CAPÍTULO 15

190 21 14
                                    

Podía sentir como mi cuerpo estaba cambiando, lo sentía extraño, hinchado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Podía sentir como mi cuerpo estaba cambiando, lo sentía extraño, hinchado. No me pertenecía. Me miraba en el espejo, y ese cuerpo que veía no se sentía mío.

Mi primer sangrado fue una experiencia traumática. Estábamos en el horario de gimnasia junto con el resto de la clase. Corría tras la pelota tratando de alcanzarla cuando me llamaron desde atrás, era un chico:

—¡Ugh, que asco! —se giró hacia su amigo que se había detenido—. Tiene una mancha de sangre.

Se miraron entre los dos y comenzaron a reírse con grandes carcajadas. Mi rostro se calentó.

Los demás compañeros atraídos por las risas se acercaron y formaron un círculo alrededor mío. Traté de tapar con las manos mi trasero.

Entonces la profesora acudió:

—Harford, vete a limpiar. —Me miró entrecerrando los ojos con sospecha, cero compasión. Parecía que pensaba que era una tetra mía para escaquearme de la gimnasia. Cuando ya me estaba yendo, añadió—: Y no tardes demasiado o iré a buscarte.

Las piernas me temblaban de la vergüenza mientras iba a los vestuarios, y ahí fue cuando vi esa horrenda mancha roja en mis bragas celestes con topitos blancos. Mis hermosas bragas, manchadas. Mancilladas por esa sangre.

Cogí papel higiénico y traté de limpiarlo restregando frenéticamente, era vagamente consciente de lo que me estaba pasando pero mi mente se negaba a reconocerlo.

Ya en casa, le conté traumatizada la escena a Mamá. Ella me dio un gran abrazo de oso como hacía mucho que no me daba.

—Seguirás siendo mi niña, mi hermosa princesa.

En ese momento, fui feliz de que no me dijera que ya era una mujer. Porque yo no era una mujer, no me sentía como una y mi espíritu seguía siendo joven e ingenuo. Nada de esto se sentía natural a pesar de que lo era.

Se suponía que con la aparición de mi primera menstruación sufriría una metamorfosis en la que pasaría de ser un gusano rechoncho a ser una bella mariposa, pero lo único que veía es que me estaba volviendo más grande y ancha, mi piel lisa y limpia antes, ahora se encontraba brillante de aceite al acabar la jornada.

A partir de ese momento estaba condenada a sangrar durante seis días al mes, sufrir dolores y tener que evitar hacer movimiento bruscos puesto que mis pequeños pechos dolían. Parecía una maldición más que una bendición o un proceso natural.

Y no eran solo imaginaciones mías, podía notar como la gente se había dado cuenta y me miraba cada vez más, sobre todo los chicos, y a pesar de que siempre había deseado algo de atención, me hacía sentir muy incómoda volviéndome torpe.

Podría decirse que mi primer sangrado marcó el fin de una etapa y el comienzo de otra. En todos los sentidos.

Llegó un día en el que ocurrió algo que pensé jamás me sucedería.

ESPINAS DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora