Prólogo. La Batalla de Hogwarts

10.9K 741 245
                                    

Estaba agachado, intentando huir por la puerta principal del colegio sin que los magos y brujas que corrían por los pasillos, atendiendo a los heridos, notasen su presencia. Sus padres estaban en el Bosque Prohibido con el Señor Tenebroso, Crabbe estaba muerto, Goyle seguía inconsciente frente a la Sala de los Menesteres, y él no tenía varita.

Ya veía la puerta. Se dirigió hacia ella, pero cuando estaba a unos metros de distancia se encontró cara a cara con McGonagall. Levantó las manos y se encogió, asustado, pero ella no le atacó. En cambio, abrió la boca y empezó a decir algo, pero sus palabras quedaron ahogadas por la voz de Señor Tenebroso, que retumbó por todas partes:

- Harry Potter ha muerto. Lo han matado cuando huía, intentando salvarse mientras vosotros entregabais su vida por él. Os hemos traído su cadáver para demostraros que vuestro héroe ha sucumbido. Hemos ganado la batalla y vosotros habéis perdido la mitad de vuestros combatientes. Mis mortífagos os superan en número y el niño que sobrevivió ya no existe. No debe haber más guerras. Aquel que continúe resistiendo, ya sea hombre, mujer o niño, será sacrificado junto con toda su familia. Y ahora, salid del castillo, arrodillaos ante mí, y os salvaréis. Vuestros padres e hijos, vuestros hermanos y hermanas vivirán y serán perdonados, y todos os uniréis a mí en el nuevo mundo que construiremos juntos.

Se hizo el silencio más absoluto. ¿Harry Potter, muerto? No. Imposible. Tenía que ser una trampa. Draco se giró para mirar a McGonagall, pero ella ya estaba corriendo hacia la puerta, al igual que el resto de magos y brujas que seguían en pie. Él la siguió, incapaz de asimilar lo que acababa de oír.

Salieron a la vez y vieron a Hagrid, cargando un bulto entre sus brazos. A sus lados y tras él, filas y filas de mortífagos avanzaban, desenmascarados y sonrientes, como si hubieran ganado ya la guerra. Draco localizó a sus padres al mismo tiempo que ellos a él, pero no pudo pensar siquiera en una manera de llegar hasta ellos, porque, en ese instante, McGonagall gritó:

- ¡¡Nooo!!

Fue un sonido desgarrador, y le hizo comprender al instante que lo que había oído era cierto. Su mirada voló una vez más hacia el bulto que Hagrid cargaba, y entonces todo lo que ocurría a su alrededor pareció esfumarse. Los amigos de Potter también gritaban, y el Señor Tenebroso avanzó hasta quedarse en medio del círculo que se había formado en el exterior del castillo. Pero nada de eso importaba.

Harry Potter había muerto.

Se le formó un nudo a la garganta. O tal vez no fue un nudo, sino más bien una serpiente que se enroscó en el interior de todo su cuerpo. La presión se estaba extendiendo hasta su estómago, inundando también sus pulmones, y, por un momento, se olvidó de respirar.

El chico al que había envidiado durante años por su fama; el chico que le había dejado el cuerpo lleno de cicatrices, el chico que acababa de salvarle la vida en la Sala de los Menesteres, había muerto. La guerra había terminado, y Voldemort reinaría.

- ¡SILENCIO! - gritó de pronto el Señor Tenebroso.

Siguió hablando, sin duda regodeándose en la muerte de Potter, a quien ahora Hagrid había depositado en el suelo. Se puso a discutir con Longbottom, y consiguió, de alguna forma, hacerse con el Sombrero Seleccionador. Pero Draco no pudo entender nada de lo que estaban diciendo. Solo podía oír el remolino de pensamientos que estaba amenazando con hacerle caer de rodillas. Tendría que ser un mortífago toda su vida. Tendría que ser cruel, y matar, y torturar, y fingir que disfrutaba haciéndolo hasta el fin de sus días.

De repente, todo le parecía demasiado grande para él. Quería volver a estar en primero. Quería que Potter volviera a ser un niño famoso que se había negado a ser su amigo. Quería que su madre le enviase golosinas todas las mañanas. Quería...

Un sonido parecido a un rugido los alcanzó desde los límites de la escuela y, de pronto, un gigante apareció ante ellos. Los demás gigantes lo atacaron y los mortífagos rompieron filas. Draco solo había apartado la vista un momento, pero cuando volvió a mirar hacia el suelo, el cuerpo de Potter ya no estaba.

El corazón volvía a latirle a mil por hora. En medio del caos, Draco corrió hacia sus padres, pero fue alcanzado por un hechizo que lo paralizó y le hizo caer al suelo, y se perdió de vista entre la multitud. Ellos no le vieron caer y, cuando el hechizo se desvaneció, seguramente porque quien lo había lanzado había muerto, Draco se puso en pie para comprobar que sus padres ya no se encontraban en el exterior del castillo.

Corrió hacia el vestíbulo y, en medio de los gritos de agonía y los hechizos y maleficios que estaban siendo lanzados una vez más, pudo distinguir las voces de sus padres, que le llamaban a gritos desde el Gran Comedor. Se dirigió hacia allí y entró corriendo, pero lo que vio lo dejó paralizado a solo unos pasos de la puerta: su tía Bellatrix caía hacia atrás, muerta, y el Señor Tenebroso estaba gritando. Un instante después, Harry Potter apareció de la nada, en medio del Gran Comedor, quitándose de encima su capa de invisibilidad, y lanzó un encantamiento escudo. Draco, sintiéndose inmediatamente esperanzado, soltó un jadeo de sorpresa. ¡Potter estaba vivo!

El Señor Tenebroso y el Gryffindor se miraron con odio y se pusieron a discutir. "Vamos, Potter," gritó Draco en su mente, con los ojos clavados en el chico, siguiendo cada uno de sus movimientos como si le fuera la vida en ello. "Vamos, acaba con él."

Pasaron los minutos. Draco sintió la mano de su madre rodeando su antebrazo, y vio su melena rubia por el rabillo del ojo, pero no se movió para seguirla porque, justo en ese momento, Potter dijo unas palabras que atravesaron su pecho como un puñal.

- ¡La muerte de Dumbledore estaba planeada!

Y siguió hablando. Y les contó a todos, sin apartar la vista de su enemigo mortal, como Dumbledore le había pedido a Snape que le matase. A Draco empezó a palpitarle la sien. Había creído que la muerte de Dumbledore había sido culpa suya...

- El auténtico amo de la Varita de Saúco era Draco Malfoy.

Un escalofrío recorrió su espalda cuando oyó a Potter pronunciar su nombre. Sintió las miradas de la gente sobre él, pero no le importó, porque estaba ocupado intentando entender todo lo que Potter estaba diciendo.

- ¿Y qué importancia tiene eso? - le contestó Voldemort -. Aunque tuvieras razón, Potter, ni a ti ni a mí nos importa -. Draco apretó la mandíbula al oírle pronunciar el apellido del chico -. Tú ya no tienes la varita de fénix, así que batámonos en duelo contando sólo con nuestra habilidad... Y cuando te haya matado, ya me encargaré de Draco Malfoy.

Su madre apretó con más fuerza su brazo, y un segundo escalofrío, más fuerte que el anterior, recorrió su cuerpo. Acababa de oír al Señor Tenebroso diciendo que iba a matarlo. En ese momento, Draco deseó más que nunca que Harry Potter fuera de verdad El Elegido. Esa era su única escapatoria.

Potter siguió hablando, y contó como él mismo había desarmado a Draco, siendo así el último dueño de la varita más poderosa que jamás hubiera existido. "Vamos, Potter, tienes que ganar. Tienes que destruir al Señor Tenebroso, vamos."

Tan solo unos segundos después, oyó a los duelistas gritar a la vez:

- ¡Avada kedavra!

- ¡Expelliarmus!

"Solo un inútil como Potter lanzaría un hechizo de desarme contra una maldición mortal," fue lo único que tuvo tiempo de pensar Draco antes de ver como el cuerpo del Señor Tenebroso se desplomaba, muerto, en el suelo.

Su madre tiró de él, y esa vez Draco la siguió. Llegaron a una esquina del Gran Comedor, donde su padre estaba encogido en el suelo, y se sentaron a su lado. Draco apenas había procesado el hecho de que Harry Potter acababa de matar al Señor Tenebroso, pero ahora tenía que pensar en su familia. Su padre estaba herido, su madre estaba llorando, y Draco, de pronto, se vio sumergido en un abrazo. Era el primero que Lucius le había dado en muchos, muchos años.

Se quedaron ahí. Draco había pensado que huirían, pero, al parecer, rendirse y esperar era la única opción que tenían si no querían pasar el resto de sus vidas en Azkaban.

Así que esperaron.

Harry Potter y las Cicatrices InvisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora