CAPÍTULO 9

149 27 16
                                    

Estaba entrando al instituto de la mano de Liam, nuestra relación finalmente era oficial

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estaba entrando al instituto de la mano de Liam, nuestra relación finalmente era oficial. Me sentía muy orgullosa por haberlo enganchado.

Le estaba cogiendo más cariño de lo que esperaba. Tanto, que casi no me daba cuenta cuando Jared tocaba a Samantha por debajo de la mesa. Casi. Soy una chica rencorosa, no podía evitarlo.

—Estaba pensando que este viernes mis padres no van a estar. Podrías pasarte —dijo Liam tentativamente. Sus ojos eran intensos. Supongo que ya no podía esperar más por el sexo.

No había habido nada de acción más allá de segunda base, y no fue por falta de ganas de ambos. Lo pospuse para que mantuviera su atención en mí, ¿qué me aseguraba que después de acostarnos no me iba a dejar? Me vería obligada a cortar yo antes, y sinceramente, no me apetecía. Era divertido bailar con él y me había enseñado a hacer pases de fútbol. Es más de lo que había obtenido en todas mis anteriores relaciones juntas.

Saqué los libros del casillero.

—No sé. —Le eché una breve mirada—.Tengo que ver si mi tía no ha invitado nadie a casa.

Ahora que era más estable, Carol estaba empeñada en presentarme en sociedad, así que técnicamente no era una mentira.

Sus brazos me rodearon desde atrás y mordisqueó mi oreja. Recliné mi cabeza contra su pecho.

—Qué pena. —Sus labios mojaron mi cuello y luego sopló. Me hormigueó  todo el cuerpo. Vaya, quizá podría escaquearme después de la cena.

Estaba a punto de decírselo cuando me dio un beso en los labios y se despidió yéndose con sus amigos a clase.

—Joder. Joder. Joder.  —Me sentía toda caliente e incómoda por el roce de la ropa. Quizá podría llamarle antes de que entrara a su clase y largarnos. Guardé los libros apresuradamente con toda la intención de agarrar a Liam y pirarnos.

Estaba tan empeñada en encontrarlo que tardé en reaccionar cuando mis ojos se encontraron con unos marrones. Pero no solo marrones. Era puro chocolate. Me detuve abruptamente en medio del pasillo y me giré.

Ahí estaba.

Era él. Pero a la vez no lo era.

Ese no era el chico desgarbado que había dejado hace tres años. Este era más fuerte, más masculino y más maduro.

Tampoco era el chico enojado y rabioso de antaño. Este era más calmado, más frío. Y eso era mucho más aterrador.

No era un chico en absoluto, era un hombre.

De repente ya no me sentía ni caliente ni excitada. Sólo fría y vacía.

Gracias a Dios, no me vio. Siguió caminado hacia su clase ajeno a mí y desapareció.

Yo seguía ahí parada como una idiota. ¿Qué hacía aquí? Después de lo sucedido siempre me había preguntado que le habría pasado, pero en ninguna de mis hipótesis él estaría en un instituto en Lake Providence. Más bien lo imaginaba encerrado en un reformatorio.

ESPINAS DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora