CAPÍTULO 11

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Lauren estaba cada vez peor

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Lauren estaba cada vez peor. Era un fantasma de lo que fue. Nunca supe quién fue el violador pero supuse que sería alguien del instituto. Y el hecho de ver a su agresor cada día aceleraba aún más su desgaste.

Nunca sonreía. Se alejó de sus amigas y siempre se la veía andando sola. Su pelo siempre recogido y apagado. Unos círculos oscuros rodeaban permanentemente sus ojos. Su piel que antes había sido bronceada, se encontraba pálida. Su figura menguaba cada vez más, escondida tras ropas anchas y feas.

Hay chicas que logran superarlo, con amor y terapia. Pero ni el amor inquebrantable de su familia ni la ayuda de los consejeros del instituto pudieron salvarla.

Se estaba consumiendo.

Así que seis meses después, cuando la señora Crowell se la encontró ensangrentada en la bañera, no fue realmente una sorpresa. Muy en el fondo, todos sabíamos que este era el único final posible. El único que le daría paz.

Sin embargo, eso no significó que fuera fácil. La familia Crowell se rompió en pedazos. Su padre que pasaba mucho tiempo en el trabajo, como camionero; ahora ni siquiera en sus días libres volvía a casa. Se quedaba en el bar, mientras su mujer se moría de pena en su cuarto oscuro y Lyle..., Lyle se desvió del buen camino.

Dejó de traer buenas notas a casa, dejó de pasar las tardes conmigo jugando a las cartas. Ya no se sentaba conmigo en el almuerzo del instituto, porque ahora se sentaba con su nueva pandilla. Una pandilla que me daba escalofríos. Ahora, cuando nos veíamos, su chaqueta apestaba a tabaco. Odiaba ese olor.

La muerte de Lauren también me afectó, ella fue la hermana mayor que nunca tuve. Pero lo que más me afectó de su muerte, fue el distanciamiento de Lyle. Y lo que en ese momento sentía, que yo confundía erróneamente como el dolor por la pérdida de mi mejor amigo, también era el dolor de un corazón roto que ni siquiera era consciente de estar enamorado.

 Y lo que en ese momento sentía, que yo confundía erróneamente como el dolor por la pérdida de mi mejor amigo, también era el dolor de un corazón roto que ni siquiera era consciente de estar enamorado

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El sonido del bolígrafo rozando el papel mientras Megan escribía rellenó el silencio que se había formado en su oficina. Impaciente, mordí la carne de mi pulgar.

ESPINAS DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora