hambre.
La furgoneta de envíos llegó a la casa de _____ a la mañana siguiente. Mientras firmaba el recibo, se fijó en el sello de Flagstaff. Bueno, al menos no le había mandado otro ramo de flores, la segunda vez le hubiera costado mucho explicarlo.
En cuanto se despidió del conductor, cerró la puerta y rasgó el papel del paquete. Dentro había un par de guantes de una piel increíblemente suave. Se los puso y notó que eran demasiado grandes para ella, pero dentro de uno de los guantes encontró una nota.
Querida _____.
Los vi en unas rebajas. Podría haberlos llevado el sábado por la noche, pero he decidido mandártelos para que pases las próximas treinta y seis horas imaginando lo que sentirás cuando me los ponga y recorra todo tu cuerpo con mis manos. Mientras tanto, disfruta de las margaritas.
S.
Con un grito de frustración, se los llevó al pecho. ¡Qué hombre tan diabólico! Qué maravilloso y provocador. Sonrió para sí misma. Aquello era por haberlo torturado por teléfono. Se puso un guante y lo deslizó por el brazo desnudo. Oh, Dios.
Debbie: Hola, hola. ¿Puedo pasar?
_____ se levantó justo cuando su madre abrió la puerta principal, que siempre estaba abierta. Era una costumbre que no había tenido sentido cambiar. Hasta el momento... Con el corazón acelerado como si la hubieran sorprendido con el frasco de la mermelada, se metió la nota de Harry en el bolsillo y esbozó una sonrisa de bienvenida.
Tu: Hola, mamá. ¿Cómo te va?
Debbie: Hace días que no he sabido nada de ti, así que decidí pasarme para averiguar tras lo que andas. Hija, tienes una cara más culpable que un pecado. ¿Qué es lo que está pasando?
Tu: Nada, mamá.
Debbie Lambert era una mujer baja, regordeta y bonachona. _____ no quería que perdiera ni un gramo de peso, pero sí un poco de su sagacidad.
Debbie miró la mesa con los restos del paquete y después los guantes, uno en la mano de _____ y otro contra su pecho.
Debbie: ¿Qué es esto, una broma? ¿Guantes en medio de una ola de calor?
_____ pensó con rapidez.
Tu: Eso es. Me los ha enviado Harry desde Flagstaff como para decirme: "mira qué frío Estamos pasando aquí mientras ahí se están asando".
Debbie lanzó una carcajada.
Debbie: típico de Harry. Y si no te conozco mal, ya estás planeando vengarte en este mismo instante. Sólo espero que no le vuelvas a meter hormigas en la cama. Norah se pasó una semana para sacarlas de la casa del rancho.
Tu: No, no serán hormigas. Creo que le soldaré las botas a los estribos o algo así.
Debbie: Bueno, prometo no contarlo. ¿Quieres comer?
Tu: Sí, claro.
Había pensado pasar el día transformando la habitación, pero lo retrasaría para después del almuerzo.
Debbie: Bien, estaba pensando que dentro de poco ya no podré pasarme por aquí a invitarte a almorzar, así que aprovecharé el tiempo que te quede.
_____ se acercó y le dio un abrazo a su madre.
Tu: Volveré cada vez que pueda. Y papá y tú tienen que ir a Nueva York a visitarme.
Debbie: Oh, lo haremos..., pero no será lo mismo. ¡Dios, qué suaves son esos guantes!
_____ se había olvidado de que todavía llevaba uno puesto.
Tu: Hum, sí. Puede que los use en Nueva York.
Debbie: ¿No son un poco grandes para ti?
Tu: Sí, bueno, pero es el detalle lo que cuenta.
Debbie: Sin duda, Harry quería torturarte mientras él disfrutaba del aire fresco de las montañas y ni se molestó en ver si te valían o no. ¡Hombres!
Tu: Son unas sanguijuelas todos ellos.
Debbie: Pero no podríamos vivir sin ellos.
Tu: Supongo que no.
O eso estaba descubriendo _____. Aquellos se estaban convirtiendo en los tres días más largos de su vida.
Debbie: Si me disculpas, me refrescaré en tu cuarto de baño antes de que nos vayamos.
Tu: Claro.
_____ dio gracias a Dios por no haber empezado la renovación de su habitación. Las sábanas de satén serían muy difíciles de explicar, por no hablar de los espejos en las esquinas que pensaba instalar.
Debbie: ¡Ah, ésas son las flores que te mandó tu directora! -Dijo al pasar por la habitación camino del cuarto de baño-. ¿Por qué no las pones en la sala?
Tu: Quería disfrutarlas ayer antes de meterme en la cama.
Los rumores corrían rápidamente en aquel pueblo. Harry y ella tendrían que tener mucho cuidado, pero tenían práctica en la conspiración. Quizá ese proyecto de verano fuera una extensión de los secretos que habían compartido durante años.
Pero entonces miró a los guantes. No, no lo creía.
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