Capítulo 11

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-Juan Pablo, no debes preocuparte, yo ya vi el diseño y es increíble. –Le dijo su compañero de trabajo Josué-
-Eso espero, la reunión es en unos minutos y necesito verificar todo.- su teléfono empezó a sonar- Espera, es mi hermana debo contestar.

Llamada*
-Hola hermana.
-Juanpa estoy en una ambulancia rumbo al hospital con Susan, tuvo una hemorragia.
-¡Voy para allá! –Dijo asustado-

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Cuando Juan Pablo llegó al hospital, se encontró una Danna muy preocupada y un Emiliano con la expresión igual.

-¡Hermana! ¿Qué sucedió? ¿Cómo está Susan? ¿Mi hijo?
-Juanpa! –Dijo levantándose- Yo recibí la llamada de Susan y cuando llegué a la casa, estaba sentada en el sofá llorando y toda ensangrentada. Llamé a una ambulancia, la entraron por urgencias y ya no sé más. –Dijo Danna con un par de lágrimas en la cara-
-No te preocupes hermana, todo estará bien. –La abrazó- Emiliano, si quieres puedo llamar a alguien para que venga por ti.
-Gracias Juan Pablo, no es necesario, me gustaría acompañar.
-Gracias.

Después de media hora, salió por fin un doctor.
-Familiares de Susan Torres. –Salió mirando la hoja-
-Nosotros doctor. –Dijo Juan Pablo acercándose- Es mi esposa.
-Buenas tardes señor Torres, verá su esposa estuvo a punto de perder al feto.
-¿Pero está bien?
-Está bien, sólo que deberá permanecer aquí hasta mañana, y debe guardar mucho reposo, sigue en riesgo de aborto, por lo menos hasta que tenga 5 meses. Si viene conmigo le daré una hoja con un par de medicamentos que necesitará.
-Con gusto, ya vuelvo. –Le dijo a su hermana y caminó con el doctor-
-Estará bien, ya verás. –La voz de Emiliano la sacó de sus pensamientos-
-Tienes razón. –Se sentó con él- Emiliano ya es tarde, tus papás deben estar preocupados.
-Danna tengo 22 años, no 5. –Dijo él sonriendo-
-Lo sé. –Dijo sonriendo también- Pero voy a llamar a Paco, para que venga por ti.
-Ya lo hice yo, quédate tranquila.

Se quedaron en silencio, sentados uno al lado del otro. Danna acomodó su cabeza en el hombro de Emiliano mientras cerraba los ojos.

-¡Dannita! –Llegó Paco- ¿Le sucedió algo?
-No te preocupes Paco. –Dijo mientras se levantaba y le sonreía- Estoy bien y Emiliano también, es mi cuñada, pero gracias a Dios ya está mejor.
-Me alegro mucho, pensé que les había pasado algo.
-Vamos Paco.-dijo levantándose y poniéndose al lado de Danna- Descansa ¿sí? –Le besó la frente- Dios te bendiga.
-Gracias Emiliano, Dios te bendiga. –Le sonrió-
-Venga joven. –Dijo Paco ayudándolo-

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Llamó a su abuela para avisarle que se quedaba y luego a su padre, quien le avisó al resto, pronto estaban todos allí, hasta su abuela y Aarón, quien consolaba a Juanpa en su regazo, para luego dormirse allí mismo.

-No era necesario que vinieran papá, Susan está mejor. –Dijo Juanpa cansado-
-Claro que lo es hijo, si un Torres tiene problemas, todos los Torres estamos ahí.
-Se recuperará muy pronto hijo. –Dijo su madre sobándole el hombro con cariño-
-Oraremos mucho y ese bebito estará con nosotros muy pronto. –Dijo la abuela-
-Gracias señito. –Dijo Juanpa- Aprecio mucho que esté aquí también.
-No te preocupes mijo.
-Este pequeñuelo se durmió. –Dijo Juan Pablo al ver a Aarón dormido en sus brazos-
-¡Familia! –dijo Leonel llegando- ¿Cómo está Susan?
-Está todo bien hijo. –Dijo Laura- El bebé y ella están bien, saldrán de aquí mañana.
-¡Qué alivio! recién vi el mensaje, estaba en la Universidad.
-Hermana, creo que debes irte, tienes trabajo mañana y Aarón tiene clases. –Dijo Juan Pablo-
-No quisiera irme. –Dijo ella haciendo una mueca-
-Ya hiciste mucho, ve tranquila, te avisamos cualquier cosa. –Dijo Laura con ternura-
-De acuerdo, si Susan despierta dale un abrazo de mi parte por favor. –Le dijo a su hermano-
-No te preocupes hermana, lo haré.
-Ven hermana, yo los voy a dejar. –Dijo Leonel- Dame a este monstruito. –dijo agarrando a Aarón de los brazos de Juan Pablo.-
-Hasta mañana papá. –dijo dándole un beso en la mejilla- Laura. –Le besó la cabeza- Ojo Juanpa, me llamas cualquier cosa.
-Si hermana. –dijo riendo-

Después de despedirse, Leonel los llevó a su casa.

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-Padre Santo, tú que eres bueno, que tus misericordias son nuevas y frescas cada mañana, tú que eres el pilar de mi vida, mi pronto auxilio, tú que te llevaste todos nuestros pecados en la cruz del Calvario para hacernos libres. Señor reconociendo tu grandeza y tu bondad, te pido de corazón por mi cuñada Susan, señor yo sé que tu voluntad es perfecta y prevalecerá por siempre, pero te pido que tengas misericordia de ella y del bebito que lleva en su vientre, glorifícate mi Dios, haz como tengas que hacer padre, permite que ese bebito nazca fuerte y saludable, para que algún día tanto Susan como mi hermano Juan Pablo, puedan instruir a ese niño o niña en tus caminos, en tu temor, clamo misericordia padre.

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Miércoles.

Se levantó temprano, aun cuando se había acostado muy tarde orando, sentía que Dios le había fortalecido.

-Aarón, amor.-dijo entrando a su cuarto y despertándolo- Cariño arriba, tienes escuela.
-No quiero ir hermana. –Dijo él abriendo sus ojitos-
-¿Por qué? –Le preguntó sentándose en la cama y apartando el cabello que su hermano tenía en la cara.-
-Quiero saber cómo está la tía Susan y el bebé.
-Están mejor, no te preocupes, le diré a Juan Pablo que te pase recogiendo para que la veas ¿va?
-Bueno. –Suspiró no muy convencido-
-Ora por favor antes de levantarte.
-Sí, y le voy a pedir a Dios que cuide a tía Susan y al bebé. –Dijo arrodillándose-
-Muy bien amor, te espero abajo para desayunar.

Bajó a preparar el desayuno de su hermano, y mientras lo hacía, su teléfono empezó a sonar.

-¿Si?
-Hermana. –Dijo Juan Pablo del otro lado de la línea-
-¡Juanpa! ¿Cómo está todo? ¿Susan, el bebé?
-Todo está bien hermana, llamaba para decirte que le dieron de alta a Susan, nos estamos yendo a la casa.
-Hay, gracias a Dios, hermano, mi abuela se ofreció para cuidar a Susan mientras trabajas, para que ella no tenga que hacer nada.
-Tu abuela es increíble, no tiene que molestarse.
-Lo hace encantada, además no tiene nada que hacer en casa, sólo cuidar a Aarón, por cierto, ahora está orando por Susan y el bebé.
-Debo decir que Aarón es un niño excelente, tan pequeño y ya ora, por mi esposa y mi hijo, le he tomado cariño hermana, mucho.
-Lo sé, él también te ha tomado mucho cariño. De hecho, no sé si podrías pasarlo recogiendo después de la escuela, está ansioso por ver a Susan y saber cómo está.
-Con gusto hermana, a la misma hora ¿verdad?
-Sí, muchísimas gracias por todo Juanpa.
-No hermana, gracias a ti. Te veo en la noche.
-De acuerdo, dale un beso a Susan, Dios los bendiga.
-Amén hermana, igualmente.
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Llegando a la casa de los Suarez no había nadie, ni Pancho, ni María, estaba solamente Carol, quien le abrió la puerta.
-Buenos días Carol. –Le sonrió-
-Buenos días Danna. –Le devolvió la sonrisa- Están todos en el patio trasero desayunando.
-Gracias.
Empezó a caminar al patio trasero pensando en que los señores estaban, escuchó un par de risas y al llegar a la sala de patio se encontró con todo el servicio desayunando con Emiliano.

-Hola. –dijo llegando mientras sonreía algo sorprendida-
-Hola Dannita! –Dijo Pedro- ¡Voy por tu desayuno! –Dijo levantándose-
-Dannita. –Dijo María- Siéntate.
-¡Que agradable verlos a todos aquí! Hola Pancho, Don Zequi.
-Hola Dannita. –Dijeron los dos y rieron-
-El joven Emiliano le ha guardado un puestito. –Dijo María toda enternecida-
-Ven. –Dijo Emiliano golpeando el asiento a su lado-
-Gracias. –Dijo ella sentándose-
-¿Cómo está Susan? –Preguntó con su expresión un poco preocupada-
-Está mucho mejor gracias a Dios, ya le dieron el alta y debe estar en casa en estos momentos.
-Aquí está tu plato Dannita. –Dijo Pedro sirviéndole y sentándose-
-Me alegro de que esté bien tu cuñada. –Dijo María-
-Mmm gracias. –Sonrió sin entender cómo María se había enterado-
-Yo se los dije. –dijo Emiliano entendiendo su tono de duda-
-Ayer cuando llegó... -comenzó María- nos lo contó y nos pidió que lo acompañemos a orar por tu cuñada Dannita, fue muy bonito hacerlo, se sintió muy bien porque todos hicimos nuestras peticiones también y fue precioso.
-Concuerdo con usted María, fue muy bonito. –Dijo Don Zequi, el jardinero-

Ese simple y tan importante acto de Emiliano, le conmovió el corazón y le quedó más claro aún que Dios estaba haciendo cosas muy grandes en Emiliano, que lo había cambiado de verdad y que era el Dios viviente. Intentando no llorar y con un nudo en la garganta, susurró un "gloria a Dios" que Emiliano pudo escuchar, ya que le agarró la mano.

-Muchas gracias Emiliano. –dijo ella con la voz quebrada-
-De nada, pero no llores. –Le sonrió-
-¿Por qué lloras Dannita? –Le preguntó Pedro-
-Lo siento. –Dijo riendo mientras se secaba las lágrimas-
-Se emociona mucho. –Dijo Emiliano sonriendo- Sabes, estaba hablando con todos aquí y queremos visitar a Susan. –Dijo acariciándole la mano-
- ¿Enserio? –Preguntó ella sorprendida con una sonrisa-
-Claro que sí, si es que se puede, por supuesto. –Dijo María-
-No, no, claro que sí se puede, Susan estará muy contenta de tener tantas visitas.-dijo ella sonriendo-
-Sólo dejaremos todo arreglado por aquí, aun que de eso se está encargando Carol.
-Puedo ayudar si desean. –Dijo ella ofreciéndose para ayudar-
-No te preocupes mi niña, ya está casi todo listo, creo que Don Zequi tiene que hacer unas cuantas cositas.
-Si mi Dannita, pero es súper rápido.
-Y yo tengo que terminar de hacer el almuerzo pero ya casi está. –Dijo Pedro-
-Entonces tenemos algunos minutos. ¿Me podrías leer? –Le pidió Emiliano-
-Claro que sí. –ella le sonrió-  

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