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UNA NOCHE DE TERROR

Christopher dio un salto hacia atrás hasta sentir la espalda pegada a la pared, el joven que estaba sentado en el suelo se puso de pié de un salto, ambos compartieron una mirada cargada de terror, fuera del cubículo volvían a reinar los gritos y el caos.

Las personas se aglomeraban dentro del último cubículo, la puerta seguía retumbando tras el forcejeo del asesino en su intento por abrirla, Christopher recordó a Juan, que estaba afuera del cubículo, probablemente sin percatarse del forcejeo en la puerta, asi que decidio a salir del cubiculo para buscarlo.

Inmediatamente escuchó una ráfaga de disparos que atravesó la puerta en forma de un arco, Juan estaba parado frente a Christopher y lo cubrió de algunos disparos, sin embargo, tres de ellos alcanzaron a Christopher limpiamente en la clavícula, el hombro y la pierna derecha; Juan recibió unos cuatro más en su cabeza, cuello, hombro y brazo izquierdo.

De manera automática Juan y Christopher cayeron al suelo y con ellos otro grupo más de personas que se encontraban detrás de ellos, los gritos y el pánico aumentaban de nivel, el tirador seguía jaloneando la puerta de manera aún más desesperada mientras gritaba improperios, estaba completamente decidido a tumbar la puerta para continuar con la casería.

El dolor era indescriptible, por primera vez Christopher pudo soltar el grito que mantenía ahogado en su pecho y sintió como aquel rugido le quemaba la garganta y el pecho, mientras que las lágrimas brotaban de sus ojos debido a todo el dolor y la impotencia que vivía.

Su pantalón pasó de un blanco inmaculado a un negro mohoso con manchas de un color vino oscuro y espeso, antes de chequear sus heridas se acercó al cuerpo de Juan para verificar si estaba o no muerto, lo volteó, palpó su cuello buscando el pulso, corroboró los impactos de bala que tenía en el cuerpo, Juan sólo estaba desmayado, inconsciente sobre los brazos de Christopher, producto de los impactos de bala.

El impacto en la cabeza, afortunadamente, sólo había rozado la parte superior, muy cerca de la oreja izquierda, el resto de los disparos eran impredecibles, no pudo descifrar si habian entrado y salido del cuerpo, diagnosticar el estado de ellas era casi imposible para Christopher quién no sabía muy a fondo de esas cosas.

Decidido a ocultar el cuerpo de Juan, se levantó con toda la fuerza que pudo, el impacto de bala sobre su pierna derecha le imposibilitaba las cosas, los impactos que tenía en los dos brazos tampoco resultaban cómodos, así que concentrando fuerzas y respirando hondo pudo mover el cuerpo de Juan hasta el cubículo donde se había ocultado anteriormente.

En la parte externa del baño comenzaron a escucharse golpes secos, muy probable, el asesino estaba estrellando contra la puerta algo pesado para finalmente derribarla, Christopher se dio prisa en ocultar el cuerpo de Juan y sintiendo un gran pesar se levantó para cerrar de nuevo la puerta.

El joven a su lado le escribía nuevamente a su madre, le decía que todos iban a morir, que "él" ya venía por ellos, que pasaría al baño y acabaría con todo; terminó de enviar el mensaje y de repente se levantó decidido con un enorme valor, murmuró algo como que él no moriría siendo un cobarde y salió del cubículo.

Christopher sintió mucha pena por él, pero no tuvo el tiempo, ni las fuerzas para detenerlo, solo quedaba rezar por para salir de ahí sano y salvo, incluyendo a Juan y por supuesto al resto de los que permanecían dentro del baño.

La puerta finalmente cedió y dio un fuerte golpe sobre el suelo que retumbó entre las paredes del baño, dentro del cubículo Christopher pudo escuchar un rugido que profirió desde el fondo del alma aquel valiente joven; acto seguido un par de disparos disiparon el grito y el cuerpo del joven cayó al suelo con la cara mirando al interior del cubículo, Christopher pudo ver con claridad dos impactos de bala en la cabeza del chico que murió con los ojos totalmemte abiertos.

-Salgan todos con las manos en alto.- Indicó el tirador. -¡AHORA!- Y realizó dos disparos al techo.

Las puertas de los cubículos comenzaban a abrirse de golpe, el asesino las abría de una patada y obligaba a quienes estuvieran dentro a salir de allí, avanzó cubículo a cubículo hasta que se posó junto al de Christopher. ¡BUM! El corazón le dio un saltó producto del ruido de la puerta al abrirse.

-Salgan.- Le soltó el sujeto. Christopher con la mirada fija en el suelo avanzó como pudo y salió del cubículo, un chico le ayudó a caminar y lo sentó en el suelo al fondo del baño. -¡Eh tú!- Dijo el sujeto pateando un pie de Juan.

-Está muerto.- Dijo Christopher sin mirar al tirador.

El asesino recargó su pistola, y apunto al cuerpo de Juan, probablemente pensando en rematarlo por si aún estaba vivo, pero dudó por un minuto y algo dentro de él lo hizo reconsiderar el acto, bajó el arma y apuntó al resto de los sobrevivientes.

Algunos de ellos se taparon la cara con las manos, otros emitieron un gemido de terror, Christopher sin embargo seguía manteniendo viva la llama de la esperanza, pensaba en salir de allí con Juan, buscar los cuerpo de Amelia, Amanda e Isaac, su amado que había sido alcanzado por la locura de aquel hombre.

Fue entonces cuando Christopher subió la cara para mirar de una vez por todas el rostro de su verdugo, el sujeto había bajado el arma y escupía hacía el lado izquierdo mientras marcaba un numero en su teléfono, la sangre de Christopher se heló enseguida, pudo reconocer en el asesino el rostro exacto del sujeto que los tropezó al salir de la heladería, el mismo del supermercado, no tenía dudas de que se tratara del mismo hombre.

Tenía el rostro salpicado en abundante sangre fresca, vestía una camisa blanca de mangas cortas con rayas azules, era exactamente la misma camisa con la que vestía en la tarde, sobre el pecho se veía la tira que sostenía una ametralladora y en una de sus manos sostenía la pistola automática y con la otra su teléfono.

Agachó la mirada y miró su brazo izquierdo, lo tenía completamente bañado en sangre, el dolor no le permitía moverlo, miró desde su altura la hora, eran las 3:45 am; y sin ganas de volver a mirar la cara de aquel desgraciado, dirigió la mirada al sujeto.

-Alabado sea Dios, estoy en Orlando y yo hice los disparos en PLUS.- Decía por teléfono. -Alabado sea Dios, y las oraciones así como la paz sean con el profeta de Dios.- Luego dijo algo en Arabe e indicó que se llamaba Oscar Bastten, parafraseó otra frase en árabe y culminó la llamada.

Levantó el arma, apuntó y sin medir palabra soltó un disparo, Christopher pudo sentir como salpicaba sobre su rostro una considerable cantidad de sangre, otro cuerpo cayó inerte sobre el suelo del baño, se escucharon una vez más los gemidos, volvieron las lágrimas y los gritos ahogados, la chica había caído a escasos centímetros de Christopher.

No había nada más por hacer, toda la vida de Christopher comenzaba a pasar lentamente por su mente, recordaba la sonrisa de su madre, los abrazos en familia, los amigos que dejó, los besos de Isaac, los momentos compartidos junto a Amelia, Aleck y Juan; desvió la mirada y pudo ver las piernas de éste último, aún tirado en el suelo.

-Perdóname.- Susurró.

Quizás, para entonces, Juan había ya perdido suficiente sangre como para haber muerto en paz, sin continuar experimentando toda aquella tortura psicológica causada por Bastten, Christopher envidiaba un poco a Isaac, había caído sin si quiera saber lo que había sucedido, sus ojos se empañaron con lágrimas al recordar sus últimas palabras.

Los zapatos de Bastten estaban empapados de sangre, al igual que su pantalón y parte de su camisa, en el suelo del baño destacaba el color rojo brillante de la sangre, había muchas personas heridas dentro y otras tantas muertas, regados por todo el lugar; Christopher se preguntó si afuera, en la sala de baile había alguien que aún estuviera con vida.

Pensaba en la cara que pondría Aleck al enterarse de que en una sola noche había perdido a su mejor amiga, a dos amigos más y al amor de su vida, todo eso le destrozaría el corazón enseguida, quizás moriría de tristeza o quizás su vida jamás volvería a ser la misma.

Nada puede llegar a encender la llama de la esperanza cuando se tiene a la muerte justo frente a tus ojos, cargado con un arma automática y un rifle de alto calibre guindado del pecho, nada, absolutamente nada le podría llegar a asegurar que saldrían vivos de ese baño.

Penso que la policía jamás llegaría o para cuando lo hicieran, todo habría acabado dentro del club y ese sería el final. Christopher soltó un suspiro de resignación y apretó uno de sus puños sobre el frío suelo, era el momento de la resignación.


Masacre en el ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora