26: Atracción. ❄

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     Lapis, incapaz de pensar con claridad, fue fácilmente vencida por el guerrero de brillante armadura, miles de preguntas rondaban por su cabeza: ¿quién era el hombre frente a ella?, ¿a dónde a sido llevado el príncipe Steven?, ¿está a salvo?, ¿a qué lugar conllevaba aquel portal?, ¿saldrá con vida de ésta o no? Su forma tan patética no ayudaba para levantar sus ánimos, —ha de recordar que Lapis cree que la especie humana es débil a sus ojos— mucho menos su autoestima que se encontraba mancillada en estos instantes por la derrota recién adquirida. Aunque pensara ello, se debía dar créditos por sus buenos reflejos al haber esquivado cada ataque de su enemigo, que, sin escudo o espada le dio cara. Pero ahora lo único en lo que pensaba y sentía era si aquella punta afilada y destellante del arma del caballero atravesaría su yugular. Sus cabellos color castañas ocultaron sus rasgos, entonces el hombre comenzó a retirarse el yelmo del rostro con su otra mano libre, cubierta por un guante oscuro y notablemente áspero. El descubierto rostro se dejó mostrar por unos bellos labios moca, unos cabellos esponjados y ojos determinados de la princesa Connie Maheswaran. El hada quien ahora era un humano quedó estupefacta al encontrarse con la mirada de su ahijada. No articuló palabra, ni respiró, temía que la reconociera, que le preguntara por qué y cómo había conocido al príncipe.

Apretó sus labios y sus puños en frustración, aún incapaz de asimilar la compleja situación. La princesa la observaba a detalle sin hacer movimiento.

—¿Quién eres? —preguntó la futura monarca.

—Un simple humano —contestó Lapis, suavizado su tono de voz, siendo irreconocible.

—¿Cuál es tu nombre?, ¿cómo llegó el joven que estaba a tu lado?

—M-mi nombre lo creo irrelevante ahora..., ¿quién podría decirlo cuando una espada está tan cerca de su garganta y que se creé pronto será extinguido? —Connie, siendo preceptora de sus abruptas acciones bajó su arma dejando respirar a Lapis.

—¿Cómo llegó el joven aquí?

El hada lo pensó rápido, no podía permitir que alguien supiese del lugar en el que está:

—Lo he encontrado en las afueras del pueblo, herido y hambriento, como humilde pueblerina le he ayudado todo este tiempo. M-mi señora..., espero que no haya causado disturbios —dijo, intentado ser respetuosa y cordial en la sinfonía de sus palabras.

Connie dejó su postura de combate, sonrió y le ofreció su manos a Lapis. De inmediato Lapis se puso de pie, ocultado su rostro con su cabello.

—¡Por supuesto que no mi buena amiga!, lo que ha hecho a sido realmente generoso, le estoy eternamente agradecida por sus actos, a salvado la vida de alguien con suma importancia para mí y mi gente. Pido por favor el nombre de nuestra salvadora y de dónde es el lugar del cual recinto.

—Está..., muy, muy lejos de casa, no encuentro forma a la cual pudo haber llegado, somos un pueblillo olvidado. Soy simplemente una sirvienta del pueblo Hongo... Mi señora.

—¡Ah, pero que poco decoro he tenido! Aunque no se note, soy la princesa del reino del Norte, quizá no ha llegada la terrible noticia a su pequeño pueblo, hace una semana un dragón se había llevado al príncipe del Sur, mi prometido, de alguna manera, su mascota me ha traído hasta aquí —guardó silencio brevemente—. ¿Sabe por qué le digo esto...? Siento que puedo hablar fácilmente con usted y no hay rastro de maldad en sus palabras. Si me permite bella joven, ¿qué podría hacer por usted? —Connie cerró sus ojos, emanando tranquilidad.

—Haga feliz al joven príncipe —le dijo Lapis sin dudar, no entendía por qué su pecho dolía, tampoco por qué sus labios temblaban a cada aliento —se lo merece..., no lo conozco mucho, pero... Sé que no es alguien malo, que se merece ser feliz con alguien todo lo opuesto a mí.

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