CAPÍTULO 21

106 5 8
                                    

—Lyle ha vuelto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Lyle ha vuelto.

Megan, mi psiquiatra abrió los ojos desde el otro lado de su escritorio.

—¿Nuestro Lyle?

Quise reírme, tantas veces lo había nombrado en mis relatos del pasado, que probablemente para Megan fuera más un personaje ficticio que real.

—El mismo. 

—Así que eso es lo que te ha mantenido tan agitada estas semanas, ¿cierto?

Mordí mi labio con ligero arrepentimiento.

—Pensaba que había venido para vengarse,... pero resultó ser una irónica coincidencia de la vida.

—¿Cómo estáis?

—Bien, no lo sé. Es todo muy extraño, a ratos lo estamos.

Inclinó todo su peso hacia delante intrigada.

—¿Y como está él?

Profundo chocolate. Anchos hombros.

—Cambiado, distinto. Es un hombre, físicamente y... mentalmente.

Una sonrisa manchada de carmín fucsia se abrió pasó en su rostro.

—Una buena pieza. Me gustaría mucho charlar con él algún día.

Bueno, eso no me parecía una muy buena idea. Megan era mi psiquiatra y me sentía algo posesiva con eso.

—Y, ¿por qué te has decidido ahora para contármelo?

Sus ojos perforaban mi alma, ella lo sabía. Lo sabía y me estaba obligando a confesarlo. Bajé la vista a mis piernas.

—No tengo amigos a los que contarles mis cosas, y ... eres la única que estás al corriente de mi anterior vida, la que mejor lo entendería. 

—Eres consciente de que yo también te aprecio mucho, ¿verdad? —No había hecho falta que yo lo dijera porque ella ya lo había entendido.— Y me encanta escucharte y poder ayudarte, pero no es sano que tu única relación de amistad sea conmigo. Y ni te atrevas a nombrarme a tus compañeras porque dije amistad no falsedad.

Había estado retorciendo tanto mis manos que se habían tornado rojas. No contesté, sobraban las palabras.

—Esto no te va a gustar, Bárbara, pero lo hago por tu bien.—Ojeó su libreta.—Vamos, a ver, vienes aquí dos veces por semana, a veces incluso tres. Lo que vamos hacer es suspender las sesiones durante dos semanas. Todo lo que me cuentas aquí irás acumulándolo hasta que ya no puedas más y tengas que contárselo a alguien, y quien sabe, quizás os hacéis amigos.

La miré como si estuviera loca.

—¿Qué estás diciendo? No puedes suspender mis citas, las necesito. Tia Karen lo dijo.

—Sí, y yo como terapia decido cancelarlas temporalmente. 

—¡Es una locura! ¿Como voy a contarle mis problemas a alguien?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 03, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

ESPINAS DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora