Capítulos I y II

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Capítulo I: Quién era Daniel Villanueva

Corría una fría madrugada de noviembre... me desperté cálido bajo el edredón y agradecí lo a gusto que se estaba ahí. Respiré hondamente. Abrí los ojos. Casi al instante, comprendí que no podía estar todo el día bajo las sábanas, así que me levanté.

Procedí a ducharme. El agua corría por mi cuerpo como un río por un valle en primavera: Veloz, suave, acariciándolo... Me enjaboné, me lavé el pelo y me aclaré. Al poco tiempo, salí de la ducha. Hacía mucho frío, así que además de cubrirme con un albornoz, me tapé el pelo con una toalla. Salí del baño, me dirigí a mi habitación donde me vestí. Más tarde, me preparé el desayuno, y lo tomé viendo las noticias... Nada interesante...

Salí de casa, con un grueso abrigo, hacía frío. Quedaba con Rebeca y Ainhoa a las 8:35 para ir al colegio, aunque estas nunca llegaran a la hora. En verano daba igual, pero en invierno... Esperé en la puerta del Carrefour a que vinieran y, por suerte, no llegaron tan tarde como siempre.

— ¡Hola!—dije a Rebeca con desgana, después, esta me devolvió el saludo. A los pocos minutos, llegó Ainhoa; venía corriendo y me dijo:

—Siento llegar tarde Daniel, pero no había terminado los ejercicios de mates.

—No pasa nada—respondí, empezando a caminar.

Nos dirigimos al colegio despacio, íbamos somnolientos, faltaba poco tiempo para que nos dieran la primera evaluación, así que nos quedábamos hasta muy tarde estudiando.

La puerta del colegio se abrió y subimos las escaleras, de seis tramos, que nos llevaban al pasillo de 4º ESO, donde comenzarían las clases.

Ese día teníamos examen de lengua; el último de la evaluación, la última oportunidad para aprobarla. Por suerte, yo no tenía ningún problema para aprobar ninguna asignatura. No obstante, antes del examen teníamos clase de matemáticas.

La profesora daba una explicación sobre álgebra, pero nadie la escuchaba. Solo yo apuntaba lo que escribía en la pizarra. Todos estaban centrados en el examen de lengua, y escondían sus libros debajo de las cajoneras, para poder estudiar con disimulo.

Acabó la clase y, poco tiempo después, separamos las mesas y nos deseábamos suerte para el examen. No fue complicado, pero sí largo de hacer, había preguntas de desarrollar, algunas de práctica y, como siempre, unas estúpidas definiciones. Salimos al patio.

Normalmente, comentábamos lo bien o lo mal que nos había salido el examen y aquel día, a más o menos todos nos había salido bien.

El recreo se organizaba en grupos muy diferenciados: La grandísima mayoría de los chicos jugaban al baloncesto, o al fútbol. Las chicas se sentaban en el suelo, o en las gradas, admirando a los que hacían deporte. Yo odiaba ambas actividades... No me interesaba por ellas, lo que no era común en un chico de mi edad. Yo me sentaba con mis amigas, y charlábamos. Por otra parte, una de las razones por las que no jugaba era que casi ningún chico me caía bien. Eran todos unos brutos, y se solían meter conmigo... No eran buena compañía.

—La mañana ha sido aburrida—comentó Rebeca amuermada tras las dos horas largas, una de música y otra de inglés.

—Tía, cuando ha entrado Felipe y Viola ha dicho "Hola, papá" ha sido demasiado raro—rio Ainhoa.

En nuestro colegio todo el mundo estaba enchufado:

La profesora de lengua estaba enchufada por la jefe de estudios, su madre, y el marido era el de biología; los de música eran padre e hija; el director enchufó a su hermana, que a su vez, colocó a sus dos hijas profesoras, una de inglés y otra de historia...

Con un beso y una rosa (Gay/Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora