3: In a kiss. 🌹

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Recomiendo reproducir el vídeo, si no es de tu agrado sencillamente pausalo.

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***

     Quería meter su cabeza en una olla humeante de líquidos desconocidos de cualquier bruja, o que un lobo la triturase en sus colmillos hasta volverla papilla, la primera que llegase. El mismo coraje la había llevado a romper una de las más importantes reglas de hadas madrinas: no hablar con el pretendiente de la doncella. Debía parecer que el mismo destino los había juntado sin la necesidad de la influencia mágica. Pero la estupidez del príncipe la hizo enojarse hasta convertirse en cólera. Fue testigo del encuentro "accidental" de Connie y Steven. Creyó haber visto una chispa en los ojos de su majestad, sin embargo, aquello no fue más que una simple ilusión de graduarse de una vez por todas.

     Recorrió un largo camino desde pequeña, con el único afán de volverse hada madrina, el mundo o mejor dicho la academia le proporcionó una segunda oportunidad, sí, una segunda oportunidad en convertirse en su sueño. Se convencía a sí misma de que la vez anterior tuvo mala suerte al tratar de cumplir el deseo de una reina. Cuando estás a punto de graduarte, te dan cómo examen hacer el deseo de alguien realidad, es el último paso de seguir, y si ibas a trabajar en ello toda tu vida, entonces podías hacerlo. Pero salió mal. Negó repetidamente con la cabeza tratando de borrar las memorias de su primera misión fallida.

     Ésta vez iba funcionar bien, estaba segura. Escondiéndose en las decoraciones de la misma tapicería del castillo empezó a seguir al joven Steven. Aun no podía creerse que le había contado casi todo a él. Debía estar loca, no podía negar que aquel sangre real le brindaba una sensación de confianza inmensa, reflejaba ser tan sumiso y a la vez valeroso, curioso, quería conocerlo más a fondo, pero eso era solo tarea para Connie.

     Notó como el chico se acercaba a la joven con temor pidiendo disculpas, entonces... Esta la rechazaba hasta alejarse de la vista del joven. «¡No! Debo hacer algo!», así, esquivando caballeros de armadura, guerreros y damas de linaje real llegó al hombro del chico.

—¿¡Qué haces!? Ve por ella tonto —le susurró en el oído. A veces poder convertirse en tamaño de un insecto es benefactor.

—¿Ah... ? Yo... No creí que te vería tan pronto —argumentó el príncipe de cabellos reales.

—Es porque el príncipe azul es un tonto sin remedio —. Lapis acomodándose en su oreja y escondiéndose en los mechones oscuros de el príncipe, examinó la situación.

—No quiere hablarme. 

—¡Obviamente! Hiciste una idiotez, debes ir con ella.

—¿Y qué le diré?

—¡Tú sólo ve! Yo te ayudaré —Lapis se empezaba a acostumbrar al olor del joven, era como lirios salvajes mezclados a tierra mojada, tal vez era porque había salido al exterior hace un rato. El olfato de un hada es mas sensible que el de un humano.

—¿De verdad?

—Sí, confía en mí, y deja de hablar, creerán que estás loco. Y no dejes que ella me mire o lo volverás a arruinar.

     Con pasos temerosos, Steven se encaminó al paradero de la joven, quien se encontraba en el balcón de el mismo jardín. Se miraba molesta.

—Ah... Connie —llamó Steven.

—Qué desea su majestad —habló Connie con desahuciego en sus palabras.

—Yo... —quedó en pausa a no saber qué decir.

—"Quiero que perdones a éste estúpido quien a quedado más idiota al no saber qué decir ante tal belleza como usted", ¡di eso Steven! —le aconsejó la pequeña criatura en un susurro sólo audible para él, hizo eso.

—¿Enserio? ¿Por qué debería creerle? —preguntó incrédula Connie.

—¡Por que soy un bobo! Quien le teme a su propia sombra, pero al mayor temor; enamorarme de usted majestad, usted quien refleja ser tan inalcanzable y el tratar de evitar un dolor a mi corazón —aseguró el príncipe a la princesa con voz tranquila. Imitando las inaudibles palabras de Lapis.

—¡Oh Steven! Eso es tan hermoso —Le dijo Connie creyendo cada letra de la lengua de Steven.

—¡Ya la tienes Steven! —exclamó alegre Lapis, dejando salir una risita preciosa ante los tímpanos del príncipe.

—¡También creo que eres hermosa! No puedo entenderte completamente y quiero entenderte. Creas una extraña sensación en mi pecho y quiero averiguarla contigo. Deseo conocerte sinceramente —susurró inertemente Steven.

     Sin saber que aquellas recientes palabras no estaban dedicadas a Connie sino al hada que recién había conocido.

Pero Lapis no lo sabe.

—¿Enserio? —los ojos de Connie destellaban al mirar al futuro rey.

—Eso creo... —contestó Steven inseguro.

—Me has dejado convencida, vamos Steven —la joven cerró los ojos en espera de algo, ¿pero de qué? Steven no comprendía.

—¡Bésala estúpido! —susurró-gritó el hada.

—¡¿QUÉ?! ¡NO! —Exclamó asustado el chico. La joven había vuelto abrir los ojos —. Y-Yo necesito tiempo... ¡A decirle a nuestros padres! —fue lo único capaz de decir él ante la situación incómoda. Connie le pareció extrañamente perfecta la idea dejando solo al chico mientras ella iba al tocador a retocarse para hablar con sus padres.

—¡¿Pero en qué piensas tarado?! ¿Por qué no la besaste? —exclamó molesta Lapis, volviendo al tamaño normal del cual media para reclamar al príncipe.

—Yo no quería... —le dijo con apeno.

—¿Por qué?

—Ya sabes... No me hagas decirlo.

—¡Pero solo es un beso!

—¡Si! ¡Exactamente! ¡¿Sabes lo que significa?! —le cuestionó agitado, era la primera vez que lo miraba con cierta molestia detonando en Steven —. En un beso demuestras lo que sientes por una persona, es un momento íntimo donde puedes compartir tod... —fue callado, callado de una manera vergonzosa. Lapis había chocado sus labios en los de Steven al hacerlo callar, compartiendo su calidez, al separarse, dejaron un sonido tronador como despedida.

—¡Ves! L-Lo sencillo que es besar —. Lapis apretaba sus labios sin darse cuenta que intenta no dejar escapar el sabor del príncipe —. ¡No debes tener pena! Sólo es un beso, nada más.

—Ese era mi... —el rostro del chico tomó un color rosado profundo, dejando asustada al hada —primer beso...

—¡¿Qué?! ¿Enserio...?

—¡Sí! Te lo había dicho.

—¡No me dijiste nada!

—¿Steven? — en un chasquido, Lapis desapareció de la vista de ambas majestades en buen momento. O eso pensaba.

Fin del capítulo 3
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