Capítulo 5

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Capítulo 5 | Narra Aida

Otra vez dejo el salón sin hablarle de la fisioterapia. Esta vez no se me olvidó, simplemente no me animé a abrir el tema. Primero porque me recibió de buen humor, a pesar de que apenas mantenía los ojos abiertos y luego porque casi comenzamos a contradecirnos... Y lo de la terapía sólo iba a ser un motivo más para pelear; porque me consta que no lo va a aceptar, menos al oírlo de mí.

En el pasillo casi choco con alguien. Es una mujer rubia y bastante joven. Me tenta concluir que es una de las enfermeras pero su atuendo es distinto.

― ¡Hola! ¿Conoce al paciente? ―inquiere señalando la puerta del salón de Mauricio

―Sí... Soy su novia.

― ¡Mucho gusto! Soy Maribel, fisioterapeuta.

Así que por eso va vestida así... Pero- ¿¡Tan joven!? Y... tan... guapa. Y alegre.

―Aida. Encantada. ―reacciono con tardanza, exhibiendo una sonrisa cortes

― ¿Tienes unos minutos?

Todo el día de hecho. No me cuesta adivinar de qué quiere hablarme. Mauricio necesita fisioterapia, ella es fisioterapeuta. Todo encaja.

Asiento y nos desplazamos con lentitud hacia la sala de espera. Pero, nos detenemos antes de llegar ahí.

―Venía a hablar con él por segunda vez ―avisa―. Quería convencerlo de que acepte mi ayuda. ¿Siempre es tan terco y malhumorado?

Vaya. Qué directa. Debería sentir que lo ofende pero, a decir verdad, lo describe a la perfección. Por lo tanto sonrío apenada.

―Confío en mis habilidades de convencerlo pero me encantaría que me ayudaras. Eres su novia, eso sirve mucho.

―Si tomas en cuenta que por mi culpa está así... dudo que sirva.

Abre la boca pero no suelta sonido. Yo me pregunto por qué le estoy contando esto a una extraña. Quizá para dejarle claro desde un principio que soy la persona menos indicada para decirle a Mauricio qué hacer. Sé lo que le prometí a su madre pero... en serio, él no me hará caso. Sólo conseguiré enojarlo.

Maribel pone esa cara de ¿quieres contarme más?

―Puedes intentarlo ―dice finalmente―. Al fin y al cabo, eres su novia.

―Quizá tengas más éxito. Sabes explicarle qué implica tu trabajo y el proceso. Yo... Por favor, inténtalo.

Hay algo de ella que me inquieta pero mi preocupación por Mauricio pesa más en estos instantes. Quiero que se recupere, quiero verlo feliz. Sé que trata de disimular para no hacerme sentir mal pero él no está bien. No está nada bien.

―Lo haré, te doy mi palabra. No te pongas triste.

―Yo no sé cómo ayudarlo...

― ¿Amándolo?

―A ver si se deja amar. ―pienso en voz alta, luego la noto ponerse incómoda, como si acaba de meterse en algo que no es de su incumbencia

―Entonces... él está enojado contigo.

―Sí, porque ambos sabemos quien metió el coche en un arbol.

La última frase cambia su semblante. Pasa de sorpresa a una sonrisa fingida, mezclada con pena por la situación. En sus ojos veo lo mismo que vi en los de mi novio. Esta mujer también me incrimina. No hace falta decirlo, es que algunos no saben cuánto revelan a través de una mirada.

Mientras no me perdones © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora