24: Reencuentro indeseable. ❄

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     Steven oía las anécdotas del hada por nombre Peridot, exclamaba mucho, y cuando Steven daba alguna comparación con su vida cotidiana, Peridot quedaba el doble de maravillada por su mundo. Ignoraba el tiempo en el cual se había abstraído en simplemente platicar con el dulce ser, le era entretenido, y, aunque ya le había dicho su nombre a la criatura, esta continuaba diciéndole "humano" al solicitarlo. A Steven le fue curioso la textura de sus ropas, eran ásperas. Estar mucho tiempo sin usar vestimenta le ocasionó estragos. Pensó que los tres meses en los cuyos no hubo rastro de Lapis se compensaban ahora de alguna manera. Aún contenía dudas sobre la existencia de Lapis y las hadas. Mas él sabía perfectamente que no tenía nada que ver con ella, que ahora tan sólo lo ayudaba para volver a casa, en donde la esperaban sus padres y prometida.

     ¿Qué estarán haciendo sus padres ahora, en toda la semana en la que estuvo ausente? Razonó que, el lugar donde estaba ahora mismo, debía estar muy lejos de los cuatro reinos. Incluso, tal vez mucho más lejos que las islas vecinas de su país. Un aúpa de mortificación se alojó en su pecho, ¿cuánto poder tiene un hada como para haberlo llevado hasta aquí? Y, ¿cuánto poder tiene entonces un mago o algún otro ser? Si ellos son cuatro veces más fuertes que un hada. La verdad era, que Steven no sabía o tenía muchos conocimientos de los seres mágicos, ese era uno de los temas que sus tutores quisieron impartirle, ya que era de suma importancia conocer las costumbres de otras criaturas viviendo alrededor y en el mismo reino en el que reinará. Sin embargo, Steven prefería mil veces las clases de esgrima y caballería, el aprender cómo defenderse era más seductor que otras cosas, cuánto se arrepentía ahora. 

     A parte de todo lo anterior, debía buscar al joven de cabellos escarlatas, el mismo dragón carmín. Necesitaba preguntar qué ocurrió en el reino del Oeste, ¿dónde estaba su reina? ¿Quién lo convirtió en el monstruo del cual hizo perecer mil vidas?

El aire de la tarde era gélido. Se sorprendió al notar, que pese al aire frío de la zona, la vegetación continuaba tan bella y viva, los indicios del invierno debieron poner a dormir todo en su reino, pero aquí aún continuaba un aura primaveral, del cual posiblemente terminaría pronto.

—Steven llamando a casa, Steven llamando a casa —dijo Lapis, ¿cuándo había llegado?, ¿cuándo se fue Peridot?

—¡Lapis!, ¿desdé cuándo...

—¿Estoy aquí?, eres tan distraído que no te has dado cuenta cuando Peridot fue a su casa hace ya cinco minutos. No encontré a Flourite ni a Jasped, ¿dónde se habrán metido ese par de inútiles? —Lapis miró ensimismado a Steven— ¿En qué pensabas?

El príncipe la miró, no es capaz de acostumbrarse a la nueva apariencia del hada, quería internamente que se quedara así para siempre, aquel deseo egoísta perturbaba sus futuras decisiones.

—Pensaba en las muchas criaturas que habitan las tierras. En cómo estarán mis papás... Y otras cosas.

—No pienses mucho, puede hacerte daño.

—Lapis, ¿por qué quisiste convertirte en hada madrina? —preguntó Steven, impulsado por la cercanía del hada.

—¿A caso importa?

—Sí..., al menos para mí.

—¿Por qué, por qué tu interés hacia mi vida, Steven? —preguntó Lapis, perturbando los aún no consientes sentimientos del príncipe.

Mientras que, Lapis luchaba para que Steven dijera algo bobo, denigrando su deseo hacia él. Sus aún débiles sentimientos hacia el príncipe necesitaba debilitarlos, porque si no lo hacía, su trabajo se transformaría en una tortura continua.

—Yo... —el joven monarca buscó las palabras adecuadas para no parecer un bobo enamorado, temía parecerlo, error. Temía ser un bobo enamorado —. Deseo conocer un poco a la persona que ha salvado mi lamentable destino como un monstruo. Creo que es eso.

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