19: Voces pasadas. ❄

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—Yo también esperaba eso —Lapis suspiró.

—Lapis, está bien. Deja de culparte a ti misma. No todo fue tu culpa —Jasped agradeció decir algo no estúpido.

—En eso tiene toda la razón, joven padrino mágico, ¿de quién es la verdadera culpa? ¿Quién inició el ardor y la destrucción de un reino y más de mil vidas? ¿Usted podría decirme?—Flourite se acercó al padrino, susurrando lo último dicho.

Jasped sintió su pecho arder ante las palabras lentas del mago, intentando fervientemente en no decir nada.

«Qué fuerte», pensó el mago.

—¡Pero como dije, no estamos para eso! Si no mas bien para ayudar a un príncipe.

—Es necesario que Steven vuelva a su forma natural. O su propia familia lo matará. Además pronto se casará con una princesa, es indispensable su presencia para muchos —Lapis observó el suelo, recordando —. Llevarlo así es un riesgo mortal, un dragón mata sin razón aparente al momento.

—Te equívocas, Lapis —Flourite tomó un libro de la mesa donde minutos antes estaba Lapis —sólo los dragones falsos matan, los dragones nacidos como tal, engendrados por alguien de la especie dragona son seres armónicos. Tristemente los humanos no lo saben, y al momento de ver un dragón los asesinan.

Él se acercó al par de seres con alas, abrió el libro justo en el centro donde un par de dibujos lo ilustra. En la primera página hay una estructura humana, con una flecha señalando una mancha roja, en la siguiente hay un dragón enorme grisáceo. Hay signos en cada esquina.

—No entiendo nada de lo que dice —dijo Jasped. Odiándose de nuevo.

—Es hechicería negra, hay gente muy mala en esta vida. Los hechiceros saben de esto. Un hechicero realmente poderoso con los ingredientes correctos puede materializar cierta sustancia hasta convertir a cualquiera en un dragón, se necesita un huésped para hacer reaccionar el encantamiento.

—¿En qué se convierte el encantamiento? —preguntó Lapis.

—En lo que sea que quiera el convocador. Un brazalete, algún arete, inclusive comida, aunque ése no es muy recomendable, ya que cuando el portador tenga que hacer sus necesidades volvería a su forma humana.

—¿Qué diferencia hay entre un dragón normal con uno convertido? —Jasped detalló la mancha roja.

—Un dragón que fue humano no es capaz de soportar una temperatura tan alta como la que nació dotado un dragón de verdad. Uno de los ingredientes indispensables para crear el encantamiento es la ira, no importa cuál sea, aquella emoción será incrementada por mil al portador. ¡Lo más triste es que ese dolor no es de él! Aquel sentimiento no le pertenece. Y su anatomía humana no tiene las propiedades para soportarla, ni la ira ni el fuego que la bestia puede crear. Controlarse es como obligar a una persona a respirar en el agua, imposible.

—Pero Steven no ha hecho nada malo, Steven ha sido un lindo dragón —Lapis frotó sus manos, haciendo nacer la imagen de los ojos del príncipe —, ¡también está Rubí! Rubí sabía controlarse, no era malo... Hasta que...

—Ha eso quiero llegar —el mago sonrió —. ¿Qué tenían en común el amante de Zafiro, Rubí y el príncipe Steven?

—Ambos eran rojos —afirmó Jasped.

—Sí, es cierto, pero hay más.

—Bueno... Cuando estuve con Rubí, Zafiro siempre estaba a su lado... —Lázuli cansada de pensar exclamó: — ¡no sé! Yo no sé nada.

Flourite detalló las facciones de sus ambos invitados, resalta la intriga, se habían preparado para éste momento hace mucho tiempo, sin embargo, algo cambió, parecía que la ruta del destino tomó un camino distinto al predicho. Ellos no saben si es bueno o malo.

—Nuestra querida Lapis, nos has dicho que el futuro rey del sur se casará, ¿cierto?

—Ésa es la misión en la que se me ha encomendado.

—¡Ah, las hadas madrinas! Ayudando a los infelices...

     El mago tronó todos los dedos de sus manos. Entonces, en un parpadeo, Jasped se volvió una piedra anaranjada brillante justo donde estaba sentado minutos antes.

—¡Jasped!, ¿qué hicistes, Flourite?

—Necesitamos hablar en privado contigo, y tenemos tan sólo unos minutos antes de que tu amigo vuelva a su estado normal.

—¿Qué?, ¿por qué?

—Lo que tiene en común el príncipe Steven y Rubí —Lázuli paleció —ambos estaban enamorados, y el amor es una fuerza misteriosa como poderosa, más que cualquier otra. La ira no es la excepción si se enfrenta ante el amor. Pero ésta no funciona por si misma. Se necesita de dos, aquella bella emoción debe ser recíproca para que pueda combatir ante tal maldad —las palabras de Flourite salen lentas y amenazantes a lo contrario de como deberían salir —Zafiro amaba a Rubí, así como Rubí amaba a Zafiro. Entonces... Empezamos a dudar si realmente me has dicho todo, nuestra estimada Lapis.

—Yo...

—Quizá no debimos usar el suero de la verdad en Jasped, tal vez debimos usarlo en ti. Lapis Lázuli, ¿te enamoraste del príncipe Steven? Preguntar si hay alguien más sería incoherente, pues sabemos que el dragón sólo ha estado contigo y Jasped, la verdad no creemos que el príncipe sienta atracción por él. Aunque, una joven rebelde, con vocabulario mal expuesto, que no le respete y belleza encantadora es una criatura desconocida ante alguien sucumbido en la realeza, ¿y a ti, Lapis?, ¿qué te parece un joven refinado? Con modales expuestos y torpeza en la sociedad.

—No caeré ante la torpe red del amor, mago Flourite, eso se lo puedo asegurar. Steven se casará con la princesa Connie cueste lo que cueste —aseguró el hada —las reglas se hicieron para mantener un orden.

—¿Y has seguido ése orden?

—Hago lo mejor que puedo —Lapis escuchó el suspiro de cansancio de su antiguo amigo.

—A nosotros no nos conviene comunicar todo esto a las Diamantes. Por nosotros, la verdad quería saber. Veo que prefieres seguir órdenes que hacer lo correcto.

     El hada sintió su pecho hundirse, miró al mago que le miraba decepcionada, el sillón resplandeció haciendo que Jasped volviese en si.

—¡¿Dónde estoy?! ¡¿Y Steven?! —exclamó preocupado el recién aparecido.

En ése instante una cría bebé voló por encima de Lapis, en su hocico cayó un líquido amarillento. Habían ignorado la presencia del tierno ser un largo tiempo, quien él mismo hizo su pequeña travesía silenciosa en el lugar. Velozmente el mago tomó a Steven en sus manos con una ternura abrazadora. El lugar se llenó de un humo espeso. Lázuli entró en pánico al notar que su piel se desvanecía.

—¿Qué le está pasando? —Jasped temían tocar aquel vapor amarillento.

—Nada... —susurró Flourite —Bueno... En realidad.

      Cuando el humo se disipó por completo, Lapis agradeció sentirse completa, se acordó cuando aún estudiaba en la escuela, donde la mayor parte del tiempo todos sus brebajes terminaban encima de ella. Creyó que perdería un brazo o algo por lo cual extrañar. Respiró relajada, al ver los semblantes de sus acompañantes volvió a entrar en pánico.

—¿Qué me pasa?, ¿tengo un cuerno?, ¿o algo peor?, ¡una enorme nariz! —negaron, Lapis se tocó su nariz, pero sus manos ya no tenían los pigmentos azulados que tanto la representaban, eran blancas, en la punta de sus yemas un suave rosa nace —. ¿Qué esto? —Tomó la taza del mago quien no negó dársela, en el líquido verdoso se vio a ella misma, pero con rostro pálido y cabellos marrones —¡¿Qué me pasó?!

—N-nada —le contestó Flourite —. Ahora eres un humano.

Fin del capítulo 19.

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