Capítulo 17

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el último capítulo de hoy

(Adoro verlos reaccionar ante lo que ocurre dentro de la historia 💗 )

Capítulo 17 | Narra Mauricio

La necesito. Necesito que tome mi mano, que me regale una sonrisa, que me diga que todo va a estar bien. La saqué de mi vida y la necesito más que nunca. Mi organismo ya está exagerando, lo último que me faltaba era esta complicación. Y yo, pues soy aún más cobarde y tengo ganas de quejarme. Soy un dolor de cabeza para cualquiera, sería la peor compañía. Y aún así, necesito a Aida a mi lado. Qué egoísta.

Apenas suprimí las ganas de decirle a mi madre que la llamara. Más aún cuando me contó que mi ex está fuera y me regañó por ser menso y tratar de alejarla. Sí, está fuera. Aunque terminé con ella, sigue al pendiente de mí, sigo importándole.

Al oír la puerta, lo primero que pienso es que quiero que sea ella. Y al mirar, mi deseo se hace realidad. Aida acaba de entrar a verme y no puedo evitar sonreír, aún cuando mi estado y el lugar en el que me encuentran pueden despertar de todo menos sonrisas.

—Hola. —dice en voz baja

—Hola. —contesto y la mía suena algo extraña, demasiado débil

A medida que va acercándose, me parece cada vez más triste. Quiero pedirle que no lo esté, que voy a salir bien librado. O sea, eso dicen, que me voy a poner bien. También dicen que tuve suerte por haber presentado síntomas que nos hicieron llamar una ambulancia.

—Lamento asustarlos.

—No digas eso —replica con dulzura—. Tú no lo viste venir...

—Te juro que no. Yo de verdad no pensé que podría aparecer alguna complicación.

—Lo sé. Ahora vas a estar más atento y más dispuesto a seguir los consejos de los médicos. ¿Verdad?

Asiento. De pronto me parece que detrás de esa sonrisa suya hay algo que no me gusta. Sí, por supuesto que lo hay. Al fin y al cabo, la mandé a volar y fue hace poco. Le hice daño con eso y no me sorprende pero me hace sentir imbécil. No soporto que esté así por mi culpa.

—Bueno, descansa. Yo sólo quería verte, no debes hablar mucho.

—Aida... —hago una pausa— Lo siento.

Sabe a qué me refiero. Agacha la cabeza por unos instantes y hasta la oigo jadear. Luego, en cuanto nuestras miradas vuelven a cruzar, la suya está brillando. Rayos, no quiero que llore por mi culpa.

Pensé que separarnos sería lo mejor pero ya no estoy tan seguro. Ella misma me dijo que esto duele más que cualquier cosa que pasaba al estar juntos. Y lo veo en cada rasgo de su cara.

—Sólo descansa ¿sí?

Está evadiendo el tema. ¿Pues qué esperaba? ¿Qué me dijera que todo estaba bien, que me disculpara?

—Muchas gracias por estar aquí. —le digo poco después

. . .

La visita de Carlos me pone bastante confundido. Apenas lleva cinco minutos en el salón pero me dio tiempo de constatar que su actitud es algo extraña. Tomando en cuenta lo que hubo entre nosotros hace un par de días, no debería extrañarme. Después de esa discusión, casi no nos hemos vuelto a dirijir la palabra. Cuando lo hicimos, hablamos de mi estado y me pidió que retomara las sesiones de fisioterapia. Aún así, me extraña. Y mucho. Hasta me parece que le cuesta trabajo verme a los ojos.

Mientras no me perdones © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora