Corres como un río por mis venas,
mexicana terrible, hambrienta de más sangre.
Te me entras hasta el corazón, agujereas
todo a tu paso, derramándote implacable.
Me golpeas por dentro y por fuera.
Yo ya no sé cómo vivir mientras me muero
de amor, de soledad, de alegría y de tristeza
por ti y por la furia hermosa de tu pelo.
Vienes con los cuchillos oscuros de tus ojos
a enterrarte de un golpe. Me quedo
tan en carne viva si te veo
que de todo lo que tengo me arrancas al instante.
Qué vida sangrienta la mía, qué vida tan roja,
combatido por tus lejanos labios.
Muriendo como el peor de los soldados:
herido por el beso que jamás tocó mi boca.
Los ojos se me van detrás de ti. También las manos.
Me quitas hasta el blanco de los huesos.
Corriendo tras de ti, como caballos,
se van mis ojos a morir en tu cabello.