Desde el suelo mexicano tú viniste
y te fuiste, y me dejaste solitario
para siempre y por siempre enredado
en la piel de una niña inasible.
Eras tú la que viajabas.Yo estaba
atrapado en mi país y en las grises
y remotas agonías de una sala.
Eras tú la que volabas, ciudad triste.
Yo buscaba sólo a Dios y apareciste,
y doblando de tu cerro la campana
que anunciaba aquel amor que fue imposible,
Hermosillo, en el viento navegabas.
Y a tu suelo una tarde te volviste.
Tan profundo te enterraste en sus montañas
que jamás volví a saber de tus confines,
ni de ella, ni de mí, ni de nada.