CAPÍTULO 23

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Con Jules acordamos que primero le diríamos a Karina lo sucedido entre nosotros, luego hablaríamos a cerca de nosotros y que haríamos 1) seguir como amigos o 2) avanzar y salir de la friendzone. Claro que eso dependía de la reacción que Karina tuviera, como siempre he dicho y por mas perra que me haya comportado hace un par de noches atrás, la familia es primero.

Y sabia cuan hipócrita sonaba eso de mi parte, mas después de no haber pensado en mi prima mientras lo hacía con su "novio".

No sabía cómo iba a reaccionar ella al enterarse, y realmente tenía miedo de averiguarlo.

Pero me obligué a no pensar en eso toda la tarde del sábado, pues quería estar completamente concentrada en conocer al doctor ingles del que mi madre me había hablado muy emocionadamente.

—No creí que te fueras a tomar todo este asunto con tal madurez— dice mi madre metiendo el pollo al horno.

—Ambas sabemos que puedo ser más madura que tú algunas veces. — le digo cerrando el horno.

—Sí, pero desde que tu padre se fue, siempre imaginé que si yo salía con otro tú te molestarías.

—Sí, eso pudo haber pasado dos años atrás, pero ahora lo entiendo y créeme cuando te digo que me agrada la idea de que rehagas tu vida al lado de otra persona. — me siento con ella a la mesa.

—Me emociona todo esto de revivir un romance adolecente— dice levantándose para sacar el pastel de chocolate que comeríamos como postre, esta cena iba a ser mejor que las de navidad, eso ya decía mucho de cuán importante era ese doctor para ella.

—Se nota— digo con las cejas alzadas viendo como había colocado cada plato y cada cubierto en la mesa decorada con un mantel blanco a juego con unas servilletas color celeste pastel que había creído perdidas hace años.

—Ve a vestirte Mel, y llama al abuelo. — me ordena Michelle.

Hago lo que me dice y voy primero a la habitación de mi abuelo.

Toco la puerta suavemente y escucho un "adelante" desde dentro.

—¿Estás listo para conocer a tu nuevo yerno?— le digo a mi abuelo entrando a su habitación con una sonrisa.

—Prometo no ser tan duro como lo fui antes. — dice Lucio devolviéndome la sonrisa.

—Después de todo ella ya no es una adolecente. — me encojo de hombros.

—Se comporta como una, pero no lo es. — dice él acomodándose su chaleco color verde.

La habitación olía a su loción, la cual me encantaba y me hacía recordar a cuando era niña y pasábamos todos los sábados por las tardes en el parque.

—Aunque sea difícil de creer, cuando tu madre era adolecente nunca me presentó muchos chicos, y es porque rara vez tuvo algo realmente serio— me cuenta con una sonrisa—, Cuando me presentó a tu padre, la mirada de ella era tan enamorada que creí que había perdido por completo a mi pequeña, fue la razón por la cual no trataba tan bien a tu padre, sentí que me la estaba arrancando de mi lado.

—Mamá me contó de una vez que los encontraste en casa solos viendo una película, ella dijo que aunque no estaban haciendo nada realmente malo, casi sacas tu escopeta y lo matas. — digo riendo, imaginándome al abuelo en calzoncillos con una escopeta en manos, corriendo a mi padre por toda la casa.

—Oye, si no me acuerdo, nunca pasó— dijo riendo él también— A pesar de eso, Garrett nunca me cayó realmente mal, fue un gran hombre, Michelle me hizo ver que aunque se enamorara de otro hombre, su primer amor siempre seria yo.

Estaba a punto de llorar en este momento, apreté lo labios para no hacerlo.

—Me encanta escuchar esas historias abuelo...— me callé cuando escuché la puerta principal abrirse y luego un saludo varonil retumbó por toda la sala, el inglés había llegado.

—Al parecer hay que bajar ya— dijo mi abuelo viendo hacia la puerta entreabierta— ¿No bajarás así, verdad?— me recuerda viendo mi pijama.

—Di que bajaré en unos minutos, y no seas tan malo con él— le di un beso en la mejilla y salí de su habitación para ir corriendo a la mía.

Los sábados no eran muy productivos para mí, en todo el día no había hecho nada más que lavar mi ropa y aspirar mi cuarto, por lo que había estado todo el día en pijama.

Busco en mi closet algo cómodo para ponerme; una falda de jean unida por botones en el medio y una blusa blanca básica, acompañados por mis fieles converse blancos.

Peiné mi cabello en una coleta alta y me apliqué un labial rosado suave.

Bajé a la cocina y miré que ya estaban acomodados en la mesa.

Cuando miré al pretendiente de mi madre, supe que Michelle Williams no tenía para nada malos gustos. Tenía una sonrisa fresca que hacia resaltar sus ojos verdes intensos. Una incipiente barba estaba en su cuadrada barbilla. Era muy apuesto, tal y como lo había descrito mi madre.

—Tyler, ella es mi hija, Mellanie— dice mi madre, el Dr. Davies dirige su mirada hacia mi y sonríe amablemente, se levanta y me ofrece su mano.

—Tyler Davies.

—Mellanie Williams— digo tomando su mano.

—Es un gusto por fin concerté Mellanie— dice.

—El gusto es mio, Dr. Davies— le digo para luego acercarme a tomar asiento al lado de mi abuelo.

—Por favor, dime Tyler— dice sentándose frente a mí.

—Mel, ayúdame a servir la cena— dice mi madre con voz dulce, sip, realmente le gustaba aquel inglés.

—Ahora voy— vuelvo a levantarme y ayudo a mi madre a poner el pollo en la mesa y a servir el café en las tazas de cada uno.

—Tu madre me ha contado mucho de ti— dice Tyler cuando me siento nuevamente para empezar a comer.

—Espero que hayan sido cosas buenas— bromeo y él ríe.

—Te aseguro que han sido cosas buenas— dice para luego meterse a la boca un poco de pollo.

— ¿De mí también te habló?— dice mi abuelo con recelo.

—Claro, me habló hasta del perro que tuviste cuando tenías siente años— bromeó, me reí solamente para que el momento no fuera incomodo, pues yo no recordaba ningún perro.

—Sabes lo mucho que me gusta hablar— dice mi madre guiñándome un ojo, al parecer era la única a la que le salía horrible guiñar un ojo.

Iba a decir algo, pero golpearon la puerta.

—Iré yo— dije levantándome.

Escuchando como el abuelo le lanzaba varias preguntas al pobre inglés, me dirigí a la puerta.

—¿Me extrañaste muñeca?— dice la rubia cuando abro la puerta.

—¿Qué no vendrías mañana?— le digo sintiendo como mi garganta se seca al ver a Karina tan radiante frente a mi.

—Quise darte una sorpresa— dice quitándose las gafas— ¿No me vas a abrazar?— hace un puchero.

—Es que...— no sabía cómo demonios haría eso, me sentía sucia.

—Bueno, te abrazo yo— sin esperar mi respuesta, me abraza fuertemente.

No sabía cómo reaccionar ante su presencia, pues la culpa me estaba matando lentamente en este mismo instante. 

La Vida que Soñé I || COMPLETA ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora