37: Hielo y Fuego. 🍎

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—Qué... —fue lo único que dijo, la impresión la dejó sin palabras. Detrás de ella, había una enorme pared cristalina, el portal.

—Como verás, la reina Zafiro tenía cosas por ocultar. Pero seguramente no es la única —afirmó.

—¿Cómo pudo hacer todo esto?, ¿por qué no te estás muriendo de frío?

Por primera vez desde que Perla conocía a Rubí, le vio reír. Mas ella no conocía toda batalla que el joven Rubí sufrió para llegar hasta el día de hoy, ni de su misión que lo mantenía vivo.

—Tengo una temperatura corporal más alta que la de ustedes. A tu otra pregunta, mi reina no podría crear todo esto, sólo lo encontró. Es un lugar muy lejos, ni volando se llegaría aquí, créeme, es un sitio muy importante para mí.

—No dudo de tu palabra. Pero, ¿qué buscamos aquí? Te lo imploro, dime de una vez, la duda está comiéndome viva.

Él titubeó, su afable corazón pareció susurrarle que se fiase de ella, de la hermosa mujer parada junto a él, porque entendía la lealtad en todos sus sentidos. Al final de cuentas, la historia sería contada, la verdad se sabría tarde o temprano.

—Reconozco que eres una mujer increíble, la lealtad es un concepto del cual sabes corresponder, has de orgullecer a tu reino — exhaló —. Y el hecho de que tus reyes me proporcionaran ayuda en esta descabellada investigación y su silencio en lo que a mí respecta me parece acto de humildad, y de verdad hubiera querido poder decirles más sobre lo acontecido con el príncipe Steven e inclusive poder haberle agradecido personalmente su gran ayuda por quitarme aquella gema encantada, sin embargo, era más conveniente mantener mi existencia en el anonimato.

—¿A qué quieres llegar con todo esto?

—Que incluso yo no entiendo lo que pasó hace diez años, que lamento ser un idiota por no haber podido regalarles información relevante... Por ser tan inútil. Pero aquí, en este bosque que llueve nieve, fue el último lugar en donde vi a Zafiro.

La general de las tropas del Sur enmudeció.

—¿A-aquí? ¿La misma reina Zafiro que se decía había muerto porque un dragón la lanzó de un barranco y que su reino la culpó de ser una bruja oscura?

Rubí frunció el ceño con una molestia latente.

—Zafiro no es una bruja, no tiene nada que ver con esas criaturas insolentes..., además, yo jamás lastimaría a Zafiro... Primero me enterraría un puñal en el corazón que herirla.

—Lo lamento —disculpó Perla.

—Ya no importa —Rubí abrió los ojos de súbito, como si recordara algo —. Casi se me olvida, aquí el tiempo ocurre diferente.

—¿Eh?

—Sí, creo que es algo mágico. Horas en este sitio pueden ser días en los reinos que conoces. Sigo sin saber cómo funciona eso, pero, ¿qué se le va hacer?

—Entonces hay que darnos prisa en hallar a la reina Zafiro.

—Eso sin dudarlo.

Rubí dio un paso grande, intentando no ser hundido por los montículos de la espesa nieve, iban en camino a una colina.

—Rubí, ¿por qué la reina Zafiro estaría aquí? —él le miró, después dijo:

—No está aquí por voluntad propia...

—¡¿La tienen como rehén?!

—No, mas bien es un accidente, fue un accidente. Aquel día —comenzó a contar, refiriéndose al día cuando el reino del Oeste dejó de existir —una niña —rió sarcástico —, vaya, puedo recordar su nombre como si lo hubiesen gritado ayer. Kiki, aquella joven era la hija de una de las sirvientas de Zafiro. Ella de alguna forma logró entrar a la habitación de Zafiro y entrar al portal. Es incoherente, pero, yo no era consciente —Rubí talló su frente frustrado, acongojado —, ella empezó a gritar, en esos momentos la reina no estaba ahí para calmarme.

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