Capítulo 13

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- ¿Qué dices John? Emma es mí hija - su voz temblaba, sus ojos se movían nerviosamente mirando a todos lados menos a mis ojos.
- No mientas Ariana, es obvio, a mí pesar, que te gusta César y no es un gusto reciente también está que de repente la llevaste a la universidad, tu padre no sabía de tu embarazo ni que salieras con alguien. Además tú no eres tan estúpida como para dejarte engañar por un idiota bueno para nada. Dime la verdad por favor - estaba desesperado, mi voz era una súplica, estaba agonizando, el remordimiento me estaba consumiendo.

El temblor en sus manos la delataban, en ese momento recordé lo que la señorita Lucía dijo en su oficina "Ella solo está mostrando la cobertura cuando descubras qué hay debajo de esta entenderás mis palabras". En verdad lo entendí, estaba protegiendo a Emma, y yo fui una porquería con ella, la lastimé.

- John, Emma es lo único que tengo, ella es mi hija, ella... Ella - sus ojos se llenaron de lágrimas y mi corazón se partió, no merecía desearla, no merecía ser visto como un hombre por ella - ¿John es necesario que la sangre me una a Emma? ¿No puedo ser su madre? ¿No puedo ser yo quien tome las palabras y acciones desagradables dirigidas a ella? Tienes razón John, yo no soy la madre biológica de Emma pero la amo como si lo fuera, la amo John - su voz se cortaba, sus ojos estaban llenos de lágrimas que fluían si fin.
- Ariana no llores, yo no merezco ver tus lágrimas, no merezco desear que me ames ni mucho menos amarte, he sido una escoria contigo y con Emma por mis prejuicios lo siento, perdóname Ariana, perdóname - sentía un nudo en mi garganta - tu soportaste todas las críticas y miradas desagradables, a pesar que no era tu trabajo cuidar de la niña, Ariana ya eres la madre de Emma - limpié sus lágrimas ella me veía fijamente.

Después de calmarse me contó toda la verdad, desde que se fue de casa hasta el momento de empezar a cuidar de Emma; también habló de sus sentimientos por César cosa que no me agradó para nada pero tenía que aceptarlo. Esa noche llegamos a un acuerdo mutuo, si ella cambiaba de sentimientos me lo diría y yo volvería a confesarme, si yo cambiaba mis sentimientos dejaríamos lo que había pasado como una confusión por parte de ambos.

No me agradaba la idea de pensar que mis sentimientos eran solo una confusión, muy dentro de mí sabía que el amor que sentía por Ariana era genuino. Pero era necesario tomarnos ese tiempo, me había adelantado al declararme. Al día siguiente ambos tratabamos de actuar normal pero nuestros recuerdos se interponían, fue muy pero muy difícil. Quería quedarme esa noche también pero la incomodidad entre nosotros me impedía pedirle eso, me bañé y busqué mi ropa, después de estar mucho tiempo en ese apartamento comencé a dejar varias mudas de ropa, me cambié rápidamente para salir de ahí. Una vez que ya estaba arreglado entré en la habitación de Ariana para despedirme, escuché las risas de Emma en el baño; la puerta estaba semi abierta y mi curiosidad era más grande que mi prudencia. Me asomé encontrándome con una Ariana aún en pijama jugando con una desnuda y enjabonada Emma, verlas así era muy tierno. Recordé que Ariana el día anterior cumplía 18 años, salí en silencio del apartamento para comprar una pequeña torta y velas y al volver Ariana ya estaba vestida con un vestido playero color negro con estampados blancos, era simple pero a mis ojos era muy hermosa.

- No sabía que habías salido - la sorpresa en su rostro me hacía feliz.
- Salí a comprar esto - alcé el ponqué - ayer no pudimos celebrar tu cumpleaños, así que... - su rostro tenía una expresión que no pude decifrar.
- Gracias John pero yo no celebro esa fecha, mi mamá murió ése día por eso - levanté mi mano sin dejarla terminar, entré dejando el pastel en la mesa.
- Entonces es para celebrar que somos amigos y que terminamos el primer semestre bien - le sonreí y ella me devolvió la sonrisa, Emma se aferró a mi pantalón desde su caminador, quería que la alzara y así lo hice. Puse mis manos en sus muslos y espalda mientras que ella ponía sus manos en mis cachetes. Aunque Ariana no mostraba interés en comer pastel traté de insistir.
- Emma, dile a mami que coma un poco de pastel - hice algo vergonzoso - "si si mami va a comer pastel"- mi voz imitaba de forma patética la voz de una niña moviendo los brazos de Emma, mi rostro estaba completamente rojo, nunca había hecho algo tan vergonzoso en mi vida.

Después de ese acto escondí mi rostro en el estómago de la niña, lo saqué cuando escuché la fuerte risa de Ariana; sus brazos sujetaban su estómago mientras se encorvaba, era una risa contagiosa, una risa que llegó mi corazón. Reí embobado por verla así, suspiró acercándose para besar a Emma, sentí su aroma, una mezcla de vainilla con perfume de bebé; era un aroma muy atrayente.

- Entonces hay que complacer a la princesa Emma - me vió y sonrió.

Nos sentamos a comer hablando de la universidad y nuestra infancia. Emma comía en mi regazo untando su rostro, su vestido y mi camisa, nos reímos de eso y otros actos más típicos de un bebé como ella.

Los siguientes días no me encontré con Ariana ni con Bob, tampoco había ido a la cafetería, mi padre me había obligado a ir con él a un viaje de negocios, aunque no estaba a gusto en medio de clientes y socios de mi padre pude disfrutar de excelente vista al mar en San Andrés y pude socializar con uno de los clientes que era un arquitecto reconocido mundialmente, Alexander Glenn, ese hombre me dió la oportunidad de enviarle mi currículum y una entrevista. Eso me alegró muchísimo, estaba cerca de cumplir mi sueño pero también me alejaba de la mujer de la que estaba enamorado. Ariana.

UN DULCE ENCUENTRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora