Capítulo 46. El discurso

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-Estás mal de la cabeza, Potter – concluyó Draco. Dobló la carta que se suponía que ambos iban a enviarle a Andrómeda por el cumpleaños de Teddy, que había sido unos días antes, y la dejó encima de la mesa –. Es una idea pésima. A nadie va a parecerle normal que enviemos una carta juntos.

Harry le dedicó a Draco esa sonrisa pícara que siempre conseguía que su corazón latiera más rápido de lo normal. Sacó un sobre de su mochila y guardó la carta dentro.

-No veo que estés haciendo nada para detenerme. 

Draco bufó y se cruzó de brazos.

-¿Para qué molestarme? – se defendió –. Nadie ha sido capaz jamás de disuadirte de hacer algo una vez se te mete entre ceja y ceja.

Harry le dio un golpe amistoso con el hombro y, tras dejar el sobre en su mochila, se dirigió a la cama, donde se sentó y se quitó los zapatos de cualquier manera.

-Creía que eso supondría un reto para ti – contestó, volviendo a lanzarle esa estúpida sonrisa –. Imagínatelo: Draco Malfoy, primera persona capaz de convencer a Harry Potter de que algo es una mala idea. Tendrías tu propia carta en las ranas de chocolate por eso, seguro.

Draco, que ya estaba en pijama, se dirigió a su lado de la cama.

-Vete a la mierda – masculló mientras se tapaba con las mantas. Su tono de voz no fue lo suficientemente borde, por desgracia, y Harry se rio de él.

Pensó que no iba a recibir una respuesta, pero, un segundo después, Harry se escurrió bajo las sábanas, le abrazó por detrás y susurró en su oído:

-Ya he llegado.

-Imbécil – masculló Draco, acurrucándose contra el pecho del Gryffindor. Sintió la risa del chico contra su nuca y bufó para dejar claro que se había ofendido, a pesar de que no pensaba apartarse del abrazo. Solo porque estaba muy cómodo, claro.

Las luces se apagaron solas y ninguno de los dos dijo nada más. Harry le dio un beso suave cerca del hombro, y Draco se permitió relajarse entre los brazos del chico. Seguía durmiendo mal cuando estaba solo, pero tener a Harry a su lado hacía que se sintiera seguro, y se quedó dormido casi al instante.

***

Un ruido le despertó en medio de la noche. Su cuerpo y su mente se pusieron alerta al instante, y se sentó en la cama, completamente despierto. Le llevó unos segundos darse cuenta de que lo que le había sobresaltado había sido Harry, y, cuando se inclinó hacia él para tratar de despertarlo, el chico empezó a gritar.

-¡Harry! – exclamó, sacudiendo al Gryffindor –. ¡Harry, despierta!

Le llevó unos segundos, pero consiguió que el chico se sentase en la cama con un jadeo sobresaltado. Draco no podía ver nada en la oscuridad de la habitación, pero sí podía oír la respiración entrecortada de Harry e incluso distinguir los latidos frenéticos de su corazón.

-Estabas teniendo una pesadilla – murmuró. Sus manos seguían aferradas a los hombros del chico, y movió una de ellas para acariciar torpemente su brazo. Harry suspiró y empezó a respirar más despacio. Se relajó poco a poco, y se inclinó hacia Draco como si le costase sujetar el peso de su cuerpo.

-Lo sé – contestó, su voz rasposa –. Lo siento.

-No pasa nada – se oyó a sí mismo susurrar. Harry se relajó un poco más, y Draco volvió a acostarse, seguido de cerca por el Gryffindor.

Harry Potter y las Cicatrices InvisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora