27 (Final).

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Jace estaba inquieto. Desde la noche pasada lo estaba.

No halla razón para explicar el porqué de tal desazón.  Se estaba matando la cabeza, pensado una y otra vez para llegar así a una conclusión. Y nada. No se le ocurría nada.

Y eso sólo aumentaba su inquietud.

Entre las conjeturas que se hizo, concluyó que su estado se debía a la canción que cantó Simon. Pero no, se negaba a creer eso. Era simplemente absurdo.

Disipó esos pensamientos antes de hacerse ideas extrañas, en donde al final terminaría ilusionándose con que Simon aceptaría sus sentimientos. No. Simon ya tuvo un mal trago con un pedófilo, no necesitaba otro más.

Se extrañó que al salir de su habitación, notó que en el umbral de la puerta principal estaban Magnus y Alec, arreglándose para salir. No era nada del otro mundo. Lo que le extrañó en sí, fue la expresión mezclada de desconcierto y confusión pintada en la cara morena de Magnus, y la ansiosa de Alec. El brujo notó su presencia en el pasillo, más sin embargo, no le dio tiempo para saludarle, púes, Alec le fue empujando fuera del loft, el mismo cazador se volteó en su dirección y le guiñó el ojo con cierto disimulo, para acto seguido salir también y cerrar tras de sí.

Eso fue raro. Normalmente quien sacaba a salir a quien, era Magnus a Alec, no al revés.

Pero tampoco era asunto suyo. Decidió no darle importancia, los asuntos de Alec con el brujo mayor no tenían que ver con él.

Se encaminó a la cocina para prepararse de comer. Al rato, como a la media hora, entró Simon con su pijama de superman todo desarreglado, bostezando. Venía hecho mierda.

El rubio le deslizó por la barra su taza de café para que el menor bebiera un trago y se le quitara la cara de estreñimiento que cargaba.

–Me siento del asco.– se quejó el brujito.

Jace le dio la razón. –Ciertamente así te vez.

Hizo una mueca a la par que se sentaba en la barra, bebiéndose todo el café de Jace. –Definitivamente el licor no es lo mío. – sentenció.

–¿Por qué bebiste, de todas maneras?

Flashes de la pequeña conversación con Alec la noche anterior le llenaron la mente. Alec le dio a beber casi dos botellas de ron, puro. Sin razón aparente, para luego armar peo por ello. A veces no entendía del todo las acciones de Alec.

Se encogió de hombros. –No me acuerdo, realmente.

El rubio frunció sus cejas claras, muy poco convencido. –Está bien, sólo descansa.– sugirió. Se levantó, listo para irse, pero Simon le detuvo.

–¿A dónde vas?

Jace se volteó a verle. –Al instituto.– respondió escueto.

El brujito frunció el ceño. –Es sábado, ¿Qué los cazadores de sombras no descansan?

–No realmente.

Simon barrió el loft con la mirada, atento a otra presencia que no sea la suya y la de Jace. Estaban solos.

–¿No..., no quieres quedarte?– preguntó bajito, tan tierno a la vista dorada de Jace.

Carraspeó. –¿Por qué debería?

Simon frunció el ceño de nueva cuenta, y levantó su mirada para encarar a Jace. –Oh, perdón. ¿Acaso tienes algo mejor que hacer?– siseó, casi con rencor.

El cazador arqueó una ceja, tomado por sorpresa el cambio de actitud en el menor. –Tal vez.

El brujito bufó. –¿Cómo qué? ¿Verte con Clarissa? ¿Piensas volver con ella?– espetó con más brusquedad que la deseada. Pero es que le era inevitable no enervarse en celos de tan sólo imaginárselo.

Muy bien, eso ya era distinto. No sabía si Simon estaba así de arisco por su resaca o por otra cosa. No. No había otra cosa. Debería dejar de hacerse películas en la cabeza. Más aún, no pudo evitar soltar: –Si fuera así, ¿Qué? ¿Celoso?

No supo porqué, tal vez sí, tal vez era que aún el alcohol tenía efecto en su sistema, pero obvió eso. No le importó. Sólo tuvo un arranque de valentía para exclamar: –¡Sí!

El rubio quedó en un shock momentáneo, alucinando. Incapaz de creer lo que escuchó, pensando que tal vez oyó mal. Rebobinó una y otra vez ése "¡Sí!", tratando de encontrar burla, sarcasmo o ironía en él, hasta que su mente hizo corto circuito.

Elocuentemente, pudo soltar un escueto e inaudible:  «¿Qué? »  esperando que Simon se retractara, que desmantelara la bizarra situación, o que dijera lo que tanto quería escuchar.

Más para su suerte fue, ocurrió lo último.

–¡Que sí, joder! Me pondría celoso. No. ¡Estoy celoso con tan solo pensarlo! No quiero. ¡No te quiero a su lado! – chilló.

Jace se encontró fuera de orbita, y escasamente balbuceó: –¿Por, por qué deberías? 

–¡Porque te quiero! ¡Me gustas, maldición! 

El rubio alucinó. Se quedó inmóvil, pero para sus adentros estaba tan feliz, disolvió las recientes inseguridades tan absurdas como su existencia.

A Simon le abarrotó la vergüenza, siendo abandonado por la valentía. Se sintió estúpido. Sus ojos lagrimearon, se dispuso a irse de ahí, irse y que la tierra le tragase gustosa y le escupiera en China. Se bajó de la barra, más no dio ni tres pasos.

Púes, se vio siendo rodeado por los fuertes brazos de Jace, apretándole en un abrazo cálido.

–También te quiero, también me gustas.– confesó suavemente en los cabellos negros del brujito.

Simón se sintió pleno y feliz, olvidando el fugaz trago amargo que esperimentó, le devolvió el abrazo al rubio. Enterrando su cara en el pecho del cazador. Fundiéndose.

[...]

– ¿Y bien?– preguntó Alec, dos días después, cuando Jace y Simon se aparecieron ante él en su despacho.

–Queremos decirte algo.– comenzó su parabatai, con una sonrisa estúpida e impropia de él, que Alec se vio tentado en borrarsela de un solo coñazo.

–Los escucho.– dijo mientras se acomodaba mejor en su sillón y los taladraba con sus ojazos azules.

Intercambiaron una mirada cómplice, y Simon dijo con emoción: –Estamos saliendo, ¡Somos novios!

Alec rodó los ojos, y soltó el bolígrafo que sostenía. –Por fin, ya me estaba comenzando a cuestionar, si el haberlos dejado solos el sábado, con Simon pasando su primera resaca, habría sido el detonante correcto. Al parecer, si lo fue.

Jace le miró sin entender, pero Simon sí que pilló a donde iba con ello. Púes, no era un secreto que Alec hacía de todo para acercarle a Jace. Ahora entendió porqué demonios Alec lo embriagó: para que se le confesara a Jace. En sí, funcionó.

Maldito nefilim podrido, cuanto lo amaba.

–En fin.– hizo un gesto con la mano para restar importancia. – ¿Terminaste con Clarissa, no?– inquirió.

–Sí, la tarde antes de que Simon se embriagara terminé con ella. Quedamos en que podíamos ser amigos...– no consiguió terminar la oración, Alec le había parado con la mano.

–Me bastaba el "Sí", lo demás, no me importa.

Alec podía acabar el informe de misión con un "Finalizado exitosamente ", había juntado a ése par. Se palmeó el hombro mentalmente, felicitándose por un trabajo bien hecho.

Por fin, ya no escucharía los lamentos de Simon, y mucho menos oiría los sucios pensamientos.

Ahora todo iría bien.

Dirty Thoughts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora