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LA LISTA DEL TERROR

Aquella sensación de satisfacción y extrema felicidad no podía llegar a compararse jamás con ninguna otra experiencia vivida, las lágrimas de Aleck recorrieron de nuevo sus ojos, pero esta vez se debía a la inmensa felicidad que sintió al ver a Juan recostado sobre la cama de aquella habitación.

Pudo ver que Juan tenía el pecho descubierto, con un montón de gomas sobre él, estaba entubado, con un brazo enyesado y una de sus piernas parcialmente desarropada con una venda al rededor de al menos 20 centímetros de largo en la parte superior del muslo, tenía otra venda de igual grosor en el brazo izquierdo y en su ojo derecho un moretón verdoso.

Aleck se acercó a él con muchísimo sigilo tratando de no despertarlo, en caso de que pudiera hacerlo considerando su estado, las lágrimas lo ahogaron por completo y sentía que no podía respirar, no era para nada alentador verlo de esa manera y postrado en una cama, pero al menos lo había conseguido y seguía con vida.

Pasó tiernamente su mano sobre el brazo derecho de Juan, pero no hubo ninguna reacción de su parte, los monitores de la sala indicaban con luces y sonidos intermitentes el estatus en el que se hallaba, no tendría consuelo alguno más que esperar algún doctor para que le informara acerca del diagnostico y el estado en el que se encontraba Juan.

Los minutos transcurrieron un poco más deprisa, Aleck podía sentirse mucho más tranquilo, al menos estaba frente al amor de su vida y la pesadilla comenzaba a terminarse al fin.

Se recostó sobre un pequeño sillón que había en una de las esquinas de la habitación, pensó en relajarse un poco mientras aparecía el médico de guardia y le informaran de la situación, no quería apartarse de Juan después de todo lo que se había vivido en esas últimas horas y después de todo lo que le costó conseguirlo.

Aleck podía escuchar la tierna voz de una mujer que lo llamaba desde lejos, no distinguía muy bien aquella voz, quería afinar el oído para poder reconocer a quien le llamaba, mientras la voz se hacía cada vez más firme y mucho más cercana, un sublime zarandeó lo hizo despertar de golpe.

Frente a él se encontraba una chica que lo miraba confundida y de fondo un joven con bata blanca que examinaba a Juan, calló en cuenta que se había quedado dormido dentro de la habitación donde estaba hospitalizado su enamorado, se incorporó en el sillón y se limpió la cara con ambas manos.

-Disculpe, me he quedado dormido.- Dijo apenado.

-No se preocupe, ¿conoce usted al paciente?- Consultó la enfermera.

-Sí, claro, es...- Dudó un momento, luego miró a Juan y se armó de valor. -Es mi esposo.-

-Entiendo, le informo entonces de su estado.- La señorita abrió una carpeta donde poseía la información y comenzó a narrar el estatus de Juan. - El señor recibió tres impactos de bala, fue intervenido de urgencias para retirar los cartuchos, necesitó de ocho transfusiones de sangre y debido a todo esto ahora mismo se encuentra sedado para amortiguar todo el dolor y no despertará hasta mañana en la mañana.-

-Comprendo.- Mencionó Aleck con los ojos fijos en Juan.

-Ya que usted afirma ser el esposo del paciente, nos gustaría que llenara un formulario en la recepción de esta misma planta y si gusta podría pasar la noche en la habitación como acompañante.- Aleck asintió.

-Disculpe, tengo otros amigos que estuvieron en lo ocurrido dentro del club PLUS y me gustaría saber si se encuentran también hospitalizados aquí.

-Cuando se dirija a la recepción para llenar el formulario, encontrará publicada la lista con los nombres de los ingresados en la cartelera informativa.-

Masacre en el ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora