CAPÍTULO 29

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Sam se había llevado a Jules hace aproximadamente una hora, según me contó dijo que le diría que la acompañara a comprar ropa, a lo cual Jules aceptó de mala gana pues Sam se tardaba años en probarse ropa, prenda tras prenda y tardaba más en buscar zapatos que le combinaran.

Pero como todo buen primo, terminó aceptando.

Yo estaba terminando de hacer la cena. Le pedí a Sam que nos dejara solos, me hizo prometer que le guardaría lasaña.

Dejando la mesa colocada, me deshago del delantal que le robé a mi madre y corro hacia el baño, a comprobar que mi maquillaje esté bien. No era que fuera a pedirle matrimonio a Jules, pero luego de no hablarle casi un mes, estaba nerviosa por cuál iba a ser su reacción ante lo que había planeado.

No me había esmerado en mi vestimenta, no llevaba nada del otro mundo: jeans azules, un suéter de lana morado y unas zapatillas blancas.

Me quedé en silencio al escuchar como la puerta principal se abría, maldecí por lo bajo al recordar que tenía que estar en la cocina, recé porque Sam no lo llevara directo a la cocina.

Asomé mi cabeza con cuidado fuera del baño, Jules estaba dando la espalda al baño, de reojo Sam me miró y entendió que necesitaba salir del baño.

— ¿Qué tal si vas a ver a Fanny? Te está esperando en tu habitación— dice Sam nerviosamente.

— ¿Qué?— dice Jules confundido.

—Que vayas a tu habitación y no salgas hasta que termine de hacer la cena— meto la cabeza de nuevo y escucho como la puerta de la habitación de Jules se abre y segundos después se cierra.

Sam toca la puerta del baño suavemente y salgo tratando de no hacer mucho ruido.

—Tengo que terminar de preparar algunas cosas, te digo cuando termine— le susurro a Sam, ella asiente y nos encaminamos a la cocina.

Me ayuda a colocar algunos cubiertos y los platos en su lugar, servilletas y vasos.

Una vez todo en su lugar, asiento en señal de que terminé. Sam sale de la cocina y toca la puerta de la habitación de Jules.

—He terminado— le dice ella.

—Espero que no me de diarrea luego de comer tu cena, me inquieta que la hayas terminado en tan poco tiempo— dice Jules no muy confiado.

—Tranquilo, para beber te daré pepto bismol.

Al momento en que entran a la cocina, mi corazón se detiene al verlo, al parecer le sucedió lo mismo ya que se queda viendo todo sorprendida mente.

Trato de sonreír pero en cambio sale una mueca, limpio mis manos discretamente en mis jeans. Cuando su verdosa mirada se posa en mí, siento las tan conocidas mariposas en el estómago, pero esta vez no las puedo disfrazar diciendo que es el hambre.

—Tu...

—Bueno, es mi momento de desaparecer— dice Sam, ambos la ignoramos, en ese momento lo único que me tenía atada a la tierra era su mirada.

—No contestaste mis mensajes, me evitabas— dice con cierto dolor en la voz— Me dolía tu indiferencia.

Agacho la mirada y cierro los ojos, sintiéndome culpable.

—Yo... lo siento— mi voz sonó temblorosa, levanto la mirada para encontrármelo viéndome fijamente.

—No lo sientas, tenías tus razones— poco a poco las murallas que nos dividían fueron desapareciendo, dando paso a la hermosa sensación de comodidad que me hacía sentir.

—Necesitaba aclararme, necesitaba tiempo— él comenzó a acercarse poco a poco, y aunque estaba impaciente por abrazarlo, me contuve.

Cuando estuvo frente a mí, tomó mi rostro entre sus manos, sin dejar de mirarme a los ojos, penetrándome hasta el alma.

—Tranquila, lo entiendo— rosa suavemente sus labios con los míos, haciéndome sentir miles y miles de fuegos artificiales en mi estómago, un beso como el de los personajes de libros.

Me besó como nunca antes lo habían hecho, como solo él sabía hacerlo y como a mí me encantaba, haciéndome sentir la protagonista de la película más cursi y empalagosa que puede existir sobre la faz de la tierra.

Me encantó, no iba a negarlo. Sus besos no eran urgidos ni feroces. Sabía besar conforme al momento, y en ese momento supe que esos labios serían los únicos que quería probar en mucho tiempo.

—Te quiero— dije sobre sus labios, sintiendo las palabras con cada parte de mi ser.

Al retirarse, mordió sexymente mi labio inferior, con los ojos cerrados sonrió.

—También te quiero Mel— dice abriendo los ojos— No sabes cuánto te quiero. — me abraza escondiendo su rostro en mi cuello, coloco mis brazos a su alrededor sintiendo la más pura felicidad esparcirse por todo mi cuerpo, lo quería y él me quería ¿Qué más podría desear?

Entre sonrisas y miradas cómplices, sintiendo como volvía a los mejores tiempos de nuestra amistad.

—Todo estuvo delicioso, comenzando por ese beso— me guiñó un ojo haciéndome derretir en cuanto terminamos de comer.

—Espero que Sam no se enoje de que no le hemos dejado nada— dije con una sonrisa, la cual no se me quitaría por el resto de la semana.

—Tranquila milady, tu fiel caballero no dejará que nada te pase— me abraza por la cintura, atrayéndome hacia él, río tirando la cabeza hacia atrás cuando comenzó a darme vueltas.

Enterró su rostro en mi cuello y suspiro como la completa boba enamorada que era.

—No puedo creer que por fin estemos juntos— dice sin quitar su rostro de mi cuello.

—Nunca dije que estuviéramos juntos— digo en tono divertido, aunque supiera que realmente nunca hemos estado separados.

—Y yo nunca te lo pregunté. — me mira con los ojos entrecerrados, trato de retener una sonrisa.

— ¿Piedra papel o tijera?— lo miro también con los ojos entrecerrados.

—Si yo gano, serás mi novia, y si tu ganas, seré tu novio ¿te parece?— apretando los labios para no sonreír, asiento.

Cuando gané, forzó cara de decepción.

—Pues ni modo, al parecer seré tu novio— hace un puchero, ruedo los ojos.

—Y tú que no querías— le sigo el juego.

—Ahora me tocará estar atado a ti por el resto de mi vida— se limpia las lágrimas imaginarias y no lo soporto más, estallo en carcajadas.

Él me atrae hacia él para callarme con un beso.

—Te quiero— dice sobre mis labios, murmuré un "te quiero" entre besos.

Nos dirigimos hacia su habitación y en poco tiempo, estábamos ambos tumbados en su cama, sacando las últimas prendas que nos impedían llegar a donde queríamos. Como la primera vez que lo habíamos hecho, fue de lo más tierno que puede ser un hombre al principio.

Quito mi ropa con paciencia, deteniéndose a besar cada parte de mi piel, haciéndome estremecer entre sus brazos.

Esta vez me hizo el amor, de una manera que jamás olvidaría.

Sus caderas se movían contra las mías, al mismo compas, aumentando cada vez más el ritmo y la profundidad dentro de mí.

—Te quiero Jules Black, te quiero— le digo con la voz entrecortada, sintiendo el orgasmo esparcirse por todo mi ser.

—Yo también...— de pronto, todo comenzó a volverse borroso, Jules me mira asustado, trataba de escuchar lo que decía, pero sus labios solo se movían, traté de abrazarme a su cuerpo para evitar que cualquier cosa pueda pasar, pero todo cada vez se miraba más borroso.

Traté con todas mis fuerzas quedarme junto a él, repitiéndole una y otra vez lo mucho que lo quería.

Todo se volvió oscuro. 

La Vida que Soñé I || COMPLETA ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora