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COSAS DEL DESTINO

La grulla hecha con el billete de un dólar había sido un regalo de Christopher para Isaac el primer día que se conocieron, la hizo y se la regaló como gesto de gratitud por las risas y las cervezas compartidas aquel día, Christopher jamás se imaginó que podría llegar a conservarla después de tanto tiempo, nunca imaginó aquel gesto de su parte.

-¿La recuerdas?- Comentó Isaac aún con la grulla sobre la palma de su mano.

-Sí, la recuerdo... Pero, ¿cómo es que aún la conservas? ¿Por qué?- Christopher no salía de su impresión.

-Por ti.- Respondió Isaac con los ojos fijos en la figura. -Fue tu primer regalo y quería conservarlo.-

Aquel medio día había marcado la vida de Christopher, el día estaba cargado de grandes sorpresas y aquella era una de las más hermosas que estaban sucediendo, él jamás se habría esperado aquella confesión por parte de Isaac y sin embargo, allí estaban los dos, sentados uno junto al otro.

-Christopher- La voz de Isaac rasgó el silencio entre ellos. -¿Quieres al menos intentarlo?-La pregunta pareció desconcertar aún más a Christopher, giró su cabeza lentamente, pasando de la palma de la mano de Isaac con la grulla aún sobre ella a sus azulados ojos.

-¿A qué te refieres?- Preguntó con la cara llena de confusión.

-A nosotros... ¿Quieres ser mi pareja?-

Aquella pregunta, aunque no se la esperaba, era uno de los deseos más esperados por Christopher durante los últimos días y estaba formulada por el hombre que más le había gustado en todos sus años de vida, había llegado por fin, sin necesidad de explicaciones o de largas excusas, sin acorralar a nadie como alguna vez le llegó a aconsejar Britanny, simplemente fue un acto del destino.

-¿Realmente quieres que tú y yo formemos una pareja?- Christopher estaba atónito.

-Estoy totalmente seguro- Isaac guardó de nuevo la figura de la grulla en uno de los bolsillos de la chaqueta y se puso de pie con una radiante sonrisa. -Nunca en mi vida me había sentido más seguro.-

Ofreció sus manos a Christopher para ayudarlo a levantarse y Christopher sin objeción accedió, tomó las manos de Isaac y se puso de pie, las manos de Isaac parecían mucho más tibias que las de él al tacto, era evidente que él estaba mucho más nervioso que Isaac; una vez frente a frente, Isaac tomó con una de sus manos el mentón de Christopher y dejó plasmado en sus labios el primer beso entre ambos.

Sí, el cielo existe, y en aquel momento Christopher sentía que estaba siendo besado por un ángel, fue inevitable no culminar aquel esperado y perfecto primer beso en medio de un afectuoso y caluroso abrazo. Entre sus brazos, Christopher pudo sentir los desbordados latidos de su corazón, al parecer Isaac estaba tan emocionado como él.

-No quiero soltarte jamás.- Los brazos de Isaac seguían alrededor de Christopher con el más suave lazo de cariño y aprecio.

-Tenemos que ir a Chronos.- Balbuceo Christopher con una sonora sonrisa.

-Es cierto, el almuerzo con Amelia.-

Muy a su pesar, liberó a Christopher del abrazo, lo tomó de la mano y caminaron juntos hasta la motocicleta, le besó los labios nuevamente y se colocaron los cascos, Isaac montó la motocicleta para encender el motor, Christopher sacó de su bolso unos lentes negros y se los ofreció a Isaac.

-Podría ayudar a disimular los ojos rojos.- Le indicó.

-Tienes razón.- Asintió Isaac.

Se colocó los lentes y Christopher subió a la motocicleta, retomaron el rumbo hasta Chronos, donde debían encontrarse con Amelia para ir a la cita antes conversada.

Masacre en el ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora