Capítulo 8

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Cuando fuimos a visitar a Lucía le pedí a la señora Katherine que habláramos en privado le comenté mi situación y que si era posible la adopción.

- Es complicado, aún eres menor de edad; la edad mínima para una adopción es de 25 años, debes tener estabilidad económica, profesional y familiar cosa que tú no tienes en este momento - dijo reduciendo por completo mis esperanzas.

- Ya veo, y ¿No hay alguna otra manera? Cualquier cosa -
- La hay - escucharla decir eso hizo que mis esperanzas volvieran - una patente por parte de los padres en donde se te da el derecho y cuidado de la niña por completo, así ninguna autoridad te pondrá problemas -
- Para eso necesito encontrarme con su madre -
-¿Tienes su número telefónico o algo en donde puedan comunicarse? -
- Sí señora -
- Perfecto, llámala dile sobre la patente, haz que lo firme con todos sus datos y llévalo junto a ella a las autoridades de infantes así no tendrás ningún tipo de problema -
- Además podrás disfrutar de tu tiempo con ella - dijo Lucía sacando a Emma del coche luego de estar unos minutos en silencio y viéndola fijamente giro su cabecita buscándome cuando por fin me encontró su rostro de inmediato se transformó haciendo una mueca, estaba a punto de llorar.

Lucía me la entregó mientras reía con ternura, Emma acomodó su cabecita en mi hombro y sus manitas se aferraban a mi camisa. Nos despedimos y planeamos otra cita, John me ayudó a llevar el coche hasta la salida, cuando nos despedimos parecía fuera de sí era extraño verlo así pero no le di importancia.

Cuando llegué a mi apartamento Bob ya estaba haciendo la comida, lo saludé besando su mejilla y él me besó la frente al igual que a Emma hablamos del trabajo y de lo que hablé sobre la bebé. Dejé a Emma en el caminador mientras lo ayudaba en la cocina, la niña caminaba alrededor de nosotros. De repente escuchamos la puerta principal siendo abierta con brusquedad asustándonos.

- ¡Ya llegué! - esa voz era inconfundible, Brenda había llegado.

Tanto Bob como yo sonreímos pero de inmediato cambió nuestra expresión al escuchar el llanto de Emma, limpié mis manos para levantarla.

-¿Qué fue eso? - preguntó acercándose a la cocina - ¿Por qué hay un bebé aquí? -
- Hola Brenda, cómo te fue - dije sonriendo con pesadez.

Le conté todo lo que había pasado, y la historia que inventé haciendo que soltara una carcajada estruendosa, me sentí avergonzada por esa historia tan falsa.

- Así que ella es tu hija desde el colegio y yo soy su tía - volvió a reír - Entiendo y estoy a tu favor, siempre haces las cosas guiada por tu sentido de justicia y sé que son muy pocas la cosas que conmueve tu corazón por eso, siempre cuenta conmigo - sonrió levantando su pulgar.

Le devolví la sonrisa, ver a Brenda me recordaba mi infancia, no había cambiado desde octavo grado, estatura mediana, su cabello negro rizado y alocado, nariz delgada y pequeña, unos labios pequeños que siempre mantenían una sonrisa, era alegre y despreocupada igual que Bob viven su vida a su propio ritmo. A diferencia de Brenda, Bob era alto moreno, su cuerpo estaba bien formado, cabello largo y ondulado color miel, unos ojos cafés risueños, unos labios ligeramente gruesos; al verlos juntos riendo y hablando pensaba lo bien que se veían juntos. Suspiré sonriendo para mí misma, seguimos hablando y molestando hasta que por fin decidimos ir a dormir; nuevamente a mitad de la noche Emma empezó a llorar y nuevamente le cantaba. A la mañana siguiente me levanté antes que Bob y Brenda, preparé el desayuno, le di de comer a Emma y luego de jugar un rato la bañé; antes de salir al trabajo les dejé una nota para que calentaran el desayuno y comieran.

En los últimos días John había estado visitando el local, su presencia me incomodaba un poco, era bueno en algunas cosas como atraer más clientes femeninas y espantar a acosadores. No podía negar que John era muy guapo, alto, sus ojos azules como el mar, un cuerpo bien ejercitado, y por supuesto su aire de superioridad que hacía que lo odiaran los hombres y que las mujeres babearan por él. Algunas veces hablaba con Bob de cosas del trabajo o algún deporte, ambos tenían casi la misma edad por lo que los temas eran de mucho agrado para ambos; con César era otra persona, era arrogante y brusco, algunas veces era bastante molesta su presencia en el local por eso le pedía que se fuera o que cuidara de Emma, pero cuando le pedía eso se enojaba y se iba; era cruel utilizar a mi niña para que John se fuera pero podríamos trabajar mejor de esa manera. Además, su actitud hacia mí había cambiado, ya no era tan cortante y grosero, de vez en cuando me preguntaba sobre mi vida con mi "novio" cosa que hacía que mintiera más sobre el tema, y lo que más me sorprendió en el cambio fue que dejó de hablar de Emma como un estorbo o algo indeseable​, se negaba a tocarla pero era menos frío y cruel con ella; eso hizo que mi enojo hacia él disminuyera.

Llegó el día en que nos reunimos de nuevo para adelantar el trabajo, John llegó justo cuando alimentaba a Emma, su rostro tenía una expresión muy rara, por lo general o mostraba enojo o indiferencia pero la expresión que tenía era como una mezcla de duda y anhelo. Brenda se acercó y susurro en mi oído "ese chico está muy guapo, perfecto para ti" me reí con desdén por su comentario, John había dejado muy claro su apatía contra mi, por mi parte no encontraba interesante alguien que trataba con desagrado a un criatura inocente como lo era Emma; pero la expresión que tenía cuando llegó logró despertar mi interés por conocer más allá de su faceta arrogante.

Ya había pasado dos meses y medio desde que había recogido a Emma, ya no lloraba tanto en las noches lo cual era un gran alivio para mí, Brenda y Bob permanecían juntos prácticamente todo el día, Bob se quedaba a dormir todos los días, no me molestaba tener más personas en el apartamento era muy cómodo con esos dos; todo lo contrario al trabajo, Clara y yo discutíamos casi todos los días por la presencia de Emma, César siempre interfería tratando de calmarnos llegó al punto de enojarse y gritarnos que si no parábamos de discutir nos bajaría el sueldo, por un tiempo lo dejamos de hacer pero el resentimiento y el enojo seguía presente.

John seguía frecuentando la cafetería, en la universidad de vez en cuando me saludaba y charlábamos un rato o pedía ir a mi casa para adelantar y mejorar nuestra parte del trabajo; en esos encuentros supe que había estudiado arquitectura y que esa era su pasión. Encontraba interesante saber un poco más de él y qué tipos de expresiones podría tener, y cada vez que descubría una de estas sentía un incómodo palpitar en mi corazón.

UN DULCE ENCUENTRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora