Capítulo 26. Con los pies en el suelo

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Ron había vuelto pronto de Hogsmeade porque Hermione había empezado a dar una charla improvisada sobre los derechos de los elfos en las Tres Escobas y quería repartir chapas, y él había ido a buscarlas. Al parecer, el hechizo Accio no funcionaba entre Hogwarts y el pueblo.

Su mejor amigo volvió a irse poco después, y Harry buscó a Draco en el mapa para ver si podía recuperar su capa, pero el chico estaba ya con sus compañeros de casa. Esperó toda la tarde, pero sus nombres no se movieron de la biblioteca hasta la hora del toque de queda, por lo que decidió quedar con el chico al día siguiente. Quería recuperar la capa lo antes posible; se sentía incómodo sin ella.

***

Mientras subía las escaleras del castillo el domingo por la tarde, Harry tuvo una idea. Acababa de salir del entrenamiento de Quidditch, y su plan original había sido pasar por su cuarto para dejar su escoba en su dormitorio, pero decidió no hacerlo en el último momento, y llegó al pasillo desierto del séptimo piso aún con su Saeta de Fuego en la mano. Harry no había olvidado la conversación que había tenido con Draco unas semanas antes, y tenía la esperanza de que llevar su escoba haría que el tema volviera a salir.

Draco ya estaba allí. Harry no podía verle, pero había comprobado el Mapa del Merodeador mientras subía. "Homenum revelio," pensó, moviendo la varita en el aire. Había conseguido dominar los hechizos no verbales ese curso, por fin.

Draco estaba a unos pasos de él, a su derecha. Sonriendo con malicia, Harry se movió en su dirección fingiendo que no sabía que el Slytherin estaba ahí y, con un movimiento rápido, estiró el brazo y le quitó la capa de encima.

-¿Cómo has hecho eso? – se sorprendió el chico.

-Tengo mis trucos – dijo él, lanzándole una sonrisa al Slytherin.

Draco puso mala cara y apartó la mirada. Un momento después, sin embargo, se fijó en la escoba que todavía estaba en la mano de Harry.

-¿Por qué llevas eso? – masculló.

-¿Mi Saeta de Fuego? Es porque acabo de salir del entrenamiento de Quidditch.

-¿No podías dejarla en tu cuarto de camino? – se quejó.

-¿Por qué? ¿Te da miedo? – bromeó, levantando la escoba y sacudiéndola ligeramente frente a la cara de Draco. El chico retrocedió un paso, encogiéndose ligeramente.

Harry bajó el brazo de inmediato, sorprendido. Había dicho aquello para meterse con él, pero, al parecer, había dado en el clavo.

-Oh, Godric. ¡Te dan miedo las escobas!

Draco bufó de una forma muy poco convincente.

-No digas tonterías, Potter.

Mientras decía eso, lanzó a la Saeta de Fuego una mirada de desconfianza. Harry frunció el ceño.

-Te dan miedo – afirmó, hablando más consigo mismo que con Draco –, pero ¿por qué? Hasta sexto fuiste el buscador de Slytherin y no tuviste ningún problema con ellas.

-He dicho que... – empezó a defenderse. Harry, sin embargo, fue más rápido.

-¡Claro! La siguiente vez que te vi sobre una escoba después de eso fue... en la Sala de los Menesteres. Y la sala te daba pavor la primera vez que entraste este curso. Pensabas que estaba en llamas – razonó en voz alta, sorprendido por no haberse dado cuenta antes –. Es eso, ¿verdad? Te da miedo volar desde ese día.

Harry Potter y las Cicatrices InvisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora