Capítulo 2

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Capítulo 2 | Narra Mauricio

Ojalá los medicamentos no dejen de hacer efecto. Este pensamiento me obsesiona, ya que no quiero volver a pasar por ese infierno. Me estremezco con tan solo recordarlo.

Mientras sigo contemplando el techo de este desagradable salón ―e intento ignorar que la operación me dejó como mierda―, la conversación que Aida y yo tuvimos diez minutos antes del accidente no deja de darme vueltas. Sus insistencias, mi falta de ganas de de oírla hacer un escándalo innecesario... Cedí, la dejé manejar y fue el peor error que pude haber hecho. Lo lamento y lo lamentaré más y más, cada vez que ese agudo dolor se acorrale de mi cadera.

Un ruido común me obliga a concentrarme en el presente. Dirijo la mirada hacia la puerta que, tal como imaginaba, se abre. Maravilloso. Parece que estoy recibiendo una primera visita. Me consta que no es ningún médico, acaban de revisarme... Quiero suspirar pero no vale la pena el esfuerzo, así que me quedo quieto, agradeciendo que no encuentren la peor versión de mí. No es que me encuentre tan bien pero por el momento no duele.

Una mujer se adentra al salón y avanza con pasos indecisos. Es ella. Cuando nuestras miradas cruzan, hasta parece querer retroceder, salir corriendo. Pero no lo hace, todo lo contrario, se obliga a llegar al lado de la camilla. No logra disimular que verme aquí la pone mal.

―Hola. ―susurra

Unos pequeños cortes que marcan su piel delicada me hacen sentir un imbécil. En ningún momento le he preguntado si se encuentra bien. Analizo con detenimientos los rasguños y golpes, la mayoría en sus brazos. Es un alivio que no sea nada serio. O sea, si está aquí significa que no la internaron ¿no?

― ¿Cómo-

Se niega continuar. No sé si son ideas mías o está muy nerviosa. Además de triste. Y rayos, odio la manera en la que me mira. Así no va a cambiar el hecho de que estoy postrado en esta cama, no va a hacer que mueva la pierna izquierda como si nada hubiera sucedido.

―Deja de hacer eso. ―exigo, mudando mi vista en otro punto

― ¿A qué te refieres?

Las palabras le salen con tanta dificultad.

―A que no quiero tu lástima. ―espeto; mi tono sale más duro de lo que pretendía... soñoliento pero duro

―No es eso... Estoy preocupada, nos dijeron lo que...

Otra vez para en seco. ¿Por qué? A mí también me informaron que tengo una fractura, que al principo ni puedo ponerme de pie, apoyarme en la pierna afectada. Estaré inmovilizado por un tiempo... No sé cómo pude tomármelo con calma, quizá porque estaba ansioso de que me anestesiaran de una vez, porque anhelaba dejar de sentir.

Según ellos, debo agradecer queno me haya fracturado la columna y no haya quedado parapléjico. Eso consuela un poco pero luego recuerdos las semanas y los meses que me esperan... y el dolor, el agonizante dolor.

―Igual no arreglas nada así que deja de hacerlo.

―Mira, entiendo tu enojo pero... No puedes pedirme que no me preocupe, que deje de dolerme verte así...

De seguro su dolor es más soportable que el que llegaré a sentir yo cuando pase el efecto de los medicamentos. Pero no puedo decir esto en voz alta. Una parte de mí no quiere hacerla sentir miserable. La otra no puede dejar de juzgarla.

―Aunque hayamos tenido nuestras diferencias, pienso estar a tu lado.

Diferencias... Siempre hemos peleado por tonterías, nada que pudiera separarnos. Ella no pensaba lo mismo, puesto que en más de una ocasión sugirió que tomáramos caminos distintos. Y de hecho estuvimos a punto de romper un día antes de la fiesta.

Mientras no me perdones © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora