Capítulo 3 | Narra Aida
A partir de la fatídica noche, mi vida girará alrededor de Mauricio y su recuperación. Todo lo demás queda para después, incluso mis estudios, por más que me afecte no ir a la universidad. Ya sé que apenas comienza el semestre, que necesito echarle ganas, que es el último año... pero mi mente está en él, en el hombre que hace días quería dejar. El hombre que también estuvo a punto de dejarme cuando entré a verlo... el hombre que me mató con su manera de mirarme. Me lo merezco.
Acabo de volver de mi casa, donde me duché, me cambié de ropa y tuve que dar un par de explicaciones. Al menos mis padres no me regañaron... ¡pero como me hubiera gustado poder ahorrarles esta pena!
―Necesitamos tu ayuda. ―me avisa la señora Mercedes, apenas ingreso a la sala de espera
Ver a la madre de Mauricio más preocupada que antes me pone en alerta. Enseguida pienso que habrá aparecido alguna complicación. Sin embargo dice necesitar mi ayuda y no la de un médico, entonces debe tratarse de otra cosa.
―Mauricio rechaza la terapia. Creo que eres la única que puede convencerlo...
¿Cómo que la rechaza? ¿Convencerlo, yo? Lo dudo mucho, pues aunque él lo niegue, aún creo que está furioso conmigo. Me encantaría estar equivocada pero...
―Por favor, inténtalo. ―suplica su madre, llevándome de las manos
―Sí, claro.
A ver si los nervios no me impiden. Porque la primera vez que entré a su salón, me sentí como si tuviera una misión imposible. Me resultaba muy complicado enfrentarlo. La culpa y el miedo al rechazo se habían apoderado de mí. Al igual que el dolor de verlo ahí... Luego su actitud, tan predecible y a la vez tan...
Ya, tengo que ser fuerte. Y tengo que prepararme para lo que sea.
― ¿Hay alguien en su salón? ―me intereso
―No.
―Iré... a hablar con él, pero no le prometo nada.
Sus ojos me lo agradecen. Me suelta mientras asiente y sin embargo me quedo inmóvil. No sé si pueda hacer esto. ¿Por qué su madre piensa que soy la persona indicada? Sabe muy bien que por mi culpa su hijo está ahí. Por mi maldita culpa necesita la terapia.
Aún recuerdo el accidente, recuerdo esa sacudida, esos instantes en los que pensé que nuestras vidas acabarían. Luego ese grito de dolor que me persigue...
―Fue un accidente ―aclara la mujer, como si acaba de leer mis pensamientos―. Además mi hijo no llevaba cinturón de seguridad.
Un accidente provocado. Por mí.
― ¿Usted cómo sabe? ―cuestiono al asimilar la última frase
―Carlos se lo preguntó. El cinturón explica por qué tú saliste bien librada y él está ahí.
―No, sólo podemos suponer eso. A veces el cinturón no sirve de nada... Y como sea, si yo no hubiera chocado, ambos estaríamos bien. ¡Perdóneme!
En cuanto se acerca y me limpia una lágrima, me percato de que estoy al borde del llanto. Me empeño guardarlo dentro, controlarme.
―Si eso es lo que necesitas para no atormentarte, yo con gusto te perdono.
Sus palabras son benéficas para mi corazón, sin embargo no calman por completo la tormenta. El perdón de Mauricio es el antídoto. Y aún no lo tengo... se lo pedí y no pudo dármelo. Ojalá eso vaya a cambiar con el paso del tiempo...
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Mientras no me perdones © |COMPLETA|
RomanceEn más de una ocasión, Aida consideró la posibilidad de separarse de Mauricio. Después de un accidente, que ella misma causó, lo único que quiere es luchar por él. Pero ahora es Mauricio quien complica las cosas. Mientras él no perdone, tendrán una...