6: I would only have wanted to see you one more time. 🌹

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     Colmillos con el tamaño de una torre, alas vigorosas, enormes, brillando con el choque del sol, destellando colores arco iris ante las escamas, dando una imagen de criatura imponente mientras sus dos enormes alas se abrían y cerraban para mantenerse en el cielo. Reflejando ser tan incansable, y si por defecto, las puntas de tus dedos llegaban alcanzarlo, te disolverías en polvillo por sus ojos, reclamando los cuatro puntos cardinales como único monarca de aquí.

    Frívolo, buscando con la mirada algo sin tener un efecto fructífero. Aquellos ojos incandescentes chocaron con un pequeño jardín, donde una mesa no cesaba de temblar.

    En un movimiento parabólico, asustando a todo pueblerino espectante del cielo, rugió acobardando a cualquier brillante caballero, quien intentaba lanzar tristes flechas sin lastimar su preciosa coraza. Evitando los cañotazos, escuchando como hombres escapaban tal vez con niños en brazos.

     Se alcanzaba a distinguir algunos gritos por parte de valientes hombres, sin embargo, aquel dragón parecía ignorar la existencia de todos, que al mismo tiempo, destruía cada flor en el camino.

     Detonaba estar molesto. Enojado quizás, Steven no lograba descifrar el códice por completo de las facciones del dragón. Ni siquiera el porqué intentaba descubrirlo, debería estar huyendo por la vida de Connie y la de él. Tal vez era esa absorta melancolía que desprendía en cada rugido la gran criatura. Steven podía asegurar que la majestuosa bestia decía algo, pero las palabras no escapan con claridad del hocico del dragón.
«¿Sabrino?, ¿Celestino?, o, ¿... Sátiro?», fueron las palabras que pudo "distinguir" entre tanto rugido, ninguno daba explicación alguna que fuese clara.

—¡Majestad! —con voz rasposa y un notorio agotamiento, el caballero, si se le puede decir así, conocido como Perla, general de casi todos los batallones del reino del sur, con un sin fin de victorias en su historial, buscaba entre arbustos a su majestades en objetivo de ayuda —¡venga por aquí por favor! —Steven sin perder más preámbulos, tomó de la muñeca de su prometida, quien se encontraba en un miedo sorpresivo.

     Cuando Steven y Connie lograron llegar al caballero, llenos de miedo ante lo desconocido, siguieron los pasos lascivos del Perla, la armadura de metal parecía ahogarle. Las paredes hacían vibrar los rugidos del dragón, ocasionando temblar a la princesa. El príncipe no pudo evitar sentir un extraño sentimiento de dulzura en él, le parecía dulce la manera tan inocente y frágil que es su majestad en ocasiones efímeras. Pero, nada más.

     Recorrían un pasillo oscuro, donde el objetivo era llegar hasta lo profundo del castillo. Steven cerró los ojos con pesadez, no quería imaginar la situación en la que se encontraba el pueblo, o los llantos, pero no importaba, su imaginación era tan fuerte, que las imágenes golpeaban su conciencia. Perla debía llegar a las afueras de la ciudad y trasladar a ambas majestades a un lugar seguro, no dejaría que tocaran a Steven, le había jurado a la persona que la sacó de la oscuridad, que daría su vida a él. Y así lo haría, a costa de su honor.

—Steven... —susurró Connie, el príncipe podía distinguir el miedo en sus ojos. Aún se encontraba sorprendida, nadie hubiese imaginado que en un momento tan tranquilo, donde el silencio gobernaba junto unas dulces tazas de té, se llegaría a oír el llamada a proclamación de un destructor.

—Vamos a estar bien Connie. Tranquila —simplificó de modo tierno, mostrando un semblante sereno, ocultando cualquier miedo o pánico, ¿de qué servía estar asustado ahora? Nada, sólo para ocasionar más pánico.

    Después de mucho avanzar, una puerta bañada en una enredadera de plantas y polvo obstruía el paso a segur.

—Esperen por favor —. Perla desenredó la puerta al parecer hecha de madera vieja, que al abrirse, se adentraron un par de rayos del sol. Perla examinó la zona, el bosque daba continuación después del reino, sólo a un par de metros. —Está libre.

Caminaron con cautela, por varios minutos tuvieron la sensación de ser observados en silencio.

     Sintieron una oleada abrazadora. Calor, el vestido abultado de Connie se movió al compás del viento provocado por la criatura, la espada de Perla parecía atacar el aire sin alcanzar lo deseado, la desesperación dominaba a ambas, Steven ya no era sujetado a la gravedad. Cada vez que el dragón elevaba su altura, Steven sólo veía a dos hormigas en el suelo.

Quién diría que iba a morir a causa de un dragón, si no iba a ser esa la causa, moriría por caer a tal altura. Recordó un par de labios suaves como piernas salvajes y suaves.

Sólo hubiese querido verte una vez más... —cerró sus ojos a culpa del cansancio y conmoción.

***

     No importase cuanto volase, no interesaba cuanto estirase su mano, no lo iba alcanzar, porque aunque ella fuese alguien veloz, no podía compararse a la rapidez de un dragón.

—¡Joder! —Lapis descendió su vuelo hasta llegar con Connie, a resguardarse en su hombro y cabellera oscura.

—¡Lapis!, n-no pudiste... —Connie le miró con aflicción. Perla agachó con apeno la cabeza.

—Lo siento su majestad, es demasiado rápido —dijo el hada. Recordaba a detalle la mirada de terror de Steven, así como las llamas ardientes y mirar agotado del dragón. Pues ya lo había visto una vez.

—Está bien. Tenemos que planear algo.

Fin del capítulo 6.

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