Capítulo 9

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¡Holaaa! Creo que es hora de subir más capítulos.

Iba a subir uno cada día para darme tiempo de preparar otra historia(no sé si me explico). Pero creo que debo entender que no hace falta subir mil historias... debería tomarme mi tiempo y también entender que si me tardo, no pasará nada; que si por un tiempo no hay historia en curso, no hay problema... Supongo.

Quiero aclarar que nadie me reprochó, son cosas que pasan por mi cabeza... 

Capítulo 9 | Narra Aida

Con el paso de los días, estoy cada vez más cerca de aceptar y tolerar a Maribel. O al menos eso quiero creer. Pero es que no es nada sensato ponerme a planear estupideces que puedan demonstrar que mis miedos son reales. Quizá lo único real es que estoy celosa y que no debo estarlo. Mauricio no me mentiría. Si dice que esa mujer actúa normal, entonces no tengo porque preocuparme. Además, hay cosas más importantes en las que desgastar mi energía... como la recuperación de mi novio.

Hoy sale del hospital y a decir verdad, eso me pone muy nerviosa. No es la primera vez que deja la cama pero es la última vez que lo hace en la presencia de los médicos o de la fisioterapeuta. Se sentía más seguro cuando había alguien que pudiera ayudarlo de inmediato. A partir de hoy seremos sus familiares los que tendremos que encargarnos de eso... y me da miedo.

— ¡Hola!

La voz de Maribel casi hace que me sobresalte. Pero su presencia me hace sentir alivio. Nunca antes me había pasado.

—Qué bueno que te veo —confieso encarándola—. En media hora le dan de alta y...

Me callo y respiro. Debo controlar mis nervios.

—Sí, por eso estoy aquí. Sé que Mauricio aún no confía en las muletas y en el caminador. Le he enseñado usarlas pero... —suspira— bueno, yo lo entiendo.

— ¿Estás dispuesta a acompañarnos a casa?

— ¡Claro! Te puedo enseñar cómo ayudarlo, cómo se usan las muletas.

Asiento de inmediato. Odio reconocerlo pero de verdad necesito su ayuda. Y mis malditos celos deben quedar fuera.

. . .

Por desgracia, es uno de esos días cuando Mauricio está de mal humor. Trata de disimularlo pero ese ceño fruncido indica que sus intentos fallan. No sé si su estado de ánimo se deba al dolor u a otra cosa, tampoco me atrevo preguntarlo. Sólo me limito a asistir impotente mientras Maribel y el médico le ayudan dejar la cama del hospital. Nunca antes estuve presente cuando dejaba la cama... y lamento eso. Quizá no estaría tan nerviosa...

En cuanto lo tengo delante, nuestras miradas cruzan y la suya duele. Me incrimina. Me incrimina por todo el esfuerzo que requiere eso de ponerse de pie, por el esfuerzo que requiere caminar sin poner peso sobre su pierna izquierda, por el esfuerzo que tiene que hacer para utilizar esas muletas y al mismo tiempo tener cuidado con sus movimientos.

—Eso, muy bien. —le dice Maribel; odio lo tranquila que está, lo fácil que es para ella todo esto mientras yo estoy temblando por culpa de los nervios.

Definitivamente, necesito que me instruya.

—Aida, por favor... —dice; y hace un gesto con el brazo que pide que me aparte de su camino; encima estorbo.

Me hago a un lado pero mi mirada queda clavada en él. Lo veo dar el primer paso y por desgracia no puedo ignorar lo difícil que le resulta. De pronto se detiene y su rostro se tensa. Supongo que se quiere desquitar y se contiene. Maribel, que está a su lado, lista para intervenir por si acaso, no dice nada. Le da su tiempo. Y cuando él se anima a dar otro paso, ella sonríe.

Mientras no me perdones © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora