8.

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−¡Alec!− se escuchó la vocecita de Simon corriendo por el pasillo en dirección a la cocina, lugar, donde se encontraba Alec tomando café.

−Dime, pequeño. − incitó Alec apenas vio pasar por el umbral de la cocina al pequeño Simon.

−¡Me está pasando algo terrible!− chilló Simon.

−¿Qué será? − siguió Alec, con aparente curiosidad, pues, sospechaba qué estaría pasando.

−¡Ya no he vuelto a soñar con Jace!− exclamó con terror.

−Oh, no. Qué terrible. − lamentó Alec sin emoción en su voz.

−¡Sí! Ya no le veo en mis sueños. − lloriqueó.

−Es una catástrofe. −  habló de nuevo en el mismo tono mientras sorbía su café.

−¡Hey! ¡Ni siquiera te importa!− expresó indignado.

−Claro que me importa.− repuso Alec, para después carcajear- Bueno, no. No tanto.

−Eres cruel. − dijo con cara de póquer.

Al instante llegó Magnus y tomó a Simon por los hombros −¿Cómo te sientes, pequeñín?− preguntó inocentemente.

−¿Bien?− dijo sin entender.

−Me alegra tanto oír eso, ya me estaba preocupando por ti.

−¿Por qué?

−Por tus pesadillas. Esas que te despiertan aterrado en la madrugada y andan trastornando a Alec. − suspira y se dirige a la cafetera para servirse café.

−¿Ah, sí? − pregunta Simon mirando a Alec, quien le sonríe y alza su taza brindando por nada. Todo a espaldas de Magnus.

−Sí, sí. Es un alivio que ahora estés más tranquilo a la hora de dormir. − siguió Magnus.

−Claro, un alivio− empezó Simon con el mismo tono de voz que Alec empleó con él momentos atrás, sin quitarle la vista al cazador. −Ahora estaremos tranquilos al dormir, ya qué no he tenido más pesadillas desde hace, exactamente, cinco días.

−Sí, realmente un alivio. No debías de haber tenido tantas pesadillas, y mucho menos tan seguido. Aunque es comprensible dado el acontecimiento de hace unos meses− dijo, refiriéndose al día en que Simon-bebé perdió a su madre.

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