Capítulo 9

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Lunes 10am, Consultorio del doctor Acosta.

-Bien Emiliano, ya te hicimos todas las pruebas correspondientes, mañana estarán listas y veremos si estás preparado para operarte.
-Gracias doctor, se lo agradezco mucho.
-Entonces nos vemos mañana Emiliano.
-Hasta mañana doctor.
-Danna, un gusto conocerla.
-Igualmente doctor, muchas gracias. Vamos Emiliano.

Lo ayudó a caminar hasta la salida, donde estaba Paco esperando.

- ¿A la casa joven?
-Si Paco, gracias.
-A la orden Joven.
-Danna.
-¿Si?
-¿Te puedo preguntar algo?
-Claro, dime.
-¿Te vas?

Ella lo miró, su cara de preocupación le dolía.

-Sé sincera por favor.
-La verdad es que mi papá me pidió que dejara de trabajar, pero le pedí un mes más, hasta que te operes.
-Pero ¿si te vas?
-Si. –dijo triste- Después de que te recuperes.
-Hay que ver si todo sale bien.
-Todo saldrá bien ya verás.
-No podemos saberlo. Sólo prométeme que cumplirás tu promesa por favor.
-Claro que sí. –Le sonrió-

El silencio invadió el carro, así que ella se apresuró en hablar.

-¿Qué te parece si hacemos un picnic en el patio trasero?
-Claro.

Llegando a casa ella preparó una manta para poder sentarse, y Pedro hacía mientras los emparedados.

-Muy bien jóvenes, sus sándwiches.
-Gracias Pedro. –Dijo Emiliano-
-Si necesitan algo más sólo llámenme.
-Seguro, gracias. –Dijo ella-

Empezaron a comer en silencio, hasta que Emiliano lo rompió.

-Quiero contarte algo importante.
-Oh, claro, te escucho.
-Es sobre cómo perdí la vista.
-Emiliano si no quieres... -él la interrumpió-
-Quiero. Todo empezó cuando tenía 12, bueno desde siempre tuve afición por los caballos, tanto que desde muy pequeño mi padre me llevaba al hipódromo, cuando cumplí 12 empecé a practicar para los nacionales, me preparé por 3 años, luego de que no clasifiqué, me empeñé muchísimo más en hacerlo mejor para ir a las otras clasificaciones, mi maestro decía que yo me esforzaba demasiado, entrenaba muchísimo, yo... lo amaba, era mi vocación, o eso creía, a los 17 estaba emocionado porque faltaba muy poco para las clasificaciones nacionales así que me puse más intenso con el entrenamiento, tanto que tenía problemas en la vista y yo los ignoraba, tenía manchas en el ojo derecho, cada vez iban más cerca del ojo y yo seguía ignorándolo, cuando se acercaba el día de las clasificaciones se puso peor, me di cuenta que la mancha en mi ojo ya no estaba, pero era porque había entrado en el iris del ojo y si entraba a la pupila era peor, y mi vista en general no era buena, veía borroso. –Suspiró- El día de la competencia clasificatoria me esforcé entrenando, la competencia era a las 10am y yo salí del campo a las 11 de la noche. Estaba muy nervioso, y asustado porque no podía ver bien, llegó mi turno, en el primer obstáculo no guie bien al caballo y el tropezó haciéndome caer, me di un buen golpe en la cabeza y lo último que recuerdo fue que el dolor era intenso. Mi vista se nubló por completo y perdí el conocimiento, amanecí en el hospital y perdí mi vista. Los doctores dicen que la caída fue el plus que ayudó a mi ceguera, tenía el nervio óptico infectado y la córnea, y si te soy honesto sigo sin saber qué es eso, el golpe ayudó a que el nervio óptico se cerrara por completo. Los doctores dijeron que podían operarme, mis padres no quisieron porque dijeron que la operación era muy riesgosa, tenían que hacerme algunos análisis pero que por mi edad era más peligrosa una operación de esa índole. Y me dejaron así. Danna ¿estás llorando? –Dijo frunciendo el ceño-
-Lo lamento muchísimo. –Dijo secándose las lágrimas-
-No es tan triste Danna. –Dijo sonriendo-
-Perdiste la vista Emiliano, claro que es triste.
-Acércate.
-¿Qué?
-Ven, siéntate a mi lado. –Ella lo hizo- No llores, no me gusta oír a las personas llorar, menos a ti.
-Discúlpame no puedo evitarlo, siento mucho lo de tu vista de verdad.
-No te preocupes. ¿Danna?
-¿Si?
-No quiero que te vayas.

Eso la dejó sin aliento.

-Yo... tampoco quiero irme. –Dijo con tristeza-
-Danna, te quiero. Me gustas.

Ella se quedó en shock, nunca imaginó que él iba a pronunciar todas esas palabras para ella.

-¿Puedo tocar tu rostro?

Salió del shock en el que estaba al oírlo hablar, así que para evitar hablar porque seguramente empezaría a llorar otra vez, le agarró las manos y las puso sobre su cara. Él empezó a examinarle la cara, a tocar cada esquina de su rostro, ella sólo podía mirarlo con los ojos aguados. Posó sus manos en los dos extremos de la cara de ella y la atrajo a él depositando un tierno beso en nariz.
-Puedo oler las lágrimas en tus ojos.
-Emiliano. –Dijo ella con la voz llorosa-
-Acepté a Cristo en mi vida.
-¿Qué?
-Soy tu hermano en Cristo.
-¿Cuándo?
-El día domingo en la noche, fui al culto de la noche con Pedro y tomé la decisión más importante de mi vida.
-¡Eso es increíble Emiliano! –dijo ella muy contenta y no pudo evitar abrazarlo-
-Le dije al pastor que si salía bien de la operación me iba a bautizar. Y quiero que sepas que esto no lo hice por ti, lo hice al darme cuenta que todo este tiempo que viví sin Dios, estaba tan vacío, cuando me llevaste al primer culto te puedo prometer que me sentí completamente diferente, y ahora sé que fue Dios llenando de a poco el vacío que tenía en mi corazón. Pero sé que Dios te usó como un instrumento para hacerme llegar su palabra a través de ti.
-Estoy muy contenta de verdad, gloria a Dios. –dijo secándose las lágrimas-
-Pero ¿porqué lloras?
-Lo siento soy muy sensible, lloro por todo. –Rieron- Te quiero mucho Emiliano.
-Y yo a ti. –Tanteó buscando sus manos y se las agarró para depositar un tierno beso en ellas-
-Creo que... creo que debemos comer. –rieron-

Amor InvidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora