Capítulo 22. Vuelta a clase

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Durante los siguientes días, llovió tanto que todos se quedaron en casa. Por suerte, con Percy y Arthur pasando el día en el Ministerio y con George viviendo en el Callejón Diagon, Bill con Fleur y Charlie de vuelta en Rumanía, tenían la casa prácticamente para ellos solos. Ron le ganó unas veinte partidas de ajedrez en aquellos días, y Hermione les obligó a terminar sus redacciones y a practicar los hechizos que habían aprendido ese trimestre.

Volvieron a Hogwarts un día después de Año Nuevo. Harry no tenía un especial interés en empezar las clases de nuevo, sobre todo teniendo en cuenta el ritmo al que irían los profesores estando a tan solo unos meses de los ÉXTASIS. Aunque, a decir verdad, había una excepción: Defensa contra las Artes Oscuras. Estaba impaciente por aprender a enviar mensajes con su Patronus.

***

En la primera clase de Defensa, la profesora Strigoi les enseñó a concentrarse en el lugar al que querían dirigir a su Patronus. Era crucial saber dirigirlo lejos de uno mismo antes de proceder a enviar un mensaje. Ese día, como deberes, les mandó que, por parejas, se situasen en zonas alejadas del castillo y tratasen de enviar un Patronus a su compañero.

Esa tarde, una hora antes de la cena, Harry estaba corriendo escaleras abajo mientras Ron esperaba en la torre de Gryffindor. Cuando llegó a la entrada principal del castillo, Harry dibujó con la varita círculos en el aire y pensó en sus padres.

Expecto Patronum!

Ante él se materializó un ciervo semitransparente. Se concentró en la imagen de Ron, sentado en su cama, y movió su varita hacia arriba como la profesora les había indicado. El Patronus se alejó de él hasta desaparecer. "La torre de Gryffindor, ve a la torre de Gryffindor," repitió en su mente. "Llega hasta Ron."

Pasó un minuto y dejó de conjurar el hechizo. No sabía si había funcionado, pero tenía que quedarse allí hasta que el perro de Ron se apareciera ante él, así que se apoyó contra la pared exterior del castillo, esperando.

Los jardines estaban desiertos, porque hacía un frío que pelaba y faltaba muy poco para el anochecer, y estaban cubiertos de un manto de nieve. A juzgar por los nubarrones que cubrían el horizonte, seguramente volvería a nevar esa noche.

Harry oyó unos pasos viniendo desde dentro del castillo, dirigiéndose hacia la salida. Un momento después, Hagrid estaba atravesando las puertas y pasando de largo.

-¡Hagrid! – dijo Harry, a modo de saludo.

-¡Oh, hola, Harry! No te había visto – contestó el semigigante, girándose para mirarle –. ¿Qué haces aquí fuera solo?

-Esperar a que Ron me envíe un Patronus – explicó, encogiéndose de hombros –. ¿Qué hacías tú en el castillo?

-Ah, estaba hablando con Minerva. Las temperaturas siguen bajando y Grawp necesitaba algo de protección contra el frío, así que fui a preguntarle si le importaría ponerle un par de hechizos a la cabaña que le he estado construyendo en el bosque – le contó su amigo.

- ¿Grawp sigue en el Bosque Prohibido? – se sorprendió Harry –. ¿Por qué no nos lo habías contado?

-Oh, bueno, es que no sabía si iba a poder quedarse o tendría que marcharse – se excusó Hagrid, poniendo cara de circunstancias –, y no quería que os hicierais ilusiones antes de estar seguro. ¡Pero Minerva ha hablado con el Ministro y le ha convencido de que Grawpy se quede en el país! Al fin y al cabo, luchó de nuestra parte en la guerra. Eso sí, yo me tengo que hacer cargo de él, asegurarme de que no se meta en líos... ya sabes.

Harry Potter y las Cicatrices InvisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora