CAPÍTULO 18

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Desperté del entumecimiento y empecé a buscar las llaves del coche en el suelo pues se me habían caído antes, pero estaba oscuro y comenzaban a caer gotas

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Desperté del entumecimiento y empecé a buscar las llaves del coche en el suelo pues se me habían caído antes, pero estaba oscuro y comenzaban a caer gotas.

No las encontraba, a mi lado Liam también las buscaba.

—Está lloviendo cada vez más fuerte, sube a mi coche.

Se peinó el cabello mojado hacia atrás, el recuerdo de mis manos en su pelo relampagueó en mi mente.

—No, ahora las encontraré, puedes irte.

—No te voy a dejar sola.

—No tienes que quedarte conmigo, se han ido. En seguida me iré.

—Bárbara —exigió mi atención, le miré con dificultad a los ojos avergonzada por el incidente—. No me voy a ir, puedes seguir buscando las llaves inútilmente haciendo que nos mojemos ambos, o subir a mi auto y poner fin a este día de mierda.

Bajé la barbilla y asentí.

—Vamos.

Caminamos juntos unos metros hasta el único coche que quedaba en el aparcamiento aparte del mío, un Rang Rover plateado. Me senté en el lado del copiloto mientras él dejaba su bolsa de deporte atrás.

—¿Por qué elegirías un 4x4 pudiendo tener cualquier otro coche del mercado?

Me dio una sonrisa ladeada mientras salíamos del aparcamiento.

—Lo haces parecer como si este carro fuera barato y una bazofia, pero te aseguro que es mejor que tu BMW y también más caro. —Miró hacia mí divertido—. Sé que odiabas montar en él cuando estábamos juntos.

Curvé los labios en una sonrisa entretenida, era cierto me parecía una monstruosidad, una bestia, cero elegancia.

—Parece que fue hace un siglo, ¿verdad? —dije estudiándolo, sus ojos azules centellaban como gemas por las luces de la ciudad.

—¿Sabes que lo que ha pasado no ha sido tu culpa, no?

Su mirada me buscó pero la rehuí. No quería contestarle, quería llegar a mi casa y fingir que nada había pasado, como siempre hacía.

—Lo que hicieron esos gilipollas...

—Son tus amigos.

Soltó el aire en un suspiro resignado, su mano cambió de marcha para adelantar un coche.

—Puede que tenga que replantearme algunas de mis amistades.

Apoyé la cabeza en el frío cristal entendiendo su situación.

—Ni te imaginas las ganas que tengo de acabar la secundaria y cambiar de ambiente en la universidad —confesé.

Asintió con la cabeza.

—Sí, estoy harto de esta mierda. —Me echó un vistazo con curiosidad—. Bueno, pero tú estás mejor que yo, no llevas toda tu vida atrapado en el mismo pueblo, te mudaste. No te he oído nunca comentar nada de ello, ¿qué tal era? ¿peor o mejor?

ESPINAS DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora