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Hoy había ocurrido un milagro –a ojos de Alec–, Simon ha rehuido de Jace durante todo el día. Un hecho que Alec JAMÁS creyó posible. El pequeño brujito en algún momento de la mañana había desaparecido por un rato, y, cuando apareció, tenía las mejillas rojas y la vista baja. Huía de Jace, no le hablaba, no le miraba, se iba de la habitación apenas Jace aparecia. Aunque, lo hacia con bastante disimulo, Alec lograba notarlo fácilmente. Por lo cual, Alec invitó a Simon por una merengada para así sonsacarle algo.

–Y bien, ¿Qué está mal contigo?– preguntó apenas los dos se sentaron en la mesa con sus bebidas en mano.

–¿De qué hablas?– soltó algo confundido el menor.

–Has estado todo raro con Jace. Ni siquiera le hablas. –pronunció– ¿Acaso es el fin del mundo?.

Simon rodó los ojos, pues sabía que Alec intentó bromear con ello.

–No, no es el fin de mundo.

–¿Entonces?– inquirió alzando una de sus cejas.

–B-bueno, estoy muy avergonzado. – dijo a la par que sus mejillas se encendían.

–¿Con respecto a...?– incitó.

–Yo... No puedo mirar a la cara a Jace sin recordar lo que hice. – dijo desviando la mirada.

Alec frunció en ceño –¿Qué hiciste?

–Yo. Ahm, yo~.– balbuceó mirando a todas partes en signo de nerviosismo.

–¿Qué hiciste? – repitió y luego tomó un gran sorbo de su merengada.

Simon cerró los ojos y soltó rápidamente –YomelahicepensandoenJace. – suspiró.

De repente Simon se vio bañado en merengada de chocolate. Sí, Alec escupió la merengada que había en su boca; a causa de la impresión que le causó escuchar eso, que por consiguiente le llevó a atragantarse con la bebida, escupirla, para luego toser con desesperación.

–¿¡QUÉ!?– gritó apenas pudo respirar, llamando la atención de la demás gente.

–¡Shhh! ¡No grites!– exclamó abochornado.

Alec se limpió la boca con una servilleta, a lo que Simon se limpió con su magia.

–Es que yo-. No puedo-. ¿De verdad lo hiciste? – preguntó aún consternado.

Simon asintió con vehemencia –Hace no mucho hablé con Izzy, y ella me aconsejó que me estimulara cuando me pusiera caliente. – dijo apenado tapándose la cara con sus manitas.

Alec le miró con sorpresa. –¿Hablaste con ella? ¿Por qué hablaste con ella? ¿Y por qué hablaste con ella sobre eso?

–Bueno, es que..., ¿El tema surgió? 

Alec le miró por un rato con esceptisismo y luego suspiró.

–Bien, te la jalaste pensando en Jace. Está bien, no importa. Era algo que tarde o temprano pasaría. Aunque yo prefería tarde, no se puede hacer ya nada. 

–No lo digas así, suena feo. – se quejó.

–No me vengas con eso. Tu hiciste eso, hay que decir las cosas como son. – aclaró.

–¡Ay, por favor!– chilló. – Ni que tu nunca te la hubieras hecho pensando en Magnus.– replicó.

Alec ladeó su cabeza y desvío su mirada azulada hacia su merengada. –No lo he hecho. – soltó quedo.

–¿Ah, no?

El cazador negó con la cabeza.

–¿Por qué?– volvió a preguntar, algo asombrado.

Las mejillas pálidas de Alec se sonrojaron un poquito. –Nunca he tenido la necesidad de hacerlo.– empezó con la vista fija en su vaso. – Ya que, bueno. Magnus. Magnus. Cuando, ya sabes. Lo hacemos, él se, ¿Encarga? De eso. – balbuceó avergonzado.

Simon se tapa la cara ocultando su risita, lo cual fue inutil. Alec le miró mal.

–Ya, lo siento.– dijo entre risas. – Pero es que te ves muy tierno así. Hasta parece que no mataras demonios. – dijo con gracia. – Aunque, no tiene nada de malo eso. Quiere decir que sí se complacen en la cama y no tienes qué recurrir a darte placer a ti mismo. – se alzó de hombros.

–Coño, no. Estoy frustrado. ¿Sabes cuanto llevo sin tener sexo con Magnus? Tres-putas-semanas, casi cuatro. Y no puedo recurrir a darme placer a mí mismo porque me da pena el sólo pensarlo. – dijo ya con más soltura sin dejar de lado sus mejillas rojas.

Simon parpadeó. –¡Es casi un mes! ¿Cómo sobrevives?

–Ahogándome en trabajo. – suspiró.

Simon hizo una mueca. – Ambos estamos frustrados. Tu no tienes tiempo para estar con tu pareja. Y yo, porque el tarado aquel está de crisis con su novia. ¿Qué puede ser peor? – suspiró también.

Con el ánimo decaído siguieron tomando sus merengadas.

–¿Aún así, por qué estamos hablando de eso?– se quejó Alec a lo que Simon se encogió de hombros.

Dirty Thoughts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora