9.

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Alec se sentía culpable. Después de ése desayuno Simon le encaró muy triste.

–¡No puedo creer que lo hicieras, Alec!– exclamó indignado el pequeño Simon, una vez Magnus dejó la cocina.

–No es para tanto. – contestó Alec.

–Por supuesto que sí. Tú no sabes lo que esos sueños significaban para mí – dijo con el semblante triste.

Y a Alec eso no me gustó.

–Sé perfectamente que Jace es inalcanzable para mí, y el hecho de soñar con él me hacía sentir que estaba cerca de él. Porque él tiene novia, y tiene veinte años, yo sólo tengo quince, jamás se fijaría en mí, aparte de que el idiota es hetero, claro está. – sus ojitos empezaron a lagrimear.– Yo era feliz soñando con él, me era suficiente eso. El soñar con Jace me hacia olvidar la desgracia por la que pasé. Y eso me encantaba.

Alec se acercó al pequeño Simon y le abrazó, el niño no dudó en devolverle el abrazo y llorar a moco tendido.

–Lamento tanto eso, Simon. No lo sabía.– dijo totalmente culpable el cazador.

–Ya no importa.– sollozó. – ¿Qué más da?

Ésa mañana Alec se prometió arreglar el asunto, pero no podía simplemente decirle a Magnus que dejara a Simon soñar de nuevo. Así qué, cuando llegó al instituto, se metió en la habitación de Jace y rebuscó entre los cajones hasta encontrar el diario del rubio. Cuando lo tuvo en sus manos, sonrió victorioso.

Iba a salir de la habitación cuando sus ojos se posaron en el armario de Jace, y, ¿Por qué no?, se dijo. Tomó una de las camisas favoritas de Jace, y se aseguró de que oliera a él. Con ambos objetos en mano, salió de ahí como si nada.

Se estuvo lo que restaba del día atendiendo unos asuntos del instituto que le correspondían en su despacho, con una bolsita de regalo que contenía el diario y la camisa de Jace, junto a él.

A la noche, cuando fue a buscar al pequeño Simon al Dumort, le recogió con una enorme sonrisa al decaído chico que no supo cómo interpretar la sonrisa del mayor.

Al llegar a casa, el pequeño Simon se fue a su habitación, seguido de Alec. Una vez dentro del cuarto, Alec le tendió la bolsita de regalo a Simon con una sonrisa.

–Lamento mucho que ya no puedas tener tus sueños cochinos con mi parabatai, espero esto pueda compensarlo.– fue lo que dijo Alec.

Simon tomó la bolsita dudoso y la abrió, miró confundido al cazador por unos momentos antes de sacar el par de objetos de la bolsa. Agarró el diario y lo ojeó, e inmediatamente reconoció la letra de Jace en él. Tomó la camisa, y también la reconoció como propiedad del cazador rubio.

Simon miró a Alec sonriendo divertido.

–¿Le robaste esto a Jace?

–Se podría decir.– se encogió de hombros. – Puede que no sueñes otra vez con él, pero, tienes en tus manos su camisa favorita, la cual apesta a él. No equivalen a tus sueños cochinos, pero puedes drogarte con su olor.

El pequeño Simon rió complacido y abrazó a Alec, y éste le regresó el abrazo automáticamente.

Y ahí, Alec estuvo en paz, fue perdonado por su protegido.

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