Especial 2: Hermandad.

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Situado después del capítulo 23.



Las improvisadas sábanas cubrían sus cuerpos desnudos, que descansaban después de tanto esfuerzo físico. Ambos se encontraban abrazados el uno al otro, mirando la chimenea del despacho.

Magnus, con su cabeza reposando en el hombro de Alec, suspiró extasiado.

–Por Lilith, eso fue fantástico.– dijo sin aliento.– Hoy fuimos muy apasionados. 

Alec sonrió, y perezosamente arrastró sus blancos dedos por el brazo moreno del brujo. –Sí.– le dio la razón. –Tal vez, si estamos estresados tenemos mejor rendimiento. –bromeó.

El brujo rió. –Quién sabe.

Se quedaron un rato en silencio, disfrutando de su intimidad. Relajándose en los brazos del otro. Ciertamente, era la primera vez que lo hacían en el despacho de Alec, y a decir verdad, fue increíble. Tan intenso y apasionante. Tal vez sí fue por el estrés que se cargaban lo que añadió ganas al asunto. Alec con sus problemas de Celestino, y Magnus por su reciente descubrimiento.

–¿Cómo se lo diremos? – preguntó Magnus.

–¿Ah?– dijo distraídamente el nefilim. Se había perdido en sus pensamientos y no entendió lo que quiso decir Magnus.

–A Simon, me refiero. ¿Cómo le diremos que soy su hermano? Digo, hasta el día de hoy pensaba que no tenía familia.

El cazador frunció el ceño. –¿Cómo que no? Yo soy tu familia.

Magnus rió suavemente. –Oh, Alexander. Eres más que eso. Eres mi todo.

La mirada gatuna chocó con la azulada. Se sonrieron, inmersos en su momento. Alec se estiró sólo un poquito para alcanzar la boca del brujo, compartieron un suave beso.

–Te amo.– le dijo Alec.

–También te amo.– respondió Magnus.

Se regalaron una pequeña, pero feliz sonrisa. Sus miradas se encontraron de nuevo. No podían evitar verse, es como si sus ojos fueran un imán con un metal, atrayéndose entre sí.

Despertando de su letargo, Alec retomó el tema principal.

–Tal vez, llevemos a Simon a comer. Al soltarle la noticia,  si enloquece, quizá por estar en un lugar público guarde la compostura.– sugirió dubitativo.

El Gran Brujo rió, imaginándose la escena. Negó divertido.


[...]


La pareja terminó de vestirse. Había pasado un rato más desde su plática, porque les dio por tener otro round más. Hipersexuales tenían qué ser.

Arreglaron un poco el desastre que se volvió el despacho del nefilim. Suspiraron en alivio cuando terminaron.

–¡Alec, a que no adivinas qué me pasó! – entró estrepitosamente Simon, exaltando a la pareja.

Magnus alzó una ceja, interrogante. Alec sabía a qué venía eso, así que aclarándose la garganta dijo: –Uhm, soy buen consejero, para, eh, Simon. 

El Gran Brujo asintió divertido ante la idea de Alec siendo un buzón de quejas. Rió. –Bien, consejero Lightwood. Antes de su sesión diaria, ¿No tenemos algo qué decirle a Simon?. – arqueó su ceja, sugerente.

El cazador asintió.

Simon, por su lado, frunció el ceño sin entender nada. –¿E-es malo?– balbuceó.

La pareja negó. Magnus le hizo una ademán con la cabeza en clara invitación a sentarse en un sillón. Alec cerró la puerta cuando Simon ingresó del todo a la oficina.

Magnus y Alec se sentaron frente al adolescente, compartieron una íntima mirada, dándose el apoyo mutuo que tanto necesitan.

–Verás, Simon. – empezó Magnus. – Hay algo sumamente importante que debes saber.

El pequeño brujito asintió, incentivando a Magnus para que continuase.

«Eres consiente de que, desde un principio, cuando llegaste a nosotros, buscamos al demonio que podría ser tu padre, ¿No?– Simon asintió. – También eres consiente de que no llegamos a nada y que por ello dejamos la investigación. – asintió de nueva cuenta el brujito.– Bueno, ésta mañana hice un trabajo, invoqué un demonio, ya sabes. Lo que pasa es que, aquel demonio me dio cierta información valiosa.– miró al adolescente enfrente suya, centrándose en si Simon le prestaba atención.

Simon asintió, y se perdió, frunció su ceño y se deslizó del asiento hacia adelante, inclinándose a la pareja. –Ya va, ¿La información valiosa tiene que ver con el tema principal, que es quién jodidos es mi padre?– preguntó, dudando si había captado lo dicho por Magnus.

–Extactamente.– dijo Magnus, sonriendo orgulloso ante la inteligencia de su hermanito.

–Entonces, ¿Cuál es la información? – preguntó emocionado.

–Ya sé quién es tu padre.– soltó suavemente.

Simon asintió, y le miró insistentemente. Magnus suspiró pesadamente, y sintió cómo Alec sujetaba su mano, en signo de apoyo. Amó más al cazador por ello.

–¿Y? ¿Quién es mi padre?– incitó.

Magnus carraspeó, y se removió en el sillón. Le miró, exponiendo sus ojos gatunos. –Tu padre es Asmodeus.– sentenció.

El adolescente ladeó la cabeza y asintió repetidas veces. –Siento que he escuchado ése nombre con anterioridad. – frunció el ceño, tratando de recordar. La pareja compartió una mirada, compartiendo el abismo de incertidumbre que experimentaban.

« ¡Ah! –exclamó Simon, con el semblante iluminado. – ¿Este Asmodeus no que era tu padre, Magnus?

Tragó saliva, nervioso. –Sí, en efecto.

Los ojitos marrones de Simon brillaron. –¿Y estamos hablando del mismo Asmodeus?– Magnus asintió, repentinamente incapaz de decir algo. – Entonces, ¿Eso nos vuelve hermanos?– preguntó, y el Gran Brujo asintió de nueva cuenta.

Simon guardo silencio por un minuto, en el cual se dedicó únicamente a asentir al aire. Al final, exclamó: –¡Es asombroso! Quiere decir que no estoy del todo solo, sin familia. –sonrió, y se lanzó a darle un abrazo a Magnus, quién le recibió gustoso y aliviado. Se golpeó mentalmente por haber sido tan estúpidamente paranoico, era Simon, era obvio que no se molestaría por algo así, si no todo lo contrario.

–También creí lo mismo. Es lindo tener un hermano.– dijo Magnus.

Entre lágrimas masculinas celebraron la nueva noticia. La felicidad en la cara de Simon era infinita. Las risas de gozo llamaron la atención de Maryse, quien pasaba por el pasillo.

–¿Qué es todo este escándalo, mis niños?– preguntó, con una sonrisa en la cara. Algo, que últimamente la caracterizaba.

–¡Nos acabamos de enterar de que Magnus y yo compartimos el mismo demonio por padre! ¿¡No es eso increíble, Maryse!?– respondió Simon radiando alegría.

La cazadora ahogó una exclamación de sorpresa. Le regaló una gran sonrisa al adolescente y dijo: –¡Por supuesto que lo es, cariño! Déjame darte un abrazo.– extendió sus brazos y se dirigió a los tres varones. A duras penas logró abrazarlos a los tres. –¡La familia se expande, Alec!

La pareja no puso pegas, pues, era realmente un dicha para el par de brujos, después de tanto  tiempo –verga de largo para Magnus– creyendo que ya no tenían familiares de sangre, era simplemente maravillosa la noticia.

Se quedaron un poco más en aquel abrazo familiar, disfrutando la calidez que emanaba a su vez el cariño familiar.

Dirty Thoughts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora