CAPITULO 42

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Harry: Júrame que no se lo dirás nunca a nadie.

Tu: Te lo juro por la tumba de Tutankamón -Alcanzó el control remoto y subió un poco el volumen; la percusión era cada vez más insistente-. Ahora hazlo, Styles. Hazme retorcerme.

_____ intentó aparentar una calma total reclinada contra los cojines esperando a que Harry se desnudara, pero por dentro estaba ardiente de anticipación. El no tenía ni idea del cuerpo tan precioso que tenía.

Llevaba una camisa de manga larga vaquera incluso aunque era verano. La mayoría de los vaqueros usaban camisas de manga larga para no arañarse con las ramas. Si hacía demasiado calor, se enrollaban las mangas, pero esa noche Harry llevaba los puños abrochados.

Lentamente, se los desabrochó ejecutando los movimientos habituales con tentador cuidado. A _____ se le aceleró el corazón. Realmente iba a hacer aquello por ella.

Dio un sorbo a su vino cuando tiró del primer corchete de la camisa sin apartar la mirada de ella para seguir uno a uno hacia abajo. Cada chasquido de un corchete era como la llama de un fósforo. _____ ansiaba que llegara el siguiente, ver cada sección nueva de piel a la vista.

Harry se sacó la camisa con languidez de los pantalones y la dejó colgando abierta. _____ esperó a que se la quitara, pero como para torturarla, se acercó despacio a una silla y se sentó. Se quitó una de las botas lentamente y después la otra, seguida de los calcetines.

«Se está desnudando porque va a hacerme el amor». La idea la envolvió como una caricia humedeciéndola de necesidad.

Él se levantó y se acercó a ella entonces.

Harry: He pensado que este juego se puede jugar entre dos.

Tu: ¿De verdad? – Le susurró con voz sensual.

Harry: Hiciste un buen trabajo por teléfono. Si te desabrochas ahora el sujetador para mí, podré verte.

_____ se estremeció. La oscuridad la había protegido durante su primer encuentro y la distancia y el teléfono en el segundo. Deseaba ser descarada y atrevida esa vez, experimentar las maravillas que sólo había leído. Y Harry le estaba pidiendo que lo hiciera.

Siguiendo sus pasos, apuró el resto del vino y posó la copa al lado de la de él.

Harry: Y hazlo despacio -murmuró él.

Con el corazón desbocado, se recostó contra las almohadas y extendió los dedos sobre el cierre de las dos copas de satén. Entonces esperó hasta que él se quitó la camisa y pudo admirar por fin su escultural torso.

Estaba magnífico. No le extrañaba que le hubiera gustado tanto pelear con él de adolescentes. Pero ahora deseaba más.

Harry se levantó con las manos en las caderas y enarcó las cejas indicando que le tocaba a ella.

_____ presionó el cierre y cuando cedió, lo sujetó mientras se deslizaba un tirante por el hombro. Después le siguió el otro con la misma lentitud. Lenta, muy lentamente, dejó que la prenda se abriera dejando sólo la perla y las margaritas. La cadena de flores se quedó enganchada en un pezón haciendo que se endureciera. El instinto le hizo frotarse el otro con las margaritas para erizarlo también.

La mirada de Harry se ensombreció y contuvo el aliento.

_____ se detuvo y dirigió la mirada a la hebilla de su cinturón.

Sin apartar la vista de sus senos, Harry abrió la hebilla y sacó despacio el cinturón de las trabillas.

Harry: Ahora, tócatelos -susurró.

El corazón se le aceleró un poco más. Deslizando las manos por la caja torácica, _____ sujetó el peso de sus senos y los alzó como ofreciéndoselos. Entonces deslizó los pulgares hacia los pezones y empezó a acariciarse.

Harry: ¡Oh, _____!

A Harry le temblaron las manos cuando se desabrochó los vaqueros.

El efecto de sus pulgares deslizándose por sus pezones mientras él la miraba fue increíble. La sensación descendió hasta el vértice de sus piernas, donde la palpitación exigía satisfacción. Ahora que _____ sabía lo que significaba la plenitud, la deseaba de nuevo.

Harry se quitó los pantalones y los calzoncillos de una sola vez sin medir ya sus movimientos.

La imagen de su cuerpo excitado le hizo lanzar un gemido a _____. Su deseo tenía una forma ahora y sentía una vaciedad por dentro que él podría llenar. Más que alivio necesitaba que la llenara.

Harry se acercó al borde de la cama.

Harry: Dijiste que ibas a darme de comer.

Tu: Sí -tenía la respiración agitada-. Lo que tú quieras.

Harry: Me gusta oír eso -dijo con voz ronca apoyando la rodilla en la sábana de satén-. Ya veo lo que quiero.

Con delicadeza, le quitó la mano de un seno y la reemplazó por la suya.

Ante la caricia recordada, el corazón se le desbordó por completo.

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