Día 13

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24 de octubre, 1973

Si ustedes creen que la situación mejoró, se equivocan. No volvieron a hablarse durante el resto del día.

A la mañana siguiente, cuando Amanda se levantó, el silencio reinaba en el hogar. Todo estaba en perfecto orden, como si ni una ráfaga de viento hubiera cruzado durante años. Tampoco había una nota de Niall, escrita con amor, diciendo que pronto volvería, como lo hacía en los últimos días.

Se sintió decepcionada. Algo le dolió en lo más profundo de su ser. Respiró intentando calmar las nacientes lágrimas. Odiaba la persona en la que se había convertido. Todo era llorar y llorar, quejarse de su vida y luego volver a llorar. Así no se solucionaría nada, lo sabía, pero no podía evitarlo, era más fuerte que ella. Y debía admitirlo, la indiferencia con la que su compañero la trató le había dolido.

Puso a hervir un poco de agua, y luego de unos minutos cuando ya estuvo lista, se sirvió un poco del café rancio que quedaba. Estaba amargo y de alguna u otra manera, le curaba la pesadez del alma.

Se sentó en el balcón para terminar de beber su café, sintiendo como el aire matutino le cubría el rostro y la bañaba con su frescura. París era una ciudad de ensueño, y pese a todo lo que le estaba ocurriendo, sentía que un paseo por sus calles era capaz de silenciar su sufrimiento, al menos por unas horas. Y es justamente lo que haría. ¿Qué mejor que salir para olvidarse de todos sus problemas?

Se puso de pie no sin antes beber de un solo trago lo poco que le quedaba para luego dejar la taza en la cocina y correr por el pequeño departamento hasta llegar al baño en donde se desnudó y entró a la ducha con el agua congelándole todo tipo de pensamientos. Se sentía bien pausar su mente por algunos segundos, porque le recordaba lo humana y animal que era.

El resto de sus quehaceres los hizo con suma rapidez. Quería salir pronto de su guarida, el aire espeso del apartamento comenzaba a asfixiarla. Tomó las primeras prendas que encontró y se vistió con ellas. Agarró su bolso con algunas cosas y salió de su habitación, cerró la puerta dando un portazo tan fuerte, que la puerta del estudio de Niall se abrió. La quedó mirando, y dando cortos pasos se acercó para cerrarla, pero antes algo captó su atención. Se adentró en ella y volvió a revivir los extraños sentimientos que la invadieron los primeros días al adentrarse en lo prohibido. La gran diferencia de esta vez, era que un gran lienzo completamente en blanco con una frase escrita en una letra casi ininteligible captaba su completa atención, impidiendo que pensara con coherencia. Caminó hasta quedar frente a frente con el trozo de tela, sin preocuparse por haber roto algo o dañado alguna pintura. Estaba hipnotizada. Pasó las manos lentamente por cada una de las letras, las cuales analizó con paciencia hasta que pudo descifrar el mensaje.

"Para la niña de mi corazón, que en este poco tiempo ha acabado con mi razón, Amanda."

Un nudo se formó en su garganta y salió rápidamente del estudio y del departamento conteniendo la respiración y sus pensamientos. Cuando cerró la puerta principal respiró con alivio y se apoyó contra esta. Quería patalear, llorar y gritar. Lo sabía, siempre lo supo.

Bajó las escaleras del edificio y al salir su sorpresa fue mayor que todos sus pensamientos.

-¿Te encuentras bien, corazón? - la voz de Ricardo fue como un oasis en medio del desierto. Amanda lo único que pudo hacer fue lanzarse sobre sus brazos y llorar como una magdalena mientras su amigo daba tersos masajes sobre su nuca -¿Qué ocurre? Me estás asustando, bebé. ¿Te parece irnos a sentar a algún lugar para poder conversar? - la joven asintió en respuesta incapaz de pronunciar palabra alguna.

Media hora más tarde se encontraban en una roñosa cafetería, bebiendo té y comiendo pasteles caseros. Amanda ya estaba más tranquila pese a que algunas lágrimas seguían cayendo de sus ojos. El optimismo le duraba tan poco que comenzaba a molestarse.

30 días •n.h• TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora