32: A flor de piel. 🍎

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     Steven intentó guardarse todo aquel dolor que aún no explotaba por completo. En las noches, su garganta quemaba, como si intentaran clavarle una piedra caliente y áspera en su pecho, algo que claramente no debía estar ahí. Era preocupante, una incertidumbre a la muerte. En un mes sería la boda, en el jardín del castillo DeMayo. Los reyes se ahogaban en su júbilo, las reinas en esperanzas. Se posponieron muchos temas relevantes para sólo enfocarse en la fiesta. Se llamó al más reconocido sastre a que confeccionara el mejor traje de bodas para el príncipe. Se dieron invitaciones a todos los nobles, se llamaron a las floristas y cocineros.

El tiempo fluyó con naturalidad, e incluso, Lapis hizo presencia de existencia dos días después de lo acontecido. Está de más describir las dudas y cuestiones de la princesa Connie. "Tuve problemas en mi casa", le dijo Lapis a su ahijada, Connie quien era una joven de noble corazón, comprendió, para ella la familia es de suma importancia. La seguridad se dejó en manos del general Peede, ya que, la general Perla fue enviada a una misión solo sabida por los reyes del Sur y vagamente por la princesa Connie quien ahora está más ocupada en distintos asuntos.

El día de la boda, a las afueras del castillo habían un montón de carruajes con cocheros. Pajes ayudaban a salir a sus señoras del carruaje. Más de cien modistas fueron llamadas para crear el vestido de la novia, pero sólo un diseño fue escogido a regañadientes. La joven Connie, en una habitación esperando a que diese la campanada del medio día, se encontraba preparándose para su boda. Estaba nerviosa. Lapis le susurraba dulces palabras en su oído, apaciguando su corazón.

En la habitación está un maniquí, portador del vestido de la novia. Connie fue llevada con su madre, le iba a otorgar una joya familiar, típico de hacer en días de nupcias. Lapis la acompaña a todos lados e intentaba disfrutar la alegría de Connie. El cuarto ahora en soledad bajó de temperatura. El maniquí se congeló por completo a excepción de los muebles y cortinas. Al instante, el vestido quedó por completo en hielo. Un sujeto oculto de los pies a la cabeza por una especie de túnica negra tocó con la punta de sus dedos el hielo. Se quebró en mil pedazos. Entonces una ráfaga de viento crudo entró por la ventana, ahuyentando al misterioso sujeto que se disolvió en polvo, quedando de nuevo el cuarto en soledad.

Cuando la princesa Connie entró para colocarse lo único que le faltaba, casi se desmaya al ver su vestido torcido e inexplicablemente quebrado. Iba a llorara por su desgracia.

—¡¿Qué a pasado?!, ¿cómo es posible esto...? ¿Acaso merezco esta tragedia?, ¿qué hice en el pasado para merecer esto? —comenzó a decir indignada.

—Su majestad, yo no puedo disuadir o someter las decisiones de la gente. No puedo obligar a que alguien se enamore con magia..., sin embargo, yo sí puedo crear un vestido que aclame su belleza —le garantizó, Connie le miró curiosa. En seguida, fue rodeada por místicas gotas de agua hechas por Lapis. Connie ahora vestía un bello vestido aperlado, voluptuoso y digno de una princesa.

—¡Qué hermoso!, casi compensa tu ausencia, ¿cómo a salido el diseño? La idea —Lapis sonrió, miró los ojos de la princesa y sinceró:

—Si yo me fuera a casar..., mi vestido sería tan hermoso y sencillo como la luna. Acaparando todo el lugar con su insignificante estancia, pero tan importante para la vida.

—¡Es bellísimo!

—Igual quien lo usa. Sea feliz, princesa Connie —desapareció a esconderse entre las flores de la ceremonia.

***

Connie miraba a todo invitado sentado y a Steven parado rectamente con un distinguido traje de hebillas plateadas. Esperaba a su padre quien la acompañaría hasta el altar. De la nada, salió una anciana de aspecto humilde y le ofreció una manzana.

—No tengo dinero ni un estatus para poder regalarle algo fino. Solo un humilde obsequio, para el corazón de una hermosa joven enamorada. Espero y su prometido también le ame con tal fuerza.

—Es muy amable de su parte —la tomó con sus manos envueltas en guantes.

—Anda, cómela, traerá buena suerte.

Connie, inocente a la maldad que emanaba la anciana, la mordió. La anciana sonrió y dijo:

—Espero y realmente te ame.

Connie la vio irse, la manzana era demasiado dulce que el sabor quedó un largo tiempo en su boca y labios. Llegó al altar con su padre. Después de un tiempo, el padre terminó de hablar tanta palabra del respeto y amor. La expresión de Steven era fría, sin emoción, la princesa lo notaba. Fue el beso de matrimonio más corto presenciado.

Los invitados gritaron emocionados, los reyes de igual forma que por un momento no creyeron que eran ellos. Steven cae de rodillas súbitamente y de inmediato la reina Rose y el rey Greg se dirigen a su lado, le preguntan qué le pasa, pero Steven no escucha nada, todo está borroso. Le falta el aire, su rostro se pone pálido, finalmente cierra los ojos como un muerto en media ceremonia.

Fin del capítulo 32.

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