Los chicos nunca se interesaron en mí.
No era lo suficiente bonita, o interesante para ellos. Veía a mis compañeras de clase coquetear y reírse mientras cuchicheaban de chicos y yo también quería. No solo formar parte de un grupo de amigas y poder hablar de qué chico nos parecía más guapo, también quería comentar mis experiencias amorosas.
Poder presumir de que Jeremy me había ofrecido su último chicle quedándose él sin ninguno, o de que Michael me había lanzado una notita de amor en clase.
Pero no podía, yo no tenía nada interesante que ofrecer a esa gente. Lyle era mi único contacto con el sexo masculino, y durante muchos años apenas fui consciente de ello.
Él fue el centro de mi mundo por mucho tiempo, y yo también lo era del suyo. Tenía amigos en su otra escuela, era popular y todos lo amaban, ¿quién no habría querido al dulce de Lyle? Sin embargo, él nunca me desatendió. Eramos mejores amigos mutuamente, parecía algo simple, pero ¿cuán fácil es que la otra persona te aprecie tanto como tú lo haces? Muy poco. Así que a pesar de tener un solo amigo, yo era SU mejor amiga.
Tras la muerte de Lauren, la madre de Lyle vio más conveniente inscribirlo en la misma escuela que la mía. Nunca había estado tan feliz, se acabaron los almuerzos solitarios, los minutos esperando entre clase y clase sola puesto que nadie se mezclaba conmigo, ni siquiera las otras chicas marginadas.
Pero no fue todo tan feliz como yo me esperaba. Puede que Lyle dejara de ser tierno, pero la gente seguía acudiendo a él como si de un imán se tratara, que le permitía integrarse en cualquier grupo que quisiera.
El primer día , y ya había hecho montones de amigos, todos querían que se sentara con ellos, sin embargo no fue hasta la segunda semana que insistió en hacerlo.
—¡Barbi! —jadeó Lyle viniendo hacia mí.— He conocido a unos chicos muy majos y quieren que me siente con ellos, ¿te vienes?
Le miré con la boca abierta, ¿cómo se atrevía?
— ¿Vas a dejarme sola? ¿En serio? —Le reprendí con la mirada.
—No vas a estar sola. Te he dicho que puedes venir.
—Pero yo no quiero comer con ellos, quiero comer contigo, ¡siempre he querido que fuéramos a la misma escuela! ¿No es genial?
—Sí, sí, es genial pero Barbi, tienes que conocerlos, son súper divertidos. Vamos, no seas rarita y únete.
Mi espina dorsal se erizó.
—Lyle, ellos no me han invitado a mí. Pero si prefieres la compañía de unos desconocidos a la mía, entonces ve, solo recuerda no pasarte por mi casa esta tarde.
Ante la amenaza, Lyle cedió. La tensión podía palparse, él estaba ahí sentado, conmigo, pero su mirada se dirigía hacia otras mesas con añoranza.
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ESPINAS DE CRISTAL
Teen FictionBarbara Harford no ha tenido una vida fácil, ahora que lo es y que ha alcanzado la cima de su popularidad hará cualquier cosa por mantenerla. Quizá fue buena persona en el pasado, pero esa persona ya no existe y no tendrá ningún reparo en machacar y...