-Guaa, nunca había estado aquí de noche.- en sus ojos brillaban los reflejos de todas aquellas luces. Su sonrisa habia vuelto a encenderse, a iluminarme.
Una ráfaga fugaz de aire le hizo encogerse, sin dejar de mirar a lo lejos. No había sacado su abrigo del coche. Le abracé por la espalda para calmar su frío. Él se acomodó y cerró los ojos soltando un suspiro largo. Se dio media vuelta y me abrazó entrando sus manos en mi abrigo y escondiendo su cara en mi pecho. Seguramente podía sentir mi agitación y mi corazón como loco, me ardieron las mejillas por la vergüenza.
Comenzó a acariciar mi espalda recorriendo cada rincón muy, muy despacio. Su pelo olía a frutas, a pomelo y mango. Aspiré su olor intensamente, no quería olvidarlo, quería que quedase guardado en mí. El abrazo se hizo eterno y a la vez, fugaz. No quería que acabase nunca, pero terminó.
-Vámonos.- dijo separándose de mi y caminando hacia el coche. ¿Ya? No quería irme. Quería estar más tiempo con él.
-Makoto...- cerré la puerta antes de que pudiese abrirla por completo. Y le acorralé contra el coche.- Pasa la noche en mi casa, los gemelos no están así que supongo que no habría problema.
-Sou... No...
Me sentí un completo imbécil. Sentí estar jugando sucio, agobiándolo. Quizás Makoto no quería, quizás me precipitaba y no me había percatado de ello hasta entonces. Así que me separe de él.
-Lo siento.- me di la vuelta y fui hasta la puerta del piloto.
Una vez ambos estuvimos dentro del coche, me tomé unos segundos antes de ponerlo en marcha. Su mano acaricio mi mejilla y me permití mirar al dueño de las mismas antes de volver a casa. Sus ojos no me quitaban la vista de encima. Rozó con la yema de sus dedos mis labios y bajo la caricia hasta mi cuello siguiéndola con la mirada.
-Sou... Necesito pedirte algo ahora.- hizo al fin uso de lo que le dije.
-¿Qué es?- dije intrigado pues no sabía qué es lo que estaba pasando por su cabeza. Realmente quería saber comprenderlo. Quería saber qué sentía por mí. Quería saber muchas cosas. Quería saberlo todo sobre él.
-Bésame... Bésame como si mañana se acabase el mundo.- dijo tan serio y sereno que no supe de dónde sacó las fuerzas aquél tímido chico. Sin embargo, un fondo de melancolía me sonó en aquellas palabras.
Un fuego descontrolado incendió todo mi cuerpo. Makoto sí quería. No me estaba precipitando, no podía ser así porque me lo estaba pidiendo. Y como una chispa detonante, a la misma vez, nuestras bocas se buscaron ansiosas y en un intento de apagarlas, potenciaron aquellas llamas. Era tan desesperado aquel beso que torpemente nuestra lenguas chocaban y nuestros labios se movían a un destiempo cautivador.
Una de sus manos sostuvo los pelos de mi nuca mientras la otra bajó desde mi hombro para dar un placentero paseo por mi torso. Se posó en mi pierna provocando que esa zona quemase agradablemente.
Pero lo cercana que se encontraba a mi ingle comenzó a molestarme. Quería que esa mano llegase más allá.
Sabía que si algo más que mis labios tocaban su piel de canela, aquella vivaz lengua de fuego de mi interior acabaría volviéndose una gran llamarada.
Y no fui yo quien la prendió. Makoto enterró sus dedos con fuerza y llegaron a rozarme en aquella zona suplicante. Al notarlo, pasó su plama de la mano y comenzó a calmarlo.
De un movimiento, me subí sobre él, eché el asiento hacia atrás y recosté el respaldo hacia abajo. Makoto no se separó ni un sólo segundo de mi boca, es más, una de sus manos estaba enroscada en mis cabellos haciendo que perdiese, ya completamente, la cordura.
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The Beast
FanfictionMe llamo Sousuke Yamazaki, tengo 25 años y acabo de graduarme en la Academia de Policía. Me han designado a una ciudad llamada Iwatobi, famosa por su alto número de crímenes de todo tipo, desde los más despiadados hasta robos insignificantes ¿qué se...