Capítulo 8

4.1K 365 27
                                    

Capítulo 8 | Narra Mauricio

Se siente como si estuviera compartiendo la cama con alguien. Alguien cuyo perfume reconozco de inmediato. Abro los ojos solo para confirmar lo que mis demas sentidos ya me dijeron: Aida está pegada a mí. Está tumbada a mi derecha; su pecho descansa en mi brazo, su brazo rodea mi cintura, su aliento choca contra mi cuello.

Es la primera vez que hace esto. Supongo que hasta ahora no se atrevió. Pero debo reconocer que me encanta que estemos así, que me conmueve la escena, que me abruma notar que esté dispuesta a renunciar a su cama para estar a mi lado, en un lugar tan pesado. Bueno, en realidad las primeras dos o tres noches, renunció a la cama, a favor de horas interminables en la sala de espera. Mi familia me lo dijo.

También me sorprende que haga esto, ya que anoche fui... algo imbécil. Lo fui con mi hermano también y se largó antes de que comenzaramos a discutir muy fuerte.

―Lo siento, amor... ―susurro observándola

La falta de reacción confirma que sigue dormida. Por eso me atrevo acariciar su espalda con el único brazo que puedo utilizar, el izquierdo; ya que el otro está dejabo de ella. Muevo con delicadeza la palma sobre la tela, mientras disfruto de su cercanía. Mientras pienso en nosotros. Y mientras trato de comprender por que sigo tan resentido. Eso de albergar sentimientos entrecortados no me hace bien. Tampoco tiene sentido estar enojado con alguien que amas, menos por tantos días. O quizá no sea enojo... más bien desesperación, frustración. No sé.

―Te amo.

―Yo también te amo. ―oigo segundos más tarde

― ¿¡Estabas despierta!?

Debe estar contenta, ya que me oyó poniéndome sensible y declarándole... No suelo hacerlo. Y muchas veces se enoja por ello, aún cuando sabe perfectamente qué hay en mi corazón. Si no lo digo, no significa que no lo siento.

― ¿Cómo te sientes? ―pregunta, negándose a despegarse y a levantarse

Noto en su voz que aún tiene sueño, así que tampoco le pediré que lo haga. Aunque me pregunto si se siente cómoda así.

―Bien. ―contesto con tardanza

―Define bien.

―Entumecido, como siempre. Pero no tengo dolores, no tengo ningún malestar.

― ¿Qué te dijeron acerca de las... posibles complicaciones?

―No las hay. Pero aún pueden aparecer.

Suspira. Yo también lo hice cuando me lo dijeron porque mis ánimos de lidiar con más no existen. Estoy tan harto. Me desespera seguir postrado aquí, ya odio estas paredes, este olor... Y al mismo tiempo, odio moverme. Me entra el pánico al pensar que ciertos movimientos me pueden causar dolor.

― ¿Te estoy aplastando? Puedo quitarme.

―No, está bien.

En el fondo me gusta esto...

El silencio se instala sin previo aviso. Mi mano, que se congeló cuando ella despertó, va recobrando vida, vuelve a viajar por su espalda. En respuesta, la suya se muda en mi pecho, donde comienza dibujar círculos. Me sorprende que no me esté cuestionando acerca de anoche, que no me ragañe por haber pedido que no la dejaran entrar... Supongo que está acostumbrada o... Debería disculparme. Debería pero mis labios están sellados. Mi cuerpo está disfrutando este momento y no quiero que nada triste intervenga. Quiero que estemos solo ella y yo.

Mientras no me perdones © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora