21.

3.5K 365 10
                                    

Mini-maratón de dedicado a: @noelia9612

3/4

Llegaron.

Después de esquivar las preguntas de Mangus, quien les atrapó en la acalorada discusión, pero no supo de qué demonios iba, pues puso toda su atención en las acciones físicas de ambos cazadores.

Alec le dejó con la promesa de explicarle lo sucedido. Le supo mal. Pues tendría que mentir sobre lo ocurrido a Magnus.

Por otro lado, Jace estaba ofuscado. Todo su ser temblaba. Había confesado a su parabatai lo que sentía por el nene de éste. Pero eso es lo que menos le importaba ahora. Primero debían rescatar a Simon, ya luego tomaría sin quejas el sermón y las amenazas de Alec para con él sobre alejarse del bujito.

Recurrieron a Raphael, para su disgusto. Se limitaron a pedirle un portal, sabían que el vampiro podía darles uno. Y eso ayudó a pasar el mal trago de verle la cara al vampiro.

En total, demoraron veinte minutos en llegar al escondrijo del maldito desde que dieron con el paradero de Simon. Y eso solo le exasperó más.

Por lo que Alec le dijo, Simon podría estar en manos de ése desgraciado desde el medio día. Y ahora pasaban de las seis de la tarde. Seis horas en las que el sucio de Ward podría hacerle algo a Simon. Gruñó de tan sólo imaginarse un diez por ciento de las calamidades que podría padecer Simon. Y es que maldecia, al profesor, a la escuela, a Alec, pero por sobre todo a sí mismo. Sabía que una persona no podía ser del todo una maldita deidad para nadie. La perfección no existe. Y siempre el hecho de que Simon alabara tanto al cabrón le ponía mal, era sospechoso. Siempre sospechó del hijo de puta. Siempre supo que podría llegar a ser tóxico para Simon. Pero nunca se imaginó que el maldito se fuera a obsesionar con Simon al punto de secuestrarlo y querer violarlo. 

Solo el pensamiento hacía su sangre hervir. A tanto, que las ganas de desmembrar al educador eran palpables.

Volaron la puerta.

Él con el cuchillo serfín en lo alto, y Alec con su arco y flecha tensos, listo para disparar.

Se separaron, Alec fue al piso superior del almacén, y Jace se quedó ahí en planta.

Caminó con sigilo, aunque ya de nada servía, no después de tan abrupta entrada. Su cuerpo tenso, pero ansioso de cortarle la garganta a Ward. Aún pensando su nombre su mente lo soltaba con asco y odio. 

Recorrió el lugar con hambre. Descendió a lo que parecía un sótano. Estaba sin luz. Se alumbró el ambiente con su piedra de luz mágica con la mano desocupada. Tanteó terreno por lo que le pareció una eternidad.

Hasta que por fin divisó algo. Se acercó con paso rápido. Divisó una figurilla frágil encadenada a al peor intento de cama existente, y supo que era Simon.

Corrió el tramo de distancia que le separaba del brujito, tiró a un lado su piedra y el cuchillo. Tomó entre sus manos las cadenas que ataban al menor y con su estela en mano, marcó la runa que liberaría al inocente de tan salvaje amarre.

Simon ante los sonidos sordos de la piedra, del cuchillo y de las cadenas al chocar con el piso fue despertando de su letargo inducido. Se incorporó alarmado y asustado, unos brazos le envolvieron su cuerpo desvestido, y chilló con terror. Forcejeó contra su captor. Con miedo, esperando más golpes. 

Más estos no llegaron.

Sus oídos captaron la voz varonil susurrándole con dulzura.

Voz que tanto amaba.

−Tranquilo, estoy aquí. Ya nada te va a pasar. Estoy aquí, siempre lo estaré. Te voy a proteger. − el rubio le acunó y meció levemente. Tratando de tranquilizar al nene entre sus fuertes brazos.

Simon sollozó. Porque se sintió a salvo, en paz. Se abrazó a Jace, tembloroso. Amó el hecho de que estuviese ahí para salvarlo. Se conmovió por escucharle decir que siempre estaría para él.

Pero también lloró, porque de repente, ya no se sintió merecedor de tan magnífico ángel.

Jace había ido a salvarlo.
A rescatarlo, cual príncipe.

Jace le agarró suavemente por las mejillas y encaró a Simon.

−¿Qué te hizo ése desgraciado?− dijo conteniendo el enojo en su voz. Odiando la posibilidad de que Ward rompiera el espíritu del brujito.

Simon se encogió y dejó de mirar los luceros de oro que tanto amaba. − Me drogó para traerme aquí. Me golpeó varias veces, pero también me b-besó a la fuerza. Me tocaba horrible. ¡Jace, tenía mucho miedo!− rompió en llanto.

El cazador lo atrajo a su pecho, y lo envolvió en un cálido abrazo. Siseó para calmarlo.

−¿No llegó a más?− preguntó, con cierto temor.

Sintió al pequeño negar, y se permitió suspirar con cierto alivio. 



Jace le había puesto a Simon su chaqueta para cubrirle su cuerpesito. Y recogiendo la piedra y el cuchillo serafín, subieron a planta para ver si se encontraban con Alec.

Y así fue, Alec estaba a poco metros de la entrada, con el cuerpo inerte de Ward. El mismo estaba en un charco de sangre. La imagen era grotesca. Cubrió con su cuerpo a Simon, tapándole la vista. 

Alec estaba deshecho, cabello revoltoso, salpicaduras de sangre por casi todo su cuerpo. Pero se veía más sereno.

El cuerpo del profesor estaba hecho mierda. La cara desfigurada, sus brazos deformes, asumió, Alec le rompió los huesos. Varias flechas clavadas con cierto salvajismo y rencor en los muslos y el abdomen -Alec no disparó las flechas, las clavó por su misma mano-. Pudo observar un gran hueco en el pecho del tipo. Divisó cierto órgano de importancia vital en la mano derecha de Alec. No hacía falta decir qué mierda acabó con la vida del mundano.

−Deberíamos dejarlo en un callejón, quitarle la cartera y llaves, también las flechas. Y hacerlo pasar por un robo, con un buen glamour.− dijo el rubio llamando la atención de su parabatai, que se encontraba viendo, con la mirada perdida, el suelo.

Sumido en la culpa.

 Levantó la vista hacia Jace distraidamente. −Jace eres un..., genio. − reconoció sin aliento.

Pudo divisar la figura de Simon detrás de su parabatai. Reprimió sus impulsos de abrazar fuertemente al brujito. Pues, estaba lleno de sangre, y lo menos que quería hacer, era manchar a Simon con el líquido vital. Más para su sorpresa,  fue que el mismo Simon corrió a sus brazos, queriendo desesperadamente un abrazo de Alec, sin importarle mancharse de sangre en el proceso.

Así que Alec alejó aquella preocupación y se fundió en un abrazo lleno de amor fraternal.

Barriendo momentáneamente la culpa. 

Dirty Thoughts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora