15: Mago. 🌹

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     Pensamos que tenemos todo totalmente controlado, que cada cosa que hacemos tendrá una reacción sí o sí. Equivocados no estamos, lo malo que hacemos es confiarnos de nuestros planes. Un buen plan saldrá perfectamente si nada es interrumpido, si nada inesperado se cruza por el camino. En un mal momento, irá todo mal, y culparemos al de enfrente. Ahora, ¿qué sucede cuando nada está preparado?, o no existe plan de emergencia. La desesperación te invadirá, la angustia te carcomerá, el no saber que acciones tomar te matará.

Lapis se encuentra encerrada en barrotes de dudas, acorralada con las serenas palabras de un no amigo. No puede decirle enemigo, tampoco amigo, ni conocido, porque no lo es, es mucho más. El verde ya reconocido de los árboles le estresa bastante. Acaricia el hocico de la gran bestia de fuego, como si todas sus inseguridades se pudieran desvanecer en su humo.

Necesita irse, existía un gran riego de que alguien pudiera venir y atacar al futuro rey del sur. Dispuesta a retirarse e ignorar las palabras del padrino mágico, se sube al lomo del dragón, cual proporciona un dulce calor.

—¿Enserio estás haciendo esto?, ¿acaso eres una niñita?, ¿me ignorarás?, ¡por favor, Lapis! No creo que estés en una situación para hacer eso —, exclamó Jasped, tiene tantas cosas que decir, imposibles de disipar, pero sabe que puede decir cosas innecesarias si se dejara llevar, se acercó a la bestia con cautela, quien gruñó en su presencia —necesitas ayuda para llegar ahí, si es que aún quieres encontrar al sujeto. Además no creo que se encuentre donde la última vez que lo vistes.

—¿Cómo lo sabes? —inquirió Lapis en el lomo de Steven.

Steven no perdió vista en Jasped, poco o nada sabía de él, sin embargo, había algo en Jasped que no lo dejaba tranquilo, quizá era porque refleja ser alguien realmente cercano a la pequeña y sensual hada lo cual perturba al príncipe.

—¡Oh Lapis! Estuviste diez años encerrada, ¿no es así? Y en diez años pueden ocurrir muchas cosas..., ayúdame a ayudarte.

—La última vez que me ayudaste terminé encerrada diez años en un cristal de hielo —contesto a voz gélida y severa.

El hada apretó su mandíbula apenado, no sabía qué decir o qué responder, sus acciones pasadas se estaban cobrando ahora, ahora con la joven quien más ama en éste mundo gobernado por seres mundanos. Jasped le miró determinado y mirar destellante.

—Sé que lo que hice tiene repercusiones en estos momentos, Lapis lamento decirte que no estoy completamente arrepentido de lo que llegué hacer —la joven hada crispó los puños sorpresiva, un viril coraje empezó a forjarse en su interior, Jasped lo notó —porque si yo no hubiese llegado a informar tu situación a las diamantes, tu ahora no estarías aquí, ¡lo sabes!, ¡sí! Fuistes aislada por muchos años, lo suficiente como para quedar ignorante de muchas cosas, tu ahijada pagó por cosas que tal vez no debieron ocurrir.

—No la guíe como debía...

—¡Pero tienes una segunda oportunidad!, ¿no es así? Lapis, permíteme ganarme tu perdón. Juro por lo más importante en mi ahora —, él apreció su corazón agitarse al ver los bellos ojos del hada —. Juro por ti, que no le diré a nadie sobre esto, que primero muerto que hablar, no volveré a herirte...

Ella no encontró rastro de mentira en sus palabras, en su interior lo deseó, así no caería en engaños, en dolor.

—Seguro tienes algo mejor que hacer.

—No más importante que tú —Jasped recordó al rey Kevin, dudó si continuar, poco duró eso. Recordó las soberbias palabras del monarca, en el dolor de cabeza que tendría si estuviera sirviendo a él, el camino que vislumbra junto a Kevin está lleno de baches y lodo —. Por favor Lapis, te conozco desde hace mucho, deja ya tu insensatez, puedo ayudarte, y quiero. El camino que estás recorriendo es muy riesgoso, estarías en suma ventaja si tienes a un hada reconocido para las diamantes si algo llegase a pasar, ¿no lo crees?

Aspiró fuerte, ¿ella tenía otra alternativa? Todo le costaba demasiado, no tenía ningún arma o mapa que le ayudase en un futuro cercano, Jasped en la actualidad era un padrino reconocido con renombre, si bien no podía confiar plenamente en él, podía usar ciertas cosas a su favor.

—Quiero ir a las montañas de cristal.

—Lo sé —respondió el padrino, tranquilo extrañamente —. Si no lo encontramos ahí, permíteme ser tu mapa.

Lapis cerró los ojos, diciendo dulces palabras, hizo que Steven le hiciera caso, emprendió vuelo, ella enfrente sintiendo cómo el dragón intentaba no perderle de vista mientras Jasped se mantenía a hombro de Lapis. Veían a la gente bajo ellos. El aire gélido pelaba su piel, no dijeron ninguna palabra, pasaron dos días donde se limitaban a conseguir alimento, sin saber, Lapis agradecía a Jasped por cazar animales feroces para que Steven tuviera algo en su gigante estómago. Esas veces, en donde el hada intentó crear más que una plática con Lapis, Steven creaba alguna distracción o alboroto para que Jasped no llegara a más con su dulce hada. Era egoísta, él lo sabía, sabía que no era sano enamorarse con su protectora, o cualquier cosa que ella iba a realizar. 

     Llegaron más allá de los cuatros reinos reinos, más allá que los navíos mundanos y carruajes humanos pudieron haber recorrido. El aire entremezclado a salado y a seres marinos se filtraba tras sus fosas, si no fueran quienes son seguramente cualquiera hubiera creído que están perdidos al ser presente de un mar interminable. A Jasped realmente llegó a preocuparse por el hecho de que un príncipe de los cuatros reinos esté ahora convertido en un dragón despiadado. O eso creería una persona normal, pues en sus ojos no era más que un dragón caprichoso y egoísta. Había algo que destetaba fervientemente Jasped sobre la bestia. Steven era capaz de crear una preciosa sonrisa sobre los labios de ella sin la necesidad de decir palabra alguna. Con sólo ser él era suficiente.  

     A la distancia se puede apreciar un punto destellante sobre el mar, como una estrella a la intemperie. Cuan mas se acercan se pueden ver pilares enormes de una especie de vidrio. Entonces, ya a la redonda, pilares, suelo y montañas de cristal se pueden apreciar, todo brilla de forma majestuosa, demostrando su potencial a nada. Una isla. Cuando tocan el suelo, parecía flotar, colores arco iris estampan sus ojos. Ninguno muestra sorprendido, a excepción de de Steven, observa fascinado cada árbol de color esmeralda que se encuentra en su camino. 

   Pasan horas caminando en el desconcertante lugar, ningún ruido se oye, sólo las respiraciones de todos ellos. Una casa de cristal con tonalidades atardecer es a donde dan fin a su caminata, no más grande que un sauce pero ni tal pequeña como un elfo, con preciosas puertas, en la estructura se muestran rasguños, abolladuras fragmentadas y dos pilares derribados cerca de la casona. 

—Algo casi destruye la casa del mago —dice Jasped. 

 —No, alguien —contradice Lapis, con fuerza empujan las puertas del lugar, susurra un quédate aquí  para Steven, Jasped le sigue el paso al hada. 

    Ambos se adentran, los muebles —que son de pieles, madera y telas— están hechas un desastre, regados y rasgados. La decoración del suelo, los libros en el piso, las escaleras que llevan al segundo piso destruidas. 

 —¿Qué pasó...? —susurra Lapis.

—No lo sé... Pero al parecer el mago Flourite no está aquí. 

Fin del capítulo 15. 

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