Día 14

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25 de octubre, 1973

Sus besos eran de nicotina. Adictivos y amargos. Su sabor favorito.

Besarlo de esa manera había sido la sensación más relajante de su vida. Todo cobró sentido y su pecho se infló de adrenalina. Lo quería. Lo necesitaba.

Niall acarició su cabello bajo la tenue luz de la luna. Hacía frío pero sus cuerpos parecían quemarse ante el contacto del otro. Se volvieron a besar y la llama en su interior ardía con devoción. 

-¿Qué me estás haciendo, Amanda? - preguntó el rubio sin separse de los labios de su compañera - Eres una diosa.

La aludida rió y tiró levemente el cabello de Niall, dejando expuesto su cuello en el cual repartió unos cuantos húmedos besos.

Después de la escena en el pasillo, de las lágrimas derramadas por Amanda y la comprensión certera de Niall, bastó un solo movimiento para que ambos se enredaran genuinamente en el destartalado colchón. De a poco, entre beso y beso, caricia y caricia, halago y halago, acabaron sin ropa, totalmente desnudos ajenos a sus pasados. El deseo era más fuerte y la necesidad la guinda de la torta.

-Lo mismo que tu a mi - respondió la castaña juntando nuevamente sus labios.

No querían alejarse. En cosa de horas se habían vuelto vitales. Amanda se sentía protegida en aquellos brazos tan fuerte y varoniles, mientras que Niall sentía la infinita necesidad de cuidarla. Sus deseos se complementaban, al igual que sus mentes y almas.

-¿Tienes hambre? - Niall rompió el beso a duras penas, y solo porque su estómago rugía igual que un león.

-Si - asintió la castaña con una risita es su bello rostro. El cabello le caía por los hombros y por la frente, dándole un toque salvaje.

-¿Qué quieres comer? - cuestionó poniéndose de  pie, ayudando a Amanda también a hacerlo.

No respondió. Se encontraba frente a frente desnuda a Niall, y sintió una fría corriente de aire recorrerle la espina dorsal. Las mejillas no demoraron mucho en teñirse de un bonito carmesí, y al rubio al notar las reacciones involuntarias de su cuerpo, cubrió la frágil figura de su amante en su descuidada camisa.

-Gracias.

-De nada - la besó mientras sacaba un cabello rebelde de su frente - Pero, yo también necesito vestirme.

Corrió en busca de sus pantalones que se encotraban tirados en cualquier parte de la habitación. El descontrol con que sus cuerpos respondían a cada caricia era tal, que en cosa de segundos el tiempo y el espacio se hicieron polvo.

Amanda entró al baño y se sentó en la tasa. Una sonrisa adornaba su rostro, mas un fuerte dolor en el pecho presionaba su corazón, llevándose consigo la alegría pasajera. Sabía lo que era. Tenía nombre y apellido.

Una lágrima no tardó en correr su mejilla y mentón, hasta perderse en la linea de separación de los senos. Sus acciones dolían, tanto en el alma como en la conciencia. Pero, ¿qué podía hacer? Daniel no iba a volver, y no podía estar de por vida sujeta a su recuerdo. La vida que siempre soñó junto a su amado en cosa de segundos desapareció, y de pronto se vio exiliada en una tierra mágica junto a un extraño que parecía traerla de nuevo a la vida.

-¿Estás bien?

Un fuerte golpe junto a una voz ronca la descolocaron. Pasó sus manos por sus mejillas, limpiando cualquier rastro de llanto y se paró para abrir la puerta. Frente a ella un sonriente Niall la esperaba con las cejas enarcadas.

-Todo está bien - respondió mordiéndose los labios.

-¿Segura? - cuestionó el rubio al notar como sus bellos ojos se encontraban levemente hinchados.

30 días •n.h• TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora