32. Besos de chocolate

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Ya estábamos a Jueves y hoy era la gran fiesta. El Martes se había liado parda, ya que Harry cogió tal cabreo que fue a buscar al pobre camarero y le soltó un discurso que se resumía en dos palabras: es mía. Al final no llegaron a pegarse por que el camarero estaba tan asustado que no pudo parar de pedir perdón. Me tranquilizó el echo de que Harry no le pegara al camarero, pero tenía que aprender a controlar su ira. Aun estaba un poco cabreada con él, por como se comportó aquel día. Había sido muy celoso y posesivo. Si confiaban en mi no tenía por que comportarse de aquella manera. Pero hoy era su cumpleaños y no podía enfadarme con él.

- Voy a llevarle la tarta. - Le dije a Alaska, mientras iba a la cocina a por la tarta de nutella que le habíamos preparado a Harry. Laura, le había comprado a Edward una tarta helada con sabor a vainilla, su favorita, y ya estaba en casa de los chicos dandole la sorpresa a Eddie.

- Vale. - Gritó Alaska desde su habitación.

Crucé el pasillo que nos separaba y abrí la puerta de la casa de los gemelos con la llave que Harry me había dado. Estaba todo en silencio por lo que supuse que aun no se habian despertado. Bueno, al menos Harry, por que Eddie estaba ocupado con Laura en su habitación. Fui hacia la habitación de Harry intentando hacer el menor ruido posible para no despertarle. Una vez hube dejado la tarta en la mesita de noche, me senté muy despacio en el regazo de Harry y comencé a repartir suaves besos por toda su cara. Poco a poco, mi chico comenzó a abrir los ojos y unos segundos más tarde me dedicó una preciosa sonrisa.

- Felicidades, cariño.- Le susurré al oído para más tarde, morder el lóbulo de su oreja.

- Estos sin que son buenos días, sirena. - Dijo Harry antes de atacar mi boca y comerme a besos. Un rato después nos separamos para coger aire y yo miré hacia la mesita de noche donde se encontraba la tarta.

- Mira lo que te hemos preparado tu hermana y yo. - Dije con entusiasmo mientras me incorporaba para poder coger la pequeña tarta.

- No te alejes. - Dijo Harry, cogiendo la tarta con una mano y con la otra agarrando mi cintura para pegarme más a él.

- Abre la boca, voy a darte de comer. - Dije yo, poniendo un puchero para que me dejara hacerlo. - Por fa, cariño. Me hace mucha ilusión.

- Vale, pesada. - Dijo Harry alargando la 'a'

Harry abrió la boca dejándome introducirle en ella una pequeña porción de tarta. Vi como la saboreaba con delicadeza. Esperaba que le gustase.

- Joder, nena. Estos es mejor que el porno. - Dijo mi chico, con los ojos vueltos, exagerando a más no poder.

- Que exagerado eres. - Dije dandole otro trozo de tarta. Antes de que me diera cuenta, Harry había cogido un poco de nutella con su dedo y lo había extendido por mis labios. Comenzó a lamer el chocolate de mis labios muy lentamente provocándome una corriente eléctrica de placer que me atravesaba todo el cuerpo. Esta situación era de lo más erótica y me encantaba.

- Ahora si que es mejor que el porno. - Volvió a decir mi chico mientras me besaba. Era un beso con sabor a chocolate mezclado con sabor a Harry. Osea, el beso perfecto.

Acabábamos de salir del campus de la Universidad cuando un chico que me sonaba de algo se paró frente a nosotras. Antes de que pudiese preguntar quien era, Alaska le saludo de manera efusiva.

- Niall, ¿que pasa guapo?- Ah, ya decía yo que me sonaba de algo. Era el chico del gimnasio.

- Ey Alas. ¿Cómo va eso? - Dijo el rubio saludando a mi amiga. - Sirena. - Me saludó con una sonrisa. Anda pues él si que se acordaba de mi. Que mala memoria tenía. - Venia a preguntaros a que hora es la fiesta de los maricones. - Dijo refiriéndose a los gemelos.

- Es a las 8, en la Hermandad de Bruno. - Le contestó Alaska con una sonrisa. Al final los chicos habían conseguido una casa de Hermandad para poder hacer su macrofiesta. Haber como iba la noche.

- Perfecto, allí estaré. - Nos despedimos del chico y seguimos nuestro camino hacia el aparcamiento del campus.

- ¿Me vas a enseñar ya el conjunto? - Le pregunté a Alaska, ya impaciente.

- No. - Dijo ella con una sonrisa maligna en el rostro. Que hija de puta es.

Ya eran las 7 y media de la tarde. Faltaba media hora para que los chicos pasarse a recogernos y Alaska aun no me había dado mi jodido conjunto.

- Joder, tía que solo me queda vestirme.

- Ahora mismo te lo traigo. - Fue a su habitación y apareció un rato después con un vestido rojo y muy brillante. - Aquí lo tienes.

Saqué el vestido del plástico en el que venia envuelto y lo evalué detenidamente. Era de un color rojo pasión y era largo. Me recordaba mucho al vestido de Jessica Rabitt y la verdad que me gustaba bastante. Alaska también me había traído unos zapatos de tacón negros que conjuntaban con una pequeña carterita, negra también. La verdad era que la chica había acertado de pleno. Sabía que Harry iba a flipar.

- Es impresionante. Muchísimas gracias Alaska. - Dije abrazando a mi rubia favorita. - Nunca te he dicho cuanto te quiero, pero que sepas que lo hago. - Ella me apretó más entre sus delgados brazos para después soltarme rápidamente.

- Joder, vas a hacer que me emocione. Vístete ya si no quieres que te patee el culito. - Dijo ella, mientras sonreía satisfecha. Me dirigí a la habitación dispuesta a vestirme pero Alaska llamó mi atención. - Oye Ariel, yo también te quiero, sirena. - Ay, mi rubia de bote.

Mermaid (h.s.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora